Millones vieron su rostro y el de sus compañeros en una heroica resistencia a la represión. Pero esa historia se empezó a escribir dos décadas atrás y es inseparable de su militancia en el PTS.
Durante diez años, desde los 8 hasta los 18, Camilo Mones se trasladó desde su casa en Berazategui hasta Rosario para visitar a su papá. En cada viaje, observaba desde la ventana del colectivo la concentración de fábricas apostadas hacia los lados de la ruta. Los colosos echando humo del cordón industrial de la zona norte del conurbano bonaerense lo impactaban. No se imaginaba que allí se forjaría su destino como militante revolucionario. No se imaginaba que allí pelearía como león durante veinte años por la construcción de un partido trotskista.
En esa zona estratégica, donde miles se someten a diario a la rutina asalariada, Camilo es protagonista de una lucha que supo sacudir el tablero político, social y mediático y que hoy se mantiene con una carpa frente al Congreso Nacional como símbolo de resistencia y de denuncia. Con 43 años, es uno de los siete delegados de la Comisión Interna de PepsiCo y uno de los cientos de obreros y obreras que pelean contra los despidos ilegales, en defensa de su puesto de trabajo.
Desde la cuna
Su mamá Silvia es docente y activista de toda la vida. Su papá era obrero de Propulsora Siderúrgica y militaba en el Partido Comunista Revolucionario. Su padrastro, era obrero de Rigolleau y militante del Partido Comunista. Camilo se llama así por Camilo Cienfuegos, uno de los dirigentes de la revolución cubana. “Cuando fue el juicio a las juntas, Camilo tenía doce años y se pasó todos los días siguiéndolo por televisión”, rememora Silvia.
El relato materno lo presenta como un pibe “reservado y maduro”, como un líder natural, desde lo solidario y lo empático. Hermano mayor de tres hijos, siempre era el que saltaba para defender a un amigo. Era ese al que sus pares respetaban por sus gestos y acciones concretas. “Era elegido mejor alumno y compañero en la primaria y secundaria” recuerda Silvia.
A los 19 años Camilo empezó la carrera de Antropología en la Faculta de Filosofía y Letras de la UBA. Durante cuatro años cursó en la sede de Puan pero no terminó sus estudios. Mientras hacía el CBC en Paseo Colón, había conocido al Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y al año empezó a militar en la agrupación estudiantil En Clave Roja.
A los 24 cambió de planes. Decidió ser uno más en ese hervidero de fábricas y proletarios que durante años observó desde la ruta. Con la militancia se convenció de la necesidad poner en pie un partido de la clase obrera. Para que eso suceda, el joven estudiante Camilo también entendió que debía haber hombres y mujeres de carne y hueso, discutiendo ideas y viviendo la vida palmo a palmo donde esa clase obrera se concentra.
Intelectual de la clase obrera
Corrían los años 90. La caída del muro de Berlín y el avance del neoliberalismo imponía “el fin de la historia”. El relato neoliberal negaba la existencia de ese colectivo humano que Camilo veía entrar y salir de las fábricas con la salida o la caída del sol, para empezar o luego de terminar las extenuantes jornadas con que las patronales extraían plusvalor de sus cuerpos. “La clase obrera no existe decían”. Pero Camilo sentía junto a otros millones, el peso de los ritmos de producción.
La ideología neoliberal era sofocante, al punto de que esos miles que cruzaban juntos los portones de las fábricas, no se reconocían como parte de la misma clase. Era un escenario adverso para discutir las ideas de la revolución socialista y la construcción de un partido. Por entonces el PTS decidió focalizarse en lo que Camilo define como “la vuelta a Trotsky”. "Leíamos y estudiábamos mucho, había que formarse bien porque la militancia revolucionaria era muy contra la corriente” recuerda.
Los años 90 fueron la etapa en que Camilo adquirió buena parte de sus armas. Se forjó como intelectual, pero como uno muy distinto al que paren las universidades. La teoría marxista y trotskista lo pertrechó bien para salir al ruedo y encarar los objetivos que su partido se proponía. “Desde que empecé a tener más conciencia de clase y a militar, siempre me interesó la idea de que el trotskismo haga pie en la zona norte”, cuenta Camilo.
Agitador
Desde el año 1997 hasta la actualidad, Camilo pasó por seis trabajos, cuatro de los cuales fueron en fábricas del gremio de la alimentación. Frigor y Nestlé fueron los primeros. Luego pasó por un call center, lugar donde vivió las convulsionadas jornadas del 2001.
Camilo recuerda los combates de los que fue parte en aquel diciembre, evitando que le dispararan desde los edificios. “Estuvimos como cuatro horas hasta que renunció De la Rúa. Moyano había convocado una conferencia de prensa para llamar a un paro al día siguiente. Pero el presidente se fue antes de que intervenga la clase obrera con un paro que iba a hacer volar al Gobierno. Lo último que quería la burguesía era que lo saque el movimiento obrero, porque iba a quedar muy fortalecido para después. El apuro por evitar que De la Rúa se vaya con una huelga general, es un hecho que poco se cita”.
