Las universidades nunca fueron nuestras, del estudiantado los y las trabajadoras; ni estuvieron al servicio de la sociedad como nos repiten una y otra vez. pero el ataque neoliberal que la educación lleva sufriendo los últimos años, con una entrada masiva de empresas que deciden los planes de estudios o dónde va la financiación -algo que la ley de universidades que impulsa Cifuentes, LEMES, pretende acentuar- sumado a un régimen estamental para la “elección” de cargos totalmente antidemocrático, ha convertido nuestras facultades en centros dirigidos por la casta universitaria mano a mano con los intereses empresariales basado absolutamente en la precariedad.
Podemos empezar por la presencia directa de las empresas en la Universidad. Si investigamos el órgano irónicamente llamado “Consejo social”, presente en las universidades desde los años 80 y reforzado con la LOU en el 2001, veremos que bajo un disfraz de “participación de la sociedad en la universidad”, se esconde un órgano que controla el presupuesto universitario con una gran presencia de representantes de grandes empresas, de los partidos políticos del régimen y altos cargos de la casta universitaria. Para hacernos una idea, en el caso de la Universidad Autónoma de Madrid el presidente es elegido directamente por la Comunidad de Madrid, los tres cargos natos corresponden a altos cargos de la universidad como el Rector, solo hay tres representantes de la comunidad universitaria -uno de los estudiantes- pero que son elegidos por el Consejo de Gobierno de la Universidad y no por la propia comunidad, y los trece vocales restantes forman parte de esos “intereses sociales” empresariales y del propio régimen de los que hablábamos.
Pero aún hay más, las empresas han tomado los campus, los pagos solo se pueden hacer en los bancos acordados con la universidad, los mismos que deciden dónde va la financiación y que tienen sede en el campus. Los servicios se privatizan, empeorando el servicio y las condiciones laborales de reprografía, servicios de deportes, limpieza y mantenimiento, cafetería… Estos trabajadores no tienen voz ni voto en la estructura universitaria y se ven totalmente desprotegidos frente a los ataques del concierto empresarial-universitario que decide sobre sus trabajos. Esto ha llevado en algunos casos a la organización y lucha de los trabajadores para mejorar su situación, como hicieron desde el servicio de deportes de la UAM el curso pasado, aún pendientes de juicio por despidos disciplinarios.
Pero además, hay otra vía por la que las empresas se alimentan de la universidad, o más bien, de los universitarios a los que preparan para trabajar a su servicio cuando se titulen. Hablamos de las famosas prácticas en empresas que puedes o debes, según la carrera, convalidar como una asignatura más. Estas prácticas no están remuneradas o la remuneración es tan ridícula que ni si quiera cubre el transporte hasta el lugar de trabajo, aunque sí tienes que pagar tasas por ellas. Y no solo las empresas se alimentan de mano de obra gratuita con la excusa de una formación que suele ser inexistente, también lo hacen grandes instituciones como el Ministerio de Asuntos Exteriores: si tienes suerte y pasas el duro proceso de selección puedes acceder a la oportunidad de trabajar en una embajada o consulado del Estado Español en el extranjero… ¡pagando! Tienes que pagar de tú bolsillo el viaje, el visado, el seguro, el alojamiento, la manutención… con apenas una ayuda simbólica del programa Erasmus si consigues acceder a ella.
Si como estudiante necesitas ingresos para pagar las astronómicas tasas que se han incrementado hasta en un 66% en los últimos años -o un 400% en el caso de los estudiantes extracomunitarios-, puedes intentar trabajar como becario en la universidad, con sueldos ridículos pero realizando el mismo trabajo que funcionarios del personal administrativo. Como contábamos en un artículo anterior, la relación entre funcionarios y becarios llega a ser de 1 a 4 en universidades como la UAM. Además, en ocasiones el servicio se “externaliza” realizándose los pagos a través de fundaciones privadas que sustituyen un servicio público.
¿Y qué ocurre con el profesorado? En las universidades hay un pequeño porcentaje que son catedráticos o profesores permanentes, con mayores sueldos y un elevadísimo poder de decisión sobre los cargos electos y el funcionamiento de la universidad. Sin embargo, la mayor parte de la carga docente la soportan los profesores asociados, una figura inicialmente pensada para clases o conferencias puntuales de expertos en determinada materia. La realidad es que estas plazas se han convertido prácticamente en la única vía de entrada a la universidad, de manera que son ocupadas por profesores jóvenes al más puro estilo “minijob”, con gran carga docente y sueldos que pueden rondar los 300€ que completan necesariamente con el pluriempleo.
Y es que por debajo de los grandes salarios - y condiciones laborales de equipos rectorales y decanales, y de los catedráticos -con una gran mayoría de hombres-, existe una base precarizada con horarios infinitos y sueldos muy escasos -por cierto, a ver cuando publican en el portal de transparencia de la UAM el transparente sueldo total de los altos cargos, pero sólo en complementos, figuras como el rector cobran más de 3000€ en doce pagas. Mientras tanto, ahora mismo en las universidades españolas casi la mitad del profesorado tiene contratos temporales aunque lleven a cabo funciones estructurales, las jubilaciones no son cubiertas con nuevas plazas públicas y la inversión sigue cayendo: han desaparecido 7500 empleos del 2010 al 2014, en torno a 3500 correspondientes a personal docente e investigador. Y no olvidemos al personal investigador en formación, doctorandos mileuristas en el mejor de los casos, sin derecho a indemnización por despido, teniendo que pagar de su bolsillo viajes y materiales necesarios para su trabajo y sirviendo de muleta para completar las tareas docentes sin necesidad de abrir plazas nuevas. Ahí el futuro investigador del país del que tanto se habla, haciendo las maletas…u organizándose en asambleas para luchar por sus derechos, como la Asamblea Dignidad Predoctoral en la Autónoma de Madrid.
Hoy nos encontramos ante una universidad en decadencia, sustentada por contratos basura, al servicio de las necesidades de las grandes empresas que invierten migajas a cambio de control, gestionadas por lacayos del régimen y formadora de intelectuales a su servicio. Por eso es más necesario que nunca traer el espíritu crítico y el debate a nuestras facultades, por eso tenemos que exigir una universidad radicalmente democrática gestionada por trabajadores y estudiantes, una universidad que ponga en cuestión esta sociedad que nos oprime y nos explota y luche por decidirlo todo, por cambiarlo todo. |