El proyecto minero Dominga: la gota que rebalsó el vaso
Que estaba ‘aislado’, que le habían ‘quitado el piso’, que salió a ‘cuestionar’ a Bachelet. El hecho inmediato fue la decisión tomada por el Comité de Ministros que rechazó la aprobación del proyecto minero-portuario Dominga, cuestionado por sus comunidades, de capitales imperialistas (Andes Iron) y en el cual directa o indirectamente desde el ex presidente Sebastián Piñera (como inversionista financiero), Natalia Compagnon (como inversionista inmobiliaria de Caval) y hasta la misma Bachelet (que compró un terreno aledaño a Dominga para sus hijas) habían tenido intereses.
Se trata del rechazo a un multimillonario proyecto que midió la tensión entre economía y medio ambiente, o sociedad, que se transformó en la gota que rebalsó el vaso del comando económico liderado por Rodrigo Valdés, al que acompañaron el subsecretario Alejandro Micco y el ministro de Economía Luis Felipe Céspedes.
Como vocero directo del gran capital, que vio en el cuestionamiento a Dominga una señal de “incertidumbre económica”, Valdés denunció el rechazo: “yo constato que algunos no tienen el crecimiento dentro de las prioridades más altas”. Bachelet, con un golpe de autoridad, respondió: “Necesitamos que el crecimiento vaya de la mano con el cuidado del medio ambiente (…) hay gente que cree que, si uno se preocupa por el medio ambiente, la economía no va a poder seguir creciendo”.
La tensión interna escaló hasta la renuncia de Valdés, Micco y Céspedes y el nuevo cambio ministerial del gobierno de Bachelet, a tan solo tres meses de las elecciones y seis meses que termine la administración.
Por un lado, es una crisis que expresa los intereses reales del gran capital contra la sociedad. Por otro, el fracaso de un “progresismo” que intenta compatibilizar sociedad y economía (o los intereses del gran capital con los del pueblo trabajador), que ahora hace agua. Más inmediato, una crisis para recrear un relato progresista de fin del gobierno, con proyectos “valóricos” como el aborto en 3 causales, el matrimonio igualitario, y ahora el respaldo al medioambiente.
El comando económico y el regreso de Piñera
Sebastián Piñera, probable próximo presidente, salió a fijar su posición: es una muestra del “desorden” y “derrumbe” del gobierno, y más que un cambio de gabinete, hace falta un “cambio de gobierno”, que ponga el centro en el “crecimiento”. Es la posición de un vocero del gran capital, pero que representa los deseos e intereses de toda la clase capitalista que salió a cuestionar el rechazo al multimillonario proyecto Dominga, a apoyar a Valdés, su defensa del “crecimiento” y los intereses del capital en un próximo gobierno.
El viejo núcleo de la Concertación tomó la defensa de Valdés y del crecimiento alineando su agenda con los intereses del gran capital y de Piñera. “La tarea número uno es crecer, todo lo demás es música” había dicho el ex presidente concertacionista Ricardo Lagos (2000-2006).
Es la muestra de las exigencias del bando económico de todo el gran capital, de la derecha y como muestra este episodio, de un amplio núcleo de la centro-izquierda y del propio gobierno, que denuncian una “devaluación del crecimiento económico”, y piden poner todo el centro en el ajuste fiscal y las políticas que incentiven a los empresarios, nacionales y extranjeros a invertir.
Obviamente, nadie del Gobierno, ni Piñera, ni los empresarios, ni Lagos ni Bachelet denunciaron el masivo proceso de despidos en Andes Iron, gran multinacional que inmediatamente rechazado el proyecto Dominga dejó en la calle a la mitad de sus trabajadores, mostrando que lejos de importarle los empleos y la clase trabajadora, el cuidado del medio ambiente y las comunidades, sólo le importan sus ganancias.
El fracaso de la ilusión y la vuelta al “gobierno económico”
La renuncia de Valdés y el comando económico fue una protesta política como expresión de los intereses y deseos fundamentales de la clase capitalista, respondido con un golpe de autoridad por parte de Bachelet para un relato “progresista”.
Un relato que intenta reforzar de cara al fin del gobierno y del fin de la coalición gobernante Nueva Mayoría. De diferenciación de Bachelet con Piñera, que le permita mantener su marca en cualquier evento futuro. Relato que no obstante, esconde una farsa, pues Rodríguez Grossi, el nuevo ministro de Economía, es miembro de directorios de grandes capitales, fue tres veces ministro de Lagos (Economía, Minería y Energía), presidente ejecutivo del cuestionado y contaminante proyecto Alto Maipo, resistido por sus comunidades, y según el Centro de Investigación Periodística (CIPER) es "hincha fanático de los empresarios".
Es la fricción de un gobierno que ni responde a los intereses del gran capital de forma completamente concentrada (que en su primer momento apostó por Bachelet como mejor arma de contención de “las calles” y que luego abandonó), ni responde a los intereses de las masas que luchan por sus derechos, en este caso de las comunidades frente a la destrucción medioambiental. Es la fricción de un gobierno que intenta arbitrar el conflicto vivo entre sociedad y economía, entre los intereses del pueblo trabajador, tomando sus “demandas”, y medidas y proyectos que respetan la herencia e institucionalidad de la dictadura.
Un gobierno que “no satisface ni a dios ni al diablo”, que fue el intento de Bachelet de “recoger” la agenda y demandas de “las calles” para canalizarlos vía institucional, que usando las reglas, el marco de la dictadura y la transición pactada, sólo fortalece las debilitadas instituciones del viejo régimen y la vuelta de Piñera.
No es que lo de Valdés expresa la pérdida de hegemonía de la economía en la política, sino que se agotó el proyecto de “armonizar” la sociedad y sus demandas con el proyecto del gran capital, que demanda un gobierno fuerte y decidido a aplicar su agenda, contra la sociedad. Es el intento de la vuelta de la subordinación total de la política a la economía del capital. Es la demanda del comando económico de un gobierno que represente el programa más acabado para ajustar la economía sobre el pueblo trabajador y otorgar seguridad a las inversiones capitalistas, tal como intenta Macri en Argentina o más ofensivamente Temer en Brasil.
Es la crisis del fin de un gobierno que montando un relato progresista, contuvo “las calles” y fortaleció la agenda del gran capital, y que abre el paso a un proceso de retorno de un gobierno económico del gran capital, libre de ataduras para llevar a cabo sus planes.
No obstante, inevitablemente chocará con la “sociedad”, con la clase trabajadora, comunidades, estudiantes y las calles, y planteará la necesidad de una resistencia activa y una izquierda como alternativa de combate y de independencia política frente a cualquier falso proyecto “progresista” que vuelva a abrir el camino al comando del capital. |