Foto: Internet
En 2002 entró por agencia a la fábrica de hamburguesas Paty (Quickfood/BRF) bajo el gremio de la carne y volvió a las alimenticias post 2003: Kraft Terrabusi (hoy Mondelez) y PepsiCo. Con los años adquirió experiencia en el engorroso mundo de las agencias de trabajo, la tercerización y los despidos. También conoció las enfermedades laborales. Las tareas en plantas con instalaciones húmedas y frías, le valieron una gran facilidad para contraer resfríos fuertes ante los cambios de temperatura. Todo este recorrido le permitió además, conocer de cerca a la dirigencia sindical del gremio de la Alimentación, la burocracia de “La Verde” dirigida por el peronista Rodolfo Daer.
En Paty, Camilo pudo ver y ser parte de un fenómeno nuevo, cuya desarrollo no podría explicarse sin el quiebre que implicó el 2001 en la subjetividad de los trabajadores. “Si bien en el 2001 el movimiento obrero no participó de lleno por el rol de la burocracia sindical, empezó a haber un ánimo de hacer reclamos, tener delegados, de ir al frente, menos miedo, de ir más al choque”. Comenzó a gestarse lo que se denomina sindicalismo de base o sindicalismo combativo: “Empezaban a surgir obreros que levantaban la cabeza”. Camilo empezó a ver signos de que las cosas ya no eran como en los 90. Ahora sí había mayores posibilidades para organizar sujetos que hagan carne las ideas de su partido en los lugares de trabajo.
En Paty, Camilo quedó efectivo luego de un año de trabajo por agencia, un trabajo duro, de 12 horas casi todos los días. Cuando acumulaba dos años de antigüedad, comenzaron a darse conflictos por aumentos salariales después del ajuste que significó la mega devaluación de Duhalde. También comenzaron los reclamos por la efectivización de los contratados por agencia. “Habíamos armado una comisión de prensa con diez activistas y difundíamos los problemas de la fábrica. Esto a la empresa no le gustó, ni al sindicato”. Finalmente la patronal lo echa “por ser un agitador”. Hacía un mes había nacido Sofía, la primera hija de Camilo y María Ángeles.
Unir lo que ellos dividen
Todavía estaban frescas las pintadas que reclamaban la “reincorporación de Camilo Mones” en los alrededores de Paty, cuando se presentó en Kraft Terrabusi porque buscaban gente. “Decían que los jóvenes faltaban mucho y como yo había tenido una hija y estaba en una situación difícil, me veían como alguien más responsable”.
Así fue cómo desembarcó en Kraft como tercerizado en el puesto de zorrista, en 2004. Trasladaba la masa de las galletitas Express. Era un puesto poco calificado y con menos derechos gremiales que los efectivos. Sin embargo a Camilo le parecía estratégico. Tenía la posibilidad de romper la conexión de la línea de producción con el depósito y los insumos. Además no era un sector aislado, sino que permitía recorrer la extensión de la línea completa.
En 2004 comenzó a gestarse un proceso de organización por la efectivización de los tercerizados. Camilo supo usar las ventajas de su puesto para actuar como el organizador que la patronal hasta ese momento desconocía. En 2007 llega un primer triunfo y logran efectivizar a los 40 obreros que trabajaban tercerizados, entre ellos, a Camilo.
“Había veces que llegabas un lunes y te encontrabas con el comedor lleno de gente nueva. Había más de 500 trabajadores de agencia y los cambiaban de a cientos”, explica Camilo. Ante esta situación, los contratados por agencia siguen el ejemplo de los tercerizados. Empiezan a organizarse y pelear por la efectivización. La empresa responde con 200 despidos.
La división entre efectivos y contratados es utilizada por las patronales y la burocracia sindical para debilitar las filas obreras en pos de sostener sus intereses y privilegios. En Kraft, a pesar de los ataques de la empresa, la unidad de efectivos y contratados no paraba de crecer. Finalmente se anotaron otro triunfo y los cientos de contratados por agencia también consiguieron la efectivización.
En 2009 “una de las compañeras tuvo gripe A. Las trabajadoras reclamaron que cierren la planta para desinfectar. El gerente de producción no tuvo mejor idea que decir que había gripe A en todo el mundo y que no iban a cerrar ninguna fábrica, que solo cerraron en México porque hubo una muerte. Eso hizo que estalle la bronca y las compañeras nos pidieron que vayamos a los comedores a organizar un paro. Paramos todo el día, hasta que sale la conciliación obligatoria y el Ministerio de Trabajo ordena que cierren un día para desinfectar y se hizo”.
