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El argumento con el cual el gobierno del MAS (Movimiento al Socialismo) justifica su política extractivista, se sustenta en el hecho de que los pueblos indígenas de la región no cuentan con servicios de agua potable, salud, educación y electricidad, así como con fuentes de trabajo que les permitan mejorar sus condiciones de vida, lo cual en sí es bastante certero. No obstante, pese a tan “nobles” argumentos, el gobierno de Evo Morales no hace otra cosa que favorecer la colonización del TIPNIS y ponerlo al servicio de las trasnacionales y de los empresarios.
Esta decisión ha provocado una serie de reacciones desde sectores de izquierda, ecologistas, organizaciones estudiantiles, así como de los partidos de la derecha que al calor de la abrogación de la intangibilidad del TIPNIS han hecho suyas las banderas protectoras del medio ambiente. Frente a estas dos posiciones, tanto del gobierno como de la oposición, se hace necesario levantar un programa capaz de defender los intereses de los pueblos indígenas, proteger el medio ambiente y enfrentar la rapiña capitalista.
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El estancamiento de las fuerzas productivas
En lo que sí tenemos acuerdo es en favorecer el desarrollo de las condiciones materiales que permitan a todos y todas acceder a servicios de salud, educación, electricidad, agua potable, carreteras, fuentes de empleo y otras condiciones que mejoren la calidad de vida de las personas. Sin embargo, al estar mediado el desarrollo de las fuerzas productivas por las relaciones de producción capitalista, se hace evidente que bajo el Estado burgués estás demandas no serían posibles, ya que es el modo de producción capitalista el que frena el desarrollo de fuerzas productivas: por un lado, generando desempleo y un ejército de desocupados como reserva de mano de obra barata, y controlando y deteriorando a través de la represión y la precarización las condiciones de vida y de producción; y, por otro lado, provocando la degradación y destrucción de los recursos naturales y la biodiversidad del planeta. En este mismo sentido, Trotsky en el Programa de Transición señalaba que “Las fuerzas productivas de la humanidad se han estancado. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no consiguen elevar el nivel de riqueza material. En las condiciones actuales de crisis social del sistema capitalista en su conjunto, oprimen a las masas con privaciones y sufrimientos cada vez mayores. El crecimiento de la desocupación profundiza a su vez la crisis financiera del Estado y socava los inestables sistemas monetarios. Los gobiernos, ya sean democráticos o fascistas, van de bancarrota en bancarrota”.
Las fuerzas productivas de una sociedad se desarrollan y se perfeccionan en el transcurso de la historia, lo cual hace que las sociedades cambien sus formas de producir su materialidad, es decir, que se dé paso de los instrumentos de piedra a los de metal y de estos a la introducción de la máquina y la industria como es el caso de la producción capitalista. Ahora bien, es importante indicar que el desarrollo de las fuerzas productivas está mediado por las relaciones sociales de producción bajo las cuales se desarrolla el proceso de trabajo. Las relaciones sociales de producción no pueden considerarse solamente relaciones humanas, son ante todo relaciones entre los propietarios de los medios de producción y los trabajadores, los cuales al vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario, producen plusvalía que no es otra cosa que el valor no pagado del trabajo del obrero que crea un plusproducto del cual se hace propietario el empresario, originando así la esencia de la explotación y acumulación, y generando la riqueza del capitalista.
Apoyándonos en estas líneas, podemos enfatizar que lo que propone el gobierno del MAS es una farsa que -disfrazada de desarrollo y dentro de los marcos del capitalismo- apunta a la entrega de los recursos naturales a los intereses de las grandes trasnacionales y los grupos de poder económico, lo cual demuestra que el tan mentado “proceso de cambio”, lejos de tener plan de desarrollo sostenible al servicio de las grandes mayorías, viene reforzando un modelo extractivista sujeto al capital y un discurso maquinista-tecnologista de la peor ideología burguesa, que a decir de Marx, “Nada es más absurdo que ver en el maquinismo la antítesis de la división del trabajo, la síntesis que restablece la unidad del trabajo dividido” .
