A modo de herencia de las décadas neoliberales la política burguesa discurre hoy en una cierta dualidad entre la “videopolítica” y la política tradicional apegada al “territorio”. Esa forma dicotómica no parece ajena al modo particular en el que se desarrolla la política económica. La “comunicación” de las políticas económicas parece poseer a veces un peso mayor que las políticas mismas. Los anuncios sobre los movimientos de la tasa de interés de la Reserva Federal Norteamericana, están pensados milimétricamente para contener a los “mercados”. El campo de los “mercados” aparece como esfera autónoma, objeto de una suerte de “videoeconomía”, separado de la llamada economía real que, podríamos decir, se juega en el “territorio”. |
La forma de precio
Los años de neoliberalismo avanzaron en una progresiva separación entre el mundo de lo que los economistas gustan llamar el “mercado” y el mundo de la economía real. Esa relativa desintegración y el volumen alcanzado por las operaciones financieras están en el origen de aquello que -con lucidez- Summers definió como estancamiento secular. Esto es que la economía mundial se dirime entre las burbujas especulativas y el estancamiento. No es que las burbujas sean una novedad en la historia del capitalismo, no lo son. Por ejemplo y para hablar de historia lejana, baste recordar la reconfiguración de París a manos de Haussman, luego de la derrota sangrienta de la revolución de 1848 y el ascenso al poder de Luis Bonaparte en el ‘52. Como dice David Harvey, la remodelación a gran escala de París permitió volver a juntar al capital sobrante con la mano de obra excedente. Y París se convirtió en la “ciudad luz” pero el sistema financiero gigante y las estructuras de crédito en las que se apoyaba, se vinieron abajo en la crisis de 1868. Se trató de una burbuja inmobiliaria. Pero la diferencia específica que se verifica en la actualidad y en particular durante las últimas décadas es que las burbujas -como la de las “punto com” o la inmobiliaria-, parecen haberse convertido en norma y motor necesario de la acumulación del capital.
Decía Marx hace ya muchos años en el capítulo III de El Capital que en la forma de precio, es decir en la forma bajo la cual los valores se manifiestan en el mercado, estaba implícita la posibilidad de incongruencia cualitativa entre el precio y la magnitud de valor. Esto es, que aquella forma admitía la posibilidad de que los precios no den cuenta de manera directa de los valores –tiempo de trabajo social necesario- que representan. La norma sólo se imponía –decía Marx- como ley promedial. La relación entre los valores y su forma de manifestación ocupó parte fundamental del trabajo de Marx. A decir verdad la incapacidad de resolver la contradicción entre sustancia y forma de manifestación, la imposibilidad de comprender por qué las cosas no se manifiestan directamente como fueron gestadas, de explicar por qué una esencia dada se manifiesta bajo una tal apariencia, en definitiva, la imposibilidad de explicar la realidad, fue la tormenta que hizo naufragar a la teoría de Ricardo y con él, al barco de la economía política clásica.
A casi 150 años de El Capital y en una escala verdaderamente “ampliada” de producción de capital ficticio, la distancia sideral entre el valor efectivamente creado y los precios –si se nos permite la licencia de tomar el concepto extensivamente- reaparece no sólo como problema con aristas novedosas –en cuanto a la necesidad de su interpretación teórica-, sino fundamentalmente como emergente de los límites para la valorización del capital. En gran parte la necesidad de la creación de burbujas -en última instancia, precios- para contrarrestar la incapacidad del capital de acumularse de manera ampliada como valor efectivamente creado –estancamiento-, pone de manifiesto aquella posibilidad enunciada por Marx pero llevada hasta el paroxismo. La burbuja como modo necesario de expansión lleva inscripto en su nombre la amenaza permanente del cumplimiento de la “ley promedial”. Dicho más sencillamente, la burbuja por definición es algo destinado a estallar y hacer cumplir la ley según la cual los precios se acomodan a los valores efectivamente creados. La economía burguesa le puso el nombre de estancamiento secular pero es un síntoma de las tendencias autodestructivas del capital y un factor explicativo de la oscilación entre el crecimiento débil y la inestabilidad permanente.
Equilibrio inestable de la Reserva Federal
Las políticas de expansión cuantitativa y las tasas de interés históricamente bajas constituyen el elemento central que permitió la recuperación –aún débil- de la economía norteamericana. La debilidad de la inversión no obstante, determinó la migración especulativa de grandes masas de dinero en busca de rápida rentabilidad en los denominados mercados emergentes y en los mercados a futuro de materias primas. La fortaleza relativa de la economía norteamericana da la señal de alarma que le indica a la Reserva Federal la necesidad de incrementar las tasas de interés. Pero la señal de alarma se combina de un lado con el desmoronamiento de los precios del petróleo, de otro con la debilidad de Japón y Europa y finalmente con el fortalecimiento del dólar. De un modo tal que la inestabilidad se pone de manifiesto como desvalorización de las monedas de los llamados mercados emergentes en relación con el dólar.
La expresión más aguda de este proceso es la debacle del rublo alimentada a su vez por elementos de guerra de precios y tensiones geopolíticas. Según Financial Times, las empresas rusas tienen alrededor de 600 mil millones de dólares de deuda externa mientras las sanciones occidentales redujeron la capacidad de los bancos nacionales para proporcionarles financiación. Los bonos emitidos por Gazprom, una de las empresas emisoras de deuda más grandes de los mercados emergentes, cayeron llevando los rendimientos del 6 al 10% en unos pocos días. Con el negocio del petróleo en caída y el rublo devaluándose aceleradamente existe una aguda preocupación sobre cómo las empresas rusas pagarán sus deudas en dólares.
El periódico británico observa también que no sólo Rusia, sino también China, Brasil e India han estado aumentando su endeudamiento en especial en dólares durante los últimos años. Cuando el dólar se revaloriza esas deudas pueden provocar fuertes choques que podrían terminar afectando a la propia economía norteamericana. Si la Fed no incrementa las tasas de interés podría estar ayudando a gestar las condiciones del estallido de una burbuja de más largo plazo. Si las incrementa, podría estar gestando la condiciones de un retorno al estancamiento norteamericano y peor aún, si declama la intención clara de hacerlo, podría empujar un estallido en lo inmediato. Acá es donde empieza a jugar la “videoeconomía” y los mensajes milimétricamente calculados para mantener ese equilibrio inestable que recurrentemente amenaza con romperse para abrir paso a la “ley promedial”. |