Fotografía: Juan Felipe Rubio
Las primeras señales que entregaba el equipo -que en pocos días comenzó a conducir el casi desconocido Jorge Almirón, DT que llegaba a Avellaneda sin grandes pergaminos- no podían ser más auspiciosas. Un triunfo 2-0 en cancha de Banfield ante Belgrano de Córdoba por Copa Argentina que fue un comienzo casi soñado, después de la pesadilla de jugar en segunda división: dominio del partido de punta a punta, con juego asociado y pelota al ras del piso. Si el balón hablara, esa tarde hubiera exclamado “¡Al fin te acordaste de mí, Independiente!”. El siguiente partido, por la primera fecha del campeonato ante Atlético Rafaela fue un 3-0 en la misma línea de juego, con el equipo concentrado en el arco rival, delanteros bien despiertos (Pizzini, Riaño, Lucero) y superando holgadamente al equipo de Santa Fé. Era la fiesta del regreso a Primera y el rojo irradiaba el fútbol que lo hizo autoproclamarse “orgullo nacional”.
Pero en la segunda fecha, volvieron las dudas. Un equipo anodino, enredado, confuso, le cedió el protagonismo a Estudiantes de La Plata, que en el Estadio Único suele no desaprovechar ningún regalo. El rojo perdió 1-0 de pelota parada pero daba la sensación de que no podía darlo vuelta nunca. La parcialidad roja se refregaba los ojos ¿Había sido un espejismo el Independiente de los partidos anteriores?
Y si en el juego Independiente comenzaba a hacer agua, 4 gotas iban a rebalsar el vaso: Vélez goleaba 4-0 en el Libertadores de América. Los viejos fantasmas volvían a sobrevolar en la noche de Avellaneda.
En menos de una semana, la pesadilla parecía profundizarse cuando en la visita a Bahía Blanca el local Olimpo arrancaba el segundo tiempo ganando y el rojo no encontraba la brújula. Pero a menos de 5 minutos del final, la aparición oportuna de Penco y –en tiempo adicionado- el amor propio de Mancuello, redundaron en una victoria impensada, en una cancha dificilísima.
Esa excursión bahiense le permitió a Independiente recuperar la confianza. Llegaba un Domingo esperado hace más de un año: volver a jugar el clásico ante la Academia. Y en esa tarde de sol inolvidable para los rojos, de nuevo se encontró con un rival que lo dominaba en los primeros pasajes del partido pero –a diferencia del encuentro contra Olimpo- no se desesperaba ni perdía la calma. Ni siquiera el gol de Milito, producto de una distracción inentendible de la defensa, lo desesperó. En pocos minutos llegó una falta muy dudosa que le permitió enhebrar la jugada del empate.
Otra vez “Motoneta” Penco sorprendiendo a propios y extraños. Y casi sin dar respiro, Mancuello vuelve a vestirse de héroe para asegurar el triunfo de la escuadra roja.
El último fin de semana, con el envión anímico del clásico ganado pudo superar a Banfield en el Florencio Sola, por la mínima diferencia y con justicia, pero sin que le sobre nada.
A esta altura, habiéndose jugado ya un tercio del campeonato, cabe preguntarse si Independiente mantendrá un rol de protagonista y animador del torneo o si llegó al cuarto puesto por obra de la fortuna y la casualidad.
Hay que ser realistas: Independiente está todavía lejos de ser un equipo sólido. Todavía deja muchas dudas en defensa, sobre todo cuando intenta ir al ataque con mucha gente, regalando espacios y embotellándose en esos intentos ofensivos poco claros, ideales para la contra rival. En ese marco, un punto fuerte es el Ruso Rodríguez, un arquerito con mucho futuro que mantiene un gran nivel.
Los puntos altos podemos encontrarlos en lo anímico: Independiente sabe que puede salir adelante en la adversidad, que puede dar vuelta un resultado, y ese es el aspecto clave de este equipo. Los enfermeros que le inyectan este optimismo son dos jugadores que hace rato dejaron de ser actores de reparto y piden el protagónico: Federico Mancuello, que está en un momento superlativo y es el más claro en el mediocampo, y Sebastián Penco, un jugador limitado técnicamente pero que es consciente de eso y –por lo tanto- busca superar las limitaciones a fuerza de voluntad. Un optimista del gol.
El técnico Almirón tuvo el desatino de meter mano en demasiadas ocasiones (nunca repitió formación hasta el momento), lo que en su momento generó cortocircuitos con el plantel, particularmente con Pisano. Pero con los resultados favorables, esos chispazos se fueron superando, además de que Pisano –de manera irregular- demuestra merecer la titularidad.
La gran ventaja de Independiente es que goza de una tranquilidad de 12 puntos en 6 fechas, ventaja que le permite trabajar para neutralizar todos los aspectos flojos que tiene. Mientras tanto, dejemos que la parte roja de Avellaneda suspire aliviada observando a su equipo dar pelea entre los primeros. |