Fractura del metabolismo entre sociedad y naturaleza
La acumulación primitiva que contenía la privatización de las tierras comunales, el surgimiento de los grandes latifundios y el desplazamiento de los campesinos, fue el inicio de la propiedad privada de la tierra a gran escala, que arrojó a una abrumadora cantidad de campesinos a la miseria de la industria capitalista en todo el mundo. Lo que origina la fractura en el metabolismo entre el hombre y la naturaleza como consecuencia de las relaciones de producción capitalista y la separación antagónica entre el campo y la ciudad.
En el Capital, Marx emplea el concepto de metabolismo para definir el proceso de trabajo como “un proceso que tiene lugar entre el hombre y la naturaleza, un proceso mediante el que el hombre, a través de sus propias acciones, media, regula y controla el metabolismos que se establece entre él y la naturaleza”.
En una lógica parecida a la acumulación primitiva del capital, en la Constitución Política del Estado Plurinacional -constitución pactada con sectores de la burguesía (UN, MNR, MAS-MSM, demócratas)- se establece que “La propiedad agraria individual se clasifica en pequeña, mediana y empresarial, en función a la superficie, a la producción y a los criterios de desarrollo. Sus extensiones máximas y mínimas, características y formas de conversión serán reguladas por la ley”. El marco legal que regula la extensión de las tierras al no ser retroactiva a la fecha de su promulgación, lo que garantiza es que los grandes terratenientes no sean afectados. A este marco constitucional que fractura el metabolismo, se suman dos leyes que el gobierno del MAS ha aprobado: la actual Ley 180 que abroga la intangibilidad del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), y Ley que aumenta la extensión legal de los cultivos de coca de las 12.000 hectáreas permitidas hasta ahora, a 22.000.
La realidad es concreta, los discursos se desvanecen como pompas de jabón, nada hay por esperar de este gobierno, ni de los partidos burgueses que por el oportunismo electoral se convierten en los grandes abanderados de la defensa del TIPNIS, cuando en el fondo les resulta beneficiosas las leyes que establece el gobierno de Evo Morales; ni de los grupos ecologistas que, más allá de cierto sermón anticapitalista, no tienen una propuesta concreta que enfrente la crisis ecológica que está generando el capitalismo, sus propuestas lo que hacen es crear la ilusión de un “capitalismo verde”, es proponer reformas capaces de controlar los “excesos” del capitalismo, es apoyarse en la cultura para construir “consignas ‘pachamamistas’ como lectura indigenista de la realidad social y de la manera de relacionarse del hombre con su entorno, que peca de utópico, ahistórico e idealista, ya que no parte de las condiciones materiales y las necesidades surgidas de las mismas para comprender cómo mejorar las condiciones de vida.
“Marx tuvo en cuenta la alienación de los seres humanos con relación a la tierra, como condición previa de la alienación dentro del régimen de acumulación del capital. (…) Del mismo modo, surgió de este análisis de que la tierra necesitaba ser conservada y cultivada en beneficio de las generaciones futuras. Esto constituía condiciones de producción y de existencia humanas impuestas de manera natural. (…) La revolución contra el capitalismo requería, en consecuencia, no sólo terminar con sus específicas relaciones de explotación del trabajo, sino también –a través de la regulación racional de las relaciones metabólicas entre los seres humanos y la naturaleza por medio de la ciencia y la industria modernas- trascender la alienación con respecto a la tierra.” (…) “La libertad en esta esfera [el reino de la necesidad natural] –dice en el tomo III del El Capital- sólo puede consistir en esto, en que el hombre socializado, los productores asociados, gobiernen el metabolismo humano con la naturaleza de un modo racional, poniéndolo bajo su propio control colectivo, en vez de estar dominados por él como uno fuerza ciega; realizándolo con el menor gasto de energía y en las condiciones más dignas y apropiadas para su humana naturaleza.” (John Bellami Foster – La ecología de Marx, 2004). |