En Campeche se mostró ayer que Peña Nieto y el aparato del PRI no cederán al reclamo de la oposición de mantener el candado al Artículo 166 de los estatutos, pues en la Mesa sobre ese tema quitó las trabas que impedían que pudiera ser candidato alguien sin militancia partidaria.
Y aunque la dirigencia, para mostrar un supuesto espíritu democrático, argumentó que así habría “piso parejo” e “igualdad de condiciones” para toda la militancia, la realidad es que dado el desprestigio de sus viejos cuadros, ve muy difícil un triunfo en el 2018. Además, sugiere a la población, ante la falta de legitimidad que arrastra este partido, que en el PRI cualquier “ciudadano simpatizante” puede alcanzar la presidencia del país.
De esta manera, los operadores de Peña Nieto abren la posibilidad de que José Antonio Meade (secretario de Hacienda que dijo abiertamente no pertenecer a ningún partido) y Aurelio Nuño (secretario de Educación del que se duda que esté afiliado), puedan ser elegidos candidatos. Esto, a pesar de que en las encuestas están muy bajos respecto a otros posibles candidatos como Miguel Ángel Osorio Chong, que para muchos, dentro y fuera del PRI, sería la mejor opción”. Y sólo les exigirían asumir la declaración de principios y el programa de acción.
En relación al método de elección (a través de una consulta abierta a las bases o por decisión de la dirigencia), los “capos” del PRI maniobraron para que esta decisión sea tomada en hasta fin de año el Consejo Político Nacional (700 notables que deciden bajo las órdenes de Peña Nieto), impidiendo que la oposición -en la cual se hayan varios ex gobernadores y dirigentes con muchos años de militancia- pudieran sumar votos ahí a sus propuestas.
Ya varios jerarcas del tricolor se había opuesto a las exigencias de la oposición, como César Camacho (coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, y ex presidente de ese partido) que había afirmado que un candidato surgido de una consulta interna no garantizaba el triunfo en las elecciones del 2018 (Reforma, 8-08-17).
De esta manera, la dirigencia, aunque formalmente está permitiendo las críticas, se las pasa por el arco del triunfo.
Para ello, se aseguró el rumbo de la asamblea por parte del aparato, pues de los 10 mil 494 delegados acreditados para la asamblea plenaria, tiene el control sobre 6mil 944 delegados que pertenecen al Consejo político nacional, a las dirigencias estatales, municipales y regionales; más los alcaldes, síndicos y regidores.
Es decir, que el 66 por ciento de los delegados no fueron elegidos desde las bases sino escogidos por la férrea estructura partidaria; ultra antidemocrática como no podría ser de otra forma.
Pero el cinismo característico de sus dirigentes, como Enrique Ochoa Reza, presidente del PRI, es hasta burdo, cuando después de anunciar que se cerraba el acceso físico a la prensa a las cinco mesas, afirmó que las mesas de Asamblea Nacional estarán abiertas “como nunca antes”. Agregando que se podrán seguir los debates por la redes.
Haciendo equipo, la secretaría general del PRI, Claudia Ruiz Massieu, desde julio había declarado -demagógicamente- que el compromiso de la dirección es que hubiera apertura para todo el mundo para qué se expresaran todas las posiciones que existan, afirmando además, que Enrique peña Nieto tenga una injerencia determinante en la definición del candidato para el 2018.
En el otro extremo, los más intransigentes del aparato mostraron que el viejo PRI no cambia su esencia autoritaria, pues lejos de retomar las palabras demagógicas de la dirigencia de su partido, Heliodoro Díaz (presidente de la Cámara de Diputados entre septiembre y diciembre de 2005), declaró que el PRI no puede someterse a “camisas de fuerza, prejuicios e ideas trasnochadas”. Y todavía algunos dirigentes declaran que se aprestan a reformar el PRI.
Las alternativas de la oposición
La oposición puede denunciar esta imposición, y pensar que perdieron una batalla pero no la guerra (resultado que se define en la plenaria del sábado 12 de este mes). Sí, pero es una batalla que posiciona mejor al “enemigo” en el escenario de guerra. Es decir, de seguir actuando tímidamente –cuidando sus propios intereses– la dirección del PRI y Peña Nieto pueden aislarlos o dividirlos.
Un triunfo se anotó la oposición al lograr un candado estatutario a la práctica de la élite dirigente de gozar las mieles parlamentarias de manera ininterrumpida durante décadas sin tener que pedir el voto. Ya ningún senador o diputado local o federal que haya pasado por esos cargos por la vía representación proporcional, podrá ser postulado para un nuevo cargo plurinominal (los llamados “chapulines”).
Pero esta concesión –que también obedece al reclamo de sectores internos- puede ser un gesto del aparato partidario para ir a una negociación con la oposición,
Es muy común que la élite priista se pase décadas saltando de una cámara a otra sin tener que pedir el voto y enriqueciéndose enormemente. En el fondo de la demanda de estos demócratas conversos, está la disputa por acceder a la oportunidad de acumular riqueza en base a los millonarios salarios y los negocios que les permiten los altos cargos.
Ante la imposición de los dictados de Peña Nieto, un camino posible para las corrientes opositoras sería profundizar la confrontación, “denunciar” el “dedazo” y organizar la “resistencia” interna apelando a las bases priistas a nombre de las cuales dice hablar”.
Pero, además de tener posiciones y proyectos distintos entre sí, los inconformes están muy desligados de esas bases –que en su mayoría son controladas de manera corporativa por los aparatos de la CTM, la CNC y la CNOP)–, y no tienen ningún interés en levantar alguna demanda de los militantes "de a pie”.
Todo lo contrario, responden más a sectores dirigentes intermedios y arribistas que ven en la permanencia de la élite priista, un obstáculo a sus aspiraciones políticas y materiales. |