Héctor Rodarte Cedillo tiene 27 años. A los 20 perdió la pierna y vive en la colonia Vicente Guerrero de la comunidad de Tlatenchi, allí mismo en Jojutla. Vive de limpiar ventanas y vender dulces. Organizó la brigada 9 para recorrer las calles ayudando a los residentes a recuperar fotos familiares y otras pertenencias de sus dañadas viviendas, a limpiar casas a punto de venirse abajo.
Y es que ejemplos como él son significativos. Los pobres, los jóvenes a quienes les quitaron su futuro, sin derecho a la educación, sin salud gratuita, sin un trabajo digno son los primeros en ofrecer respuestas a la tragedia. La solución no viene del régimen, ni de sus partidos, mucho menos de los empresarios y los sectores más explotados, los que no tienen nada que perder, son los que en primera fila se ponen al frente.
Jojutla es una de las ciudades más azotadas por el sismo del 19S, donde miles de jóvenes, estudiantes, trabajadores y pueblo pobre decidieron salir a ayudar. Con palas, picos, mazos, guantes de carnaza, botas de casquillo miles salieron de sus hogares para ayudar.
En medio de todo ello la ira de la población afectada y los civiles que ayudan se expresaron de inmediato. Osorio Chong salió corriendo de Chimalpopoca y Bolívar. En Morelos, pobladores tomaron la bóveda del DIF para recuperar lo que el gobernador de la entidad, Graco Ramírez, se había robado. En Tlalpan cientos de personas forcejearon con el ejército para recuperar el control de la zonas. Todos los que ayudan están enojados, con ira, contra el gobierno y sus partidos políticos.
El gobierno de Peña Nieto usó al ejército con el Plan DN3 para boicotear el trabajo de la gente en el sismo. El ejército, institución vinculada a la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, intenta lavarse la cara con tareas humanitarias. Pero la juventud rechaza su intervención. Varios fueron los puntos de tensión.
Y como los partidos políticos del régimen están vinculados a escándalos de corrupción y nadie les cree se instalaron, por cientos, centros de acopio: más o menos unos 600. Evitando así que la energía sea canalizada en centros oficiales: todos piensan que los partidos del régimen se robarán la ayuda.
En medio de la tragedia la juventud tomó las calles, los “milleanials” con sus apps, ocuparon las escuelas y por miles realizan caravanas, brigadas de ayuda y se visten con orgullo las ropas de la capa más explotada de las filas del proletariado: el albañil. Casco amarillo, linterna y botas, guantes portados con orgullo.
La historia de Héctor Rodarte Cedillo es la de la impotencia del gobierno. Al mismo tiempo es la muestra que en medio de la tragedia la Ciudad, Puebla y Morelos por unos días se ha vuelto nuestra: se las arrebatamos con la solidaridad, la ayuda mutua y la acción colectiva. El pueblo pobre es el personaje estelar, la estrella que cruzó el firmamento en medio de la catástrofe. |