No conforme con las publicidades machistas donde la mujer es una cosa que puede ser fácil y dócilmente atraída por el producto en venta, no conforme tampoco con la violencia que inunda los noticieros donde las mujeres son víctimas y victimarias de los vejámenes que el patriarcado deja sobre los cuerpos bajo el nombre de femicidio, violencia familiar, abuso, parejas violentas, acoso callejero, etc.; cada vez más vemos en la tele el fogoneo a un nuevo estereotipo que fomenta y arenga como modelo a seguir.
Alcanza con prender la tele en cualquier horario, los programas de entretenimiento, de espectáculos, chimentos, competencia de baile, los informativos “descontracturados” de media mañana, todos y cada uno de ellos, incluso los medios gráficos al día siguiente, se dedican incansablemente a mostrar a las mujeres no solo como objetos, sino también como seres detestables: envidiosas, consumistas, individualistas y dispuestas siempre a ser más que otra.
Exacerban estos rasgos para que quede bien claro que el patriarcado metió la cola, y se interpone entre las contrincantes un hombre, el objeto de deseo y el mayor anhelo de una mujer. Así es como muestran una y otra vez a mujeres peleando y todo un plantel de “periodistas de espectáculos” arengando para ver quien se lleva el trofeo o mejor dicho, ver quién termina siendo el trofeo.
Esta escena se repite constantemente en los televisores de los hogares, la tele de fondo siempre insinuando lo que debería ser, aunque diste de la realidad. Estos programas buscan destacar determinados rasgos para instaurar y fomentar el modelo de relaciones que las mujeres deben establecer y que son ncesarias para que el sistema patriarcal pueda perpetuarse. Veamos sino cuanto se hablo en todos los programas de la tele el coflico Maradona-Ojeda-Oliva en el que se repitio hasta el hartazgo a dos mujeres humillándose al grito de “negrita” y “gorda” en vivo por TV, de cara a miles de espectadoras y espectadores, en disputa por un hombre que está en Dubai, probablemente redactando una demanda penal por robo de joyas contra una de ellas, luego de haber despotricado contra la otra semanas atrás (y habiendo sido denunciado públicamente por agresiones y malos tratos por ambas), y cuánto tiempo se tomaron los mismos programas para mostrar el inmenso apoyo que recibió Roció Girat cuando se animó a denunciar a su padre abusador públicamente? ¿Cuántas entrevistas en sillones pomposos tuvieron las compañeras de colegio de Melina Romero para defender a su amiga cuando los medios la atacaban? ¿Cuánto espacio le dieron los programas faranduleros que tanto aman las plumas a la “Marcha de las putas” que buscan romper esa barrera entre lo que nos imponen como bueno y como malo?
La gran mayoría de las mujeres no se pelea en la tele; trabaja, estudia, llevan la crianza de sus hijos e hijas (muchas veces solas), el trabajo del hogar, se esfuerza y carga con toda esa batería de cosas que se le imponen desde pequeñas. Las mujeres cuando se unen muestran esa inmensa solidaridad que las caracteriza, que no es un don o una bondad “natural” como a veces también quieren imponer, esa solidaridad, ese compañerismo de bancarse desde siempre lo impuesto, lo establecido, lo concebido es el motor, que une y que construye, no las plumas y la miseria que nos muestran. |