Fin de año. El calor raja la tierra, abrasa las máquinas y los hombres, suda sus espaldas.
Y con la canasta cargada, el “golondrina” camina por los surcos y se pregunta: ¿hasta cuando de sol a sol, “en negro”?
Y sacándose los guantes y la cofia empapados, la obrera se pregunta: ¿hasta cuando tercerizada, metiendo extras?
Y mientras estira las piernas casi entumecidas, la cajera se pregunta: ¿de que me disfrazo para pagar el alquiler?
Los hombres que se supone podrían responderles, están lejos. Hace décadas no trabajan esas tierras y esas máquinas. Fin de año, brindan con el ministro, con el gerente, con sus “pesados”. Dudan entre paquetes turísticos para (seguir) de vacaciones.
El fin de año de los sindicalistas de los 150 mil pesos no tiene nada que ver con el de sus “representados”.
Sindicalismo de valijas llenas
La Izquierda Diario quiso saber cómo vivían “esos dirigentes sabios y prudentes”, como los llamó alguna vez el General Perón. Cuesta repetir los números, por lo obsceno, pero los trabajadores tienen que saberlo.
Rodolfo Amado Daer, el secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Alimentación (STIA), cobra según los datos de la AFIP $130 mil todos los meses, $78 mil de parte del Sindicato y $52 mil de la Federación que agrupa a las distintas seccionales.
Gerónimo Venegas, secretario general de la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), no se conforma con el sueldo del “Turco”. Está cobrando $187 mil, $100 mil de la Obra Social que preside, el resto del sindicato.
Armando Oriente Cavalieri, secretario general del Sindicato de Empleados de Comercio (SEC), quiso que su “esfuerzo” tenga un premio mayor. Por sus tres “trabajos” le depositan todos los meses $217 mil. Una parte de la Obra Social, otra de la Federación, y la última del Sindicato.
Para llegar a esos sueldos no tienen paritarias ni tuvieron que amenazar con una huelga; el gancho lo ponen ellos.
La banda de los sindicalistas de $150 mil excede a los casos que aquí brindamos, y atraviesa con matices a todas las cúpulas gremiales. Hace más de dos años, el periódico La Verdad Obrera había revelado los $60 mil que cobraba, según la AFIP en ese entonces, el capo del SMATA Ricardo Pignanelli. La mayor parte de su sueldo no provenía de las arcas del sindicato, sino de la empresa Mercedes Benz. La misma que se hizo famosa por aportar el 1% de sus ventas al antecesor de Pignanelli, José Rodríguez, “con el objetivo de erradicar elementos negativos”. La historia de Rodríguez y Mercedes terminó con 17 obreros desaparecidos. Hoy el SMATA sigue con las mismas prácticas macartistas de entonces.
Los números son más obscenos si los comparamos con los sueldos de “sus representados”. Un tercerizado de limpieza de una fábrica alimenticia, con sus $5500, tarda 2 años en ganar lo que Daer en un mes. Siempre que trabaje las 9 horas los 6 días de la semana. Un peón, si es uno de los privilegiados que los sojeros tienen en blanco, tarda 2 años y 10 meses en juntar lo que Venegas en un mes. A una cajera le lleva 2 años y medio cobrar el mensual de Cavalieri.
La banda de los sindicalistas de los $150 mil no se conforma con sus abultados salarios. Como han comprobado diversas investigaciones, completan su ostentoso poder con otros “berretines”. Como decía Rodolfo Walsh en su famoso ¿Quién mató a Rosendo?, “han adoptado las formas de vida, los automóviles, las inversiones, las casas, los gustos de la oligarquía a la que dicen combatir”. Pero los burócratas de hoy ya no guardan ni las formas, a los únicos que “combaten” son a los trabajadores que desafían sus contubernios con los patrones.
No sólo “tipos ricos y malos”
La mayoría de los trabajadores tiene claro que los sindicalistas de los 150 mil pesos son corruptos y hace décadas están atornillados a sus sillones.
