En esta serie de artículos se analiza la recepción del jazz en Italia y Alemania entre 1920 y 1945. Hoy, la tercera y última parte, que tiene su eje en la Segunda Guerra Mundial.
Introducción
No hay registros de que Hitler haya escrito o dicho “jazz” alguna vez en su vida, pero el programa nazi rechazaba todo tipo de modernismo en las artes, dado que consideraba al mismo como decadente y foráneo a la cultura alemana. Pero la falta de interés del Führer no va a implicar que las personas encargadas de la política cultural de la Alemania nazi (Goebbels, principalmente) no tuviesen en cuenta el fenómeno.
En el caso italiano, en el que el jazz había tenido una mayor aceptación por parte del régimen, la alianza con Alemania y la profundización de la ideología racista van a provocar un endurecimiento de las políticas respecto a este género musical.
Esto no va a implicar sin embargo que el jazz haya sido sujeto a una persecución sin cuartel por parte de los regímenes fascistas: dada su ineficiencia, las luchas internas y la corrupción generalizada, existieron varias fases y estilos en la política cultural de ambos países, algo que se analizará con mayor profundidad a continuación.
Los 30: fascismo y sociedad
Cuando los nazis ascendieron al poder en el estado de Turingia, en 1929, una de sus primeras medidas en el ámbito cultural fue la prohibición de la música de negros y judíos, algo que implicaba que no podía sonar en las radios y en locales nocturnos y se ilegalizaba adicionalmente la venta de discos del género. Este tipo de medidas rara vez era perseguido por las autoridades, pero servía de cobertura para ataques de fuerzas parapoliciales como la SA. Los raids contra locales eran comunes, aunque existían excepciones toleradas debido a que servían para entretener y financiar a las mismas fuerzas de seguridad.
Este esquema, implementado a nivel nacional a partir de 1933, persistió casi sin modificaciones hasta el comienzo de la guerra. La censura se implementaba de forma despareja y pronto surgió una pequeña comunidad de músicos y espectadores. Sin embargo, estos grupos no eran similares a los de los años 20. En la República de Weimar no existía ningún tipo de límite inmigratorio debido a las condiciones que habían sido impuestas después de la Primera Guerra Mundial, por lo que los músicos extranjeros proliferaban. A partir del ascenso de Hitler, en cambio, el hostigamiento a los extranjeros provocó que muchos abandonaran el país, dejando solo a un pequeño grupo que muchas veces se veía obligado a vivir en la clandestinidad. Muchos músicos locales, a su vez, fueron conscriptos una vez que empezó la guerra, y para los judíos, medio-judíos, roma, o afrodescendientes solo quedaba el exilio o el campo de concentración. El “verdadero” jazz se encontraba entonces fuertemente amenazado por estas políticas, algo que tuvo una repercusión inmediata en la calidad de la música.
También estos años verán surgir intentos de crear un jazz fascista, o más bien una música ligera que pudiera competir con las radios extranjeras. Esta cuestión se puede ver más profundamente en el caso italiano, en el que se mezcló el jazz con la canzonetta y la tradición del bel canto, algo que generó una combinación muy exitosa en el país. El caso alemán, en cambio, generó música que no era aprobada por los críticos pero que si dominó las radios y las ventas durante esos años debido a las restricciones impuestas para la compra de música extranjera.
Los 40: fascismo y propaganda
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial provocará un quiebre en la política respecto al jazz por parte de los regímenes fascistas, que después de años de perfeccionar un régimen interno totalitario debían enfrentar el uso que hacían los aliados de la propaganda a través de la radio de larga distancia.
Las tropas distribuidas en Francia, por ejemplo, lograban captar fácilmente las radios británicas, que ofrecían una combinación de jazz y guerra psicológica. Debido a la calidad de la música ofrecida, estas radios eran escuchadas con fervor por una gran parte de las tropas, lo que provocó que la Wehrmacht empezara a negociar con Goebbels una liberalización de las transmisiones radiales alemanas, que empezaron a incluir jazz más puro y de mejor calidad para competir y mantener el ánimo de las tropas.
También existía una ofensiva para realizar la misma operación sobre suelo británico: esto llevó a la creación de Lord Haw-Haw, el locutor de German Calling, un programa radial que se transmitía al Reino Unido. Este programa incluía la misma combinación utilizada por los ingleses, llegando al punto de utilizar bandas que trataban de imitar el sonido de las bandas de jazz británicas.
Estos desarrollos fueron en cierta medida un incentivo a la grabación y distribución de jazz en Alemania e Italia, provocando un nuevo florecimiento del género, algo que llevó a ciertos autores posteriores a considerar que el jazz se encontraba íntimamente relacionado con el fascismo.
Conclusión
El fascismo veía en el jazz un peligro moral y cultural, que intentó reprimir en la medida en que pudo. Sin embargo, estos ataques variaron en fuerza, nunca llegando a suprimir completamente al género y la vida nocturna que lo rodeaba. Y las necesidades de la guerra impusieron muchas veces límites a la rigidez ideológica, motivando la creación de imitaciones que resultaban más agradables a los oídos de Goebbels pero cuyo parecido a lo que hoy en día se conoce como jazz es difícil de encontrar.
Esta relación dual va a implicar un problema para muchos de los críticos culturales y comentaristas del tema, dado que los primeros estudios del tema tenían tesis monolíticas sobre los regímenes fascistas, que no reconocían que existían a la vez varias tendencias en disputa, y que en varios casos las consideraciones ideológicas eran dejadas de lado por necesidades prácticas inmediatas, algo que se nota en particular en el período de la Segunda Guerra.