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La Izquierda Diario
17 de diciembre de 2014 Twitter Faceboock

La muerte nuestra de cada día (el pan sigue faltando)
María del Carmen Verdú | militante de CORREPI en el ENA
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Fotografía: Angelines Lago

Todos los años, hacia el cierre del último trimestre y a la hora de realizar el análisis de la situación represiva anual del último período, se nos presenta el mismo dilema: ¿dónde poner el corte de tiempo? -y éste no es un dilema de días u horarios, sino uno que parte de la amargura de los hechos-. Entendemos que es prioritario visibilizar y luchar contra la represión de todos los días, por eso elaboramos el Archivo de personas asesinadas por el estado, por eso actualizamos el registro de casos del último período. El problema del corte, es que la represión no se corta.

El 5 de diciembre, cayó muerto un muchacho de 25 años en la localidad de Rafael Castillo, zona oeste del Gran Buenos Aires, tras haber recibido los disparos de un subteniente de la Policía Bonaerense a quien le habrían robado la moto.

Al día siguiente, Michel Alberto Suárez "Noa", de 20 años, moría en el hospital municipal de la ciudad de Quequén, luego de haber sido trasladado desde la dependencia de la subcomisaría 2ª de esa misma ciudad. Horas antes había sido detenido, acusado de haber participado en la rotura de una ventana de la Unidad Básica del Partido FE, cuyos referentes nacionales son el gobernador de Córdoba José Manuel De la Sota y el dirigente del gremio gastronómico Gerónimo "Momo" Venegas. La versión policial afirmó que fue hallado muerto "suicidado por asfixia". El parte médico describiría después que su cuerpo tenía marcas de golpes en el rostro, los hombros y la espalda.

El mismo 6 de diciembre, pero en la localidad de González Catán, partido de La Matanza , caía muerto de dos balazos un muchacho que habría querido robar al cabo Mariano Acevedo de la Policía Federal cuando ingresaba a su finca en el cruce de Fajardo y Urdaneta.

El 8 de diciembre, Damián "Pitu" Fernández de 18 años, bajaba de su casa a la plaza del barrio en Libertador y 9 de julio, localidad de San Martín, para compartir con sus amigos un pedazo de torta por el festejo del cumpleaños de su hermana. Una bala lo alcanzó en el camino, producto de una persecución policial que pasaba por una de las laterales de la plaza. Cayó muerto en el acto. La explicación del policía interviniente fue: "Ya lo matamos, ¿qué quieren que hagamos ahora?".

El 9 de diciembre, Pablo "el Rengo" Peralta moría en la Unidad Carcelaria de la ciudad de La Banda , Santiago del Estero, "por causas naturales", según diría el informe oficial. Días más tarde se comprobaría que había estado varios días sometido a condiciones infrahumanas en la "celda de castigo" N° 10, y que luego de haberse descompensado, producto del aislamiento, fue hallado sin vida en una celda común.

El 10 de diciembre, en la localidad de Pablo Nogués, partido de Malvinas Argentinas, Osvaldo Antonio Asua Chilavert, de 17 años, fue fusilado por el sargento de la Bonaerense Fernando Santiago Gómez, quien luego diría que había querido asaltarlo.

Al día siguiente, en la localidad de Los Hornos, un oficial del CPC La Plata asesinó de un tiro en la cabeza a un muchacho de 16 años que habría querido robarle la moto. El mismo día, pero en el Hospital de Urgencias de la ciudad de Córdoba, moría otro muchacho de 18 años, producto del balazo recibido por un efectivo de la policía provincial, después de haber sido identificado como "motochorro" por una vecina que esperaba el colectivo. Ninguno de ellos fue identificado. Sus nombres se perdieron en las balas.

El mismo jueves 11, en Rosario, Rodrigo Udi, de 18 años, fue fusilado por personal del Comando Radioeléctrico y de la comisaría 12ª, en el barrio Ludueña. “Matalo que ya lo conocemos”, dicen que dijo uno de los policías antes de los disparos, que desde luego ellos presentaron como un “enfrentamiento”. Rodrigo participaba del Movimiento Padre Mugica, uno de cuyos referentes desmintió que el pibe estuviera armado cuando fue acorralado por los policías en un pasillo de la villa.

Siete pibes, entre 16 y 25 años, asesinados por el aparato estatal en siete días. En diferentes lugares del país, pero todos iguales: jóvenes y pobres. Acribillados cuando trataban de escapar, acorralados, o muertos en el silencio de una celda.

Imposible que no resuene aquello del “disparo de prevención” del que hablaba Rodolfo Walsh en su célebre artículo “El enigma de La Matanza : la secta del gatillo alegre”, donde sentenciaba: “Así como hay apenas media docena de chistes básicos que admiten infinitas variaciones, la crónica policial (…) registra media docena de historias que pueden tomarse de modelo. Una de ellas es la siguiente: "En horas de la noche de ayer, una comisión de la comisaría primera de tal lugar observó a varias personas en actitud sospechosa. Al acercarse a interrogarlos, fueron recibidos por una descarga cerrada, generalizándose un tiroteo a cuyo término encontraron heridos de muerte a N. N., con antecedentes por robo, y X. X., cuya identidad se procura establecer. Junto al cadáver de uno de los malhechores se halló un revólver 38 con dos cápsulas servidas”, a lo que agrega que, naturalmente, “…los antecedentes los pone la policía, y el revólver también…”.

Imposible no recordar el párrafo más irónico de la nota, que podría haber sido escrita hoy: “Como todo el mundo sabe, la melancolía que inspiran las altas paredes de una celda fomenta negras ideas en los jóvenes débiles de espíritu, los ebrios, los chilenos carteristas y, en general, la gente sin familia que pueda reclamar por ella”.

Argentina, a las puertas de 2015. El muerto nuestro de cada día. El pan, sigue faltando.

 
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