Pero esa historia de billetes, patotas y traiciones tiene un origen y un objetivo más profundos. Si los sindicatos surgieron como una necesidad de la clase obrera de organizarse para pelear por mejores salarios y condiciones de trabajo, la burocracia sindical surgió como una necesidad de la burguesía de contar con agentes propios dentro de esas organizaciones. “Invierte” entonces una parte de la explotación de la clase obrera en sostener a una casta privilegiada, separada del resto de los trabajadores, que a cambio de esas prebendas busca garantizar el orden en los lugares de trabajo y en las calles. Ese es el origen y la función social de la burocracia sindical.
León Trotsky lo definía con claridad: “el capitalismo sólo se puede mantener rebajando el nivel de vida de la clase obrera. En estas condiciones los sindicatos pueden o bien transformarse en organizaciones revolucionarias o bien convertirse en auxiliares del capital en la creciente explotación de los obreros. La burocracia sindical, que resolvió satisfactoriamente su propio problema social, tomó el segundo camino” (Los sindicatos en Inglaterra).
La burocratización de las cúpulas del movimiento obrero, un proceso mundial, en Argentina empezó en los años 30 pero pegó un salto con el peronismo. El General Perón otorgaría concesiones al movimiento obrero, pero a cambio de imponer el control del Estado sobre los sindicatos, y de la burocracia sobre las bases.
Cada uno de los gobiernos, en los últimos 70 años, más allá de sus distintas políticas, ha sostenido esa burocracia tan necesaria para los empresarios. Garantizando el cobro compulsivo de las cuotas sindicales, el manejo discrecional de los fondos de las obras sociales, la reelección indefinida en sus cargos, la posibilidad de montar empresas de “servicios” para provecho propio, y hasta la asociación al Estado en diversos negocios como fueron las privatizaciones.
Más allá del relato, los tres gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner sostuvieron a la burocracia y sus privilegios, con el objetivo de controlar a un movimiento obrero que luego de las duras derrotas de la dictadura y los años 90 recuperaba fuerzas y destacaba en su seno a sectores combativos y clasistas. Por eso los Moyano, los Daer, los Pignanelli siguieron manejando millonarios fondos, por eso la mayoría de los convenios que homologó el ministro Carlos Tomada incluyen “cuotas solidarias”, por eso la burocracia sigue manejando viejos (y nuevos) negociados. Pero eso, hoy manejan fondos por 5 mil millones de dólares.
Otra enseñanza de los Indomables
Este año, los obreros de Lear no sólo se convirtieron en un ejemplo para la clase trabajadora, y una preocupación para el mundo empresario. Hicieron otro aporte, significativo para las nuevas generaciones obreras. En sus 7 meses de lucha, lograron desnudar ante los ojos de millones que los burócratas sindicales no solo son tipos “corruptos y pesados”: son los mejores empleados de las multinacionales, los grandes custodios de sus negocios, la policía interna del movimiento obrero, la fuerza de choque que busca cortar el crecimiento del sindicalismo combativo y la izquierda. Ese papel que Ricardo Pignanelli, apasionado heredero del “Gordo” Rodríguez cumplió con dedicación desde que se inició la “crisis automotriz”. Los Indomables también demostraron que esa burocracia, aún con aliados tan influyentes, no es invencible si se le opone una lucha dura y una alianza poderosa.
La Izquierda Diario denuncia cuánto cobran la banda de los sindicalistas de los $ 150 mil. No con el objetivo del periodismo gorila, que atacando a sus cúpulas corruptas busca debilitar a las organizaciones obreras en general. Tampoco por puro afán periodístico. Estamos empeñados en reflejar y seguir aportando, junto al PTS y cientos de militantes en fábricas y empresas, a organizar la fuerza sindical y política que permita recuperar los sindicatos echando a los burócratas millonarios. Para transformarlos en poderosas organizaciones de clase, democráticas, independientes del Estado, que permitan organizar a los trabajadores para combatir la explotación capitalista. |