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La Izquierda Diario
10 de septiembre de 2014 Twitter Faceboock

Dilma Rousseff: La candidata del PT engaña a los trabajadores
Daniel Matos

Muchos trabajadores dicen que van a votar a Dilma porque durante el gobierno del PT la vida de cada uno (y de sus familiares y conocidos) mejoró, si se la compara con la del gobierno del PSDB de Fernando Henrique.

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Fotografía: Reuters

Es verdad que el desempleo disminuyó y el aumento del salario mínimo o los programas asistenciales permitieron poner más comida en la mesa. Sin embargo, eso fue así a partir del crecimiento excepcional de los últimos años, ayudado por el crecimiento de China y el flujo de capital extranjero que ingresó al país.

La realidad que el PT trata de esconder todo el tiempo es que los grandes ganadores de todo este período fueron los capitalistas, que tuvieron ganancias récord, mientras los trabajadores recibimos la menor porción de la torta.

Esto fue posible porque el PT controla con mano firme la mayoría de los sindicatos (vía la dirección de la CUT y otras centrales sindicales) que a cambio de cargos, dinero y privilegios para los dirigentes sindicales, bloquearon o directamente traicionaron las luchas por una vida realmente digna.

Múltiples beneficios para los que financian las campañas electorales

El PT intenta vender la imagen de que los tucanos (PSDB) son los privatistas, pero esconden que las asociaciones público-privadas impulsadas por los gobiernos de Lula y Dilma continuaron el proceso privatista iniciado por las presidencias de Collor y FHC, entregando a los capitalistas el petrolero, hospitales públicos, hidroeléctricas, puertos, carreteras y vías férreas.

Esto enriqueció aun más a los mayores financistas de las campañas electorales, que son las grandes empresas que reciben miles de millones de dinero fácil del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) para contratar mano de obra precarizada en un régimen de trabajo semiesclavo, provocando verdaderas rebeliones de los peones de la construcción civil como vimos en las grandes obras hidroeléctricas Jirau, Suape, Belo Monte etc.

La cuenta la pagamos nosotros

Dilma no puede dejar de reconocer que el desempleo volvió a aumentar y la inflación se hace sentir en el bolsillo de los trabajadores, pero culpa a la crisis económica mundial. Los candidatos de los capitalistas esconden que los miles de millones en subsidios fiscales dados a los empresarios sirvieron para preservar sus ganancias en lugar de impulsar planes de obras públicas que ayuden a revertir esa situación.

Cuestionada por los sindicalistas, Dilma prometió que no va a quitar derechos laborales. Sin embargo, no dice que en la crisis de 2009 el PT impulsó acuerdos entre sindicatos y patronales para flexibilizar nuestros derechos, y ese mismo año el gobierno propuso una reforma legislativa que permitiría que todas las empresas que adujesen crisis pudiesen suspender los contratos de trabajo por un año (hasta ese momento solo algunas empresas podían hacerlo y solo por cinco meses).

Otra vez, promesas

El principal “pase de magia” que hace el PT fue tratar de vender la imagen de un país que avanza con empleos precarios y programas asistenciales mínimos, escondiendo que los derechos más elementales de los trabajadores siguen siendo negados. Seguimos sufriendo año tras año las inundaciones, las filas en los hospitales, la precariedad en las escuelas, la violencia policial, los transportes carísimos y rebalsados.

Fue contra esta realidad que en Junio de 2013 la población salió a las calles y retomó el camino de las huelgas obreras a lo largo de todo este año.
Para no tener que enfrentarse con el descontento de la población, Dilma hace todo tipo de promesas, pero esconde, al igual que los otros partidos capitalistas, que la mitad (42%) de los impuestos pagados por la población está destinada al pago de intereses y amortizaciones de deudas a los grandes banqueros e inversores internacionales. Sin terminar con esa sangría será imposible responder realmente a las demandas de la población.

 
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