La patronal de Kraft decide ponerle fin a esa organización y “estado asambleario permanente”, una suerte de doble poder al interior de la planta. En agosto del 2009 “ejecuta 165 despidos, todos delegados de sectores más activistas. Ahí empezó otra lucha y estuvimos de paro con ocupación de planta durante 40 días”, recuerda Camilo, quien en esa época se desenvolvía como delegado de sector y fue uno de los despedidos.
Luego de más de un mes de ocupación, la dirección de la Comisión Interna en manos de la Corriente Clasista Combativa (CCC) desde hacía diez años, entregó la lucha a pesar de que no se logró la reincorporación de todos los despedidos. Camilo es uno de los que quedó afuera. Ese año la lista presentada a elecciones de Comisión Interna, por la agrupación Desde Abajo, le arrebató la conducción a la CCC por ocho votos. Así, una agrupación antiburocrática impulsada por el trotskista PTS, se convirtió en la dirección de la Comisión Interna de una de las alimenticias más importantes del país.
Corriente en construcción
La conquista en Kraft fue muy importante para el desarrollo de una corriente clasista que el PTS intentaba impulsar en el gremio de la Alimentación. Cuando Camilo daba los primeros pasos en el universo fabril, otros de sus compañeros hacían lo mismo.
Leonardo Norniella entró a trabajar a la alimenticia PepsiCo en 1999. "Leo" fue uno de los militantes clave para que el PTS se hiciera fuerte en la alimentación, uno de los pioneros en organizar una oposición clasista, independiente y combativa contra el rol pérfido de Rodolfo Daer.
“Fue el primero en enfrentar a la empresa y a La Verde, casi solo. Después fue forjando un grupo que hizo escuela, que luchaba, usaba la asamblea como método democrático” recuerda Camilo. Los jalones sentados por Leo y el activismo de PepsiCo en la planta ubicada en Florida, aportaron mucho al desarrollo de la corriente que el PTS impulsa en la zona, La Bordó de la Alimentación. Esta lista dirigió la Comisión Interna de PepsiCo desde el año 2007 en que se la arrebataron a La Verde, hasta que la multinacional cerró las puertas de forma fraudulenta el día 7 de julio de 2017.
Manzana podrida
Camilo volvió a ser padre, esta vez de las mellizas Vicky y Juli, al mes de haber sido despedido de Kraft. Por entonces, le llegó el aviso de que en la alimenticia PepsiCo, buscaban gente de más de 30 años y con hijos. “En mayo del 2010 entramos unos 100 que dábamos con ese perfil”.
Así como Camilo conocía a los militantes de La Verde en las fábricas, la burocracia también ya lo conocía a él. Tuvo que camuflarse para conservar su puesto. La Bordó ya no era como diez años antes, sino que se había convertido en una seria oposición a las huestes de Daer en el gremio, con representación en varias alimenticias.
Camilo se dejó la barba, usaba constantemente la cofia y el barbijo para que no se le vea la cara. Durante cuatro meses solo fue al comedor para tragar la comida en diez minutos. Al resto del tiempo de descanso lo pasaba escondido en el baño. Fueron cuatro meses en los que casi no abrió la boca. Mantuvo su legajo intachable e hizo todas las horas extras que le exigía la patronal.
El objetivo era quedar efectivo antes de que se supiera quién era. A la hora de efectivizarlo, la empresa lo investigó y supo de su participación como delegado de sector en Kraft y su militancia en el PTS. Antes de efectivizar a una “manzana podrida”, PepsiCo intentó despedirlo. Sus compañeros de línea y la Comisión Interna combativa lo defendieron e impidieron el despido.
En 2012 Camilo fue votado y se incorporó como delegado a la Comisión Interna dirigida por La Bordó. Fue su primera experiencia como delegado formal. Después “participamos en las elecciones sindicales con la lista Unidad y sacamos el 40% de los votos en el gremio. Éramos un espacio grande. Obtuvimos unos 30 congresales, algo histórico. Para los sindicatos dirigidos por los peronistas, que la izquierda saque ese porcentaje en un gremio industrial era algo nuevo”.
“Yo entré a una fábrica organizada, combativa, con activismo. Sólo había que desarrollarla”, cuenta Camilo. Justamente, gracias a esta organización preexistente fue que se pudo obtener su efectivización. Esto tuvo mucho que ver con el rol jugado por Leo. “Cuando Leo murió en 2015, hubo tres días de asueto, no era posible trabajar ante tanto dolor. Nos llevó meses recuperarnos. La empresa enseguida intentó avanzar contra nosotros, lo cual nos hizo reaccionar”. Actualmente, la agrupación que impulsa el PTS en PepsiCo fue bautizada “Leo Neorniella”. El joven fallecido es el estandarte que está constantemente presente, “es la forma de mantener viva la memoria de él, un homenaje”.
