Chimalhuacán un rostro de la impunidad
El 28 de junio de 2010, Mariana Lima le había anunciado a su madre con alegría que dejaría a su esposo, con quien vivía día a día humillaciones y agresiones. No estaba dispuesta a seguir viviendo así. Se despidió de su madre y fue por sus cosas a su casa. La mañana siguiente, Julio César Hernández Ballinas llamó por teléfono para avisar que Mariana se había suicidado. Después de la llamada, el primer pensamiento de Irinea fue que él la había matado. Recordó la vez que la tiró por las escaleras; el día en que le echó el carro encima. El mismo Ballinas le dijo a Irinea que mataría a su hija, y después la arrojaría a la cisterna. Al Ministerio Público le bastó el argumento de Julio César para cerrar el caso como “un suicidio por ahorcamiento”. Ballinas es policía.
El camino por la justicia
Irinea ha caminado un complejo y difícil camino de búsqueda de justicia, que ha implicado no sólo enfrentarse a la misoginia de las instituciones desde Ministerios Públicos hasta jueces y Comisiones de Derechos Humanos, sino también ella y su familia han sido objeto de agresiones y amenazas que la obligaron a desplazarse de manera forzada de su hogar. Sin embargo, la búsqueda de justicia la empujó a las calles, a los medios, junto a otras madres que luchan por justicia para sus hijas.
Es así que en marzo de 2015, la Primera Sala de la SCJN emitió una sentencia donde el proceso del caso de Mariana Lima tenía que investigarse de nueva cuenta como presunto feminicidio. Resolución que es un precedente histórico para todos los casos donde exista violencia de género.
Tuvo que pasar más de un año para que fuera detenido Hernández Ballinas, el asesino de Mariana. Aún recuerdo como Eruviel Ávila anunció con bombo y platillo la detención del feminicida, declaró que: “El juez, estoy cierto, le habrá de imponer una sanción ejemplar [...] para que le quede claro a aquellos que se atreven a tocar a una mujer, que sepan que vamos sobre de ellos”.
Esta declaración se desvanece ante el actuar de los gobiernos priistas de los últimos años. No sólo porque se ha incrementado la violencia contra mujeres y niñas en el estado de México, sino también que cuando una mujer está dispuesta a luchar contra la impunidad, es perseguida, hostigada y amedrentada, como es el caso de Irinea y su familia.
A lo largo de estos años, tanto Irinea como otras madres han denunciado la creciente cadena de impunidad en todos los niveles de gobierno. En el caso de Mariana fueron más de veinte Ministerios Públicos los que no quisieron escuchar los argumentos de la familia sobre la inconsistencia de la versión del suicidio de su hija. Los funcionarios públicos tienen como objetivo cubrirse unos a otros.
Un elemento clave para la búsqueda de justicia de Irinea es el acompañamiento a del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) y de otras organizaciones, mujeres y madres que también buscan justicia.
Hoy la vida de Irinea y su familia está en peligro. Vivimos en el país de la ignominia, donde otras madres han sido agredidas como Norma Andrade en Ciudad Juárez, o Marisela Escobedo, asesinada frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua. Por ello, se hace indispensable que las organizaciones de derechos humanos, las organizaciones sociales, de mujeres, arropemos la lucha de Irinea y de las madres que buscan justicia para sus hijas. La respuesta frente a la violencia machista será la que demos las mujeres, organizadas y movilizadas, desconfiando de este Estado feminicida, que sienta las condiciones materiales para que la violencia se reproduzca impunemente. En memoria de Mariana y de otras víctimas de violencia machista que se extienda la voz de lucha contra el feminicidio.
Como ha señalado la Doña Irinea: “No nos van a detener, seguimos buscando justicia. Guardar silencio es como cerrar los ojos en la oscuridad, nada cambia… yo no me callé, mi familia y yo no nos callamos ¿tú qué vas hacer?”
¡Si tocan a una, nos organizamos miles! |