En la transmisión del partido que la Selección Nacional empató 0-0 con su par de Perú, Martín Arévalo, comentarista de campo, tuvo una “ocurrencia” poco feliz, pese a su tono “canchero”.
Promediando el primer tiempo, en momentos en que había bajado la intensidad del juego, la cámara hizo un plano del crack peruano Paolo Guerrero (quien actualmente es figura en el Flamengo de Brasil, luego de un paso destacado en el fútbol alemán). El comentarista, acotando sin que se lo pidieran ni el relator Rodolfo De Paoli ni el comentarista principal Ariel Senosiaín, se despachó: “Mamita, no quisiera encontrármelo a Paolo Guerrero a la noche en Constitución, a las 3 de la mañana”.
El comentario que podría calificarse de xenófobo, pero también de gorila, porque el comunicador apuntó al aspecto físico del deportista. Un lugar común, un comentario discriminador innecesario. Es sabido que Plaza Constitución es un lugar de paso de trabajadores ocupados y desocupados, changarines, etc. Muchos de ellos inmigrantes (paraguayos, bolivianos, peruanos, chilenos, dominicanos). ¿Por qué asociar la imagen –en el caso de Guerrero, un morocho corpulento- con algún tipo de peligro? ¿Para qué reproducir en plena transmisión de un espectáculo deportivo el repudiable prejuicio xenófobo de asociar a los inmigrantes de países vecinos con algún tipo de delito?
Seguramente el comentario no apuntaba tan profundo y lo más probable es que Arévalo se lo guardaría si volviera a pensarlo. Pero fue un exabrupto que vale la pena señalar para combatir prejuicios dañinos. |