En 1985 comenzaban su jornada laboral alas 7am más de mil costureras en la fábrica de San Antonio Abad, en aquel entonces se habló de 300 obreras muertas, sin embargo, nunca se dio una cifra oficial, aunque años después de la tragedia se daría la cifra de 1600 obreras fallecidas.

La zona, que hasta ahora se mantiene con un buen número de fábricas textiles en donde se contrata en terribles condiciones a mujeres sobre todo, muchas de ellas madres solteras, otras cuantas migrantes, colapsó una vez más durante el terremoto del 19 de septiembre.

La mayoría de las costureras en nuestro país trabajan a destajo, en fábricas ubicadas en edificios dañados hace años, en pésimas condiciones de higiene y de trabajo, con mesas una tras otra que de ninguna manera son pensadas para salvaguardar la vida de las obreras ante una emergencia.

Los derechos humanos y laborales de estas obreras son violados todos los días, algunas incluso trabajan en fábricas clandestinas que no garantizan de ninguna manera la seguridad de las obreras, los patrones se lavan las manos demostrando que para ellos, las obreras son un objeto más en la fábrica de la que sacan sus ganancias.

Después de la tragedia de 1985 no solo se dejó ver la solidaridad en el desastre, sino que esto desató la organización del primer sindicato en México con mayoría de mujeres, el Sindicato 19 de septiembre, representante de trabajadoras y trabajadores de la industria de la costura y textilera.

Hoy, como hace 32 años es necesaria la solidaridad de clase, la unidad de las luchas de las y los trabajadores que pelean por mejores condiciones de trabajo, un salario digno y seguridad social. Las vidas de obreras y obreros valen más que las ganancias de cualquier empresario, y solo con unidad de las luchas y peleando juntos podremos arrebatar a patrones y gobierno mejores condiciones para las y los trabajadores de este y otros gremios.