Otra pieza clave fue Katy Balaguer, quien entró en la misma época que Leo. Katy sería despedida luego por su activismo, pero logró la reincorporación en el 2006. Su caso sentó jurisprudencia al lograr que se la reconozca como “delegada de hecho” por la justicia. Katy fue una militante fundamental para la organización y lucha por los derechos de las mujeres. Hoy las obreras de PepsiCo son conocidas como “las leonas” por su combatividad forjada en tantos años de organización.
La Batalla de PepsiCo
Luego de años de organización obrera dentro de PepsiCo, la empresa decidió sacarse el fardo de encima. La multinacional atacó con todo. Anunció el cierre y más de 600 despidos. Sería el inicio de uno de los conflictos emblemáticos de los últimos años, en el marco del intento del Gobierno macrista por avanzar en su plan de ajuste. En defensa de los puestos de trabajo, el activismo de PepsiCo con la solidaridad del PTS, otras organizaciones y organismos de derechos humanos, lanzó una batería de iniciativas para enfrentar este ataque. Uno de los hitos en esta lucha, fue la resistencia al desalojo de la planta en Florida.
La represión de la Policía Bonaerense y la Gendarmería fue transmitida por televisión ante millones de espectadores. Quizás muchos se preguntaron qué impulsaba a aquellos hombres y mujeres a resistir tanto, qué fuerza hizo que un grupo decidido de 23 trabajadores aguantara hasta el final arriba del techo.
“La perspectiva es que podés ganar el conflicto. ’Hoy es un día histórico’ nos decíamos. Esa fuerza nos dábamos, fuerza de gente consciente que quería enfrentarse a quienes piensan que sos nada. Con ese enfrentamiento das un ejemplo al resto de la clase obrera” reflexiona Camilo, quien vivió toda la jornada del desalojo desde el techo de la fábrica.
“Había una solidaridad enorme, había que rendirle homenaje a ese apoyo. Desde el trotskismo, que somos una minoría, le aportamos a la clase obrera estas pequeñas cosas: la combatividad y el enfrentamiento, la organización y la conciencia, que muestra a millones que se puede enfrentar el ajuste. Lo podría hacer la CGT pero sale de los revolucionarios. Cada lucha es una escuela de guerra, tenemos que aprender pero tiene que tener un carácter combativo. No rendirnos, sino mostrar voluntad de lucha aunque te derroten. Cualquier sector del movimiento obrero que opine que no tiene que luchar para lograr sus objetivos está perdido. El día del desalojo nos derrotaron físicamente pero salimos con la moral alta”, sentencia.
Corriente (que sigue) en construcción
Este miércoles, Camilo y sus compañeros de PepsiCo y de la Bordó nuevamente desplegaron en la Plaza de Mayo su enorme trapo que porta el rostro de Santiago Maldonado y que tiene escrito la exigencia de justicia, firmado por los trabajadores/as de PepsiCo en Lucha.
A lo largo de su militancia, también tuvo que manifestarse en esa plaza por los asesinatos bajo el Gobierno de la Rúa, por Kosteki y Santillán, Luciano Arruga y Mariano Ferreyra, entre otros. Ejemplos de una juventud que, como él, aspiraban a una sociedad más justa.
Hoy, con un mapa teñido de amarillo y con un abánico de ajustes y de reformas en curso, es urgente el desafío de fortalecer una organización que enfrente la avanzada del Gobierno y de los empresarios.
Camilo es parte del Movimiento de Agrupaciones Clasistas impulsado por el PTS que cuenta, entre tantos otros, con dirigintes obreros como Rául Godoy de Zanon, Claudio Dellecarbona del Subte y Alejandro Vilca, recolector de basura electo como diputado en la provincia de Jujuy en las listas del Frente de Izquierda que viene de hacer un histórica elección.
Este agrupamiento tiene como objetivo desarrollar el sindicalismo combativo, que pelee desde abajo para conquistar comisiones internas y cuerpos de delegados. Esta es la única manera de recuperar los sindicatos de las manos de la burocracia sindical, aquella que fue conociendo Camilo a lo largo de los años.
Como bien sostiene Camilo, la resistencia y la lucha contra el ajuste “podría salir de la CGT pero sale de los revolucionarios“. La tregua de la CGT con el gobierno ha hecho posible que pasen fuertes ataques de Cambiemos a las condiciones de vida del pueblo trabajador. Es lo que permite además, que el oficialismo esté proyectando ataques más duros aun.
Por esto, las agrupaciones obreras que componen el MAC, pelean hacia adentro de sus fábricas y establecimientos para imponer a la conducción de sus sindicatos que se pongan al servicio de la lucha contra el ajuste. Mientras mantienen esta exigencia, dan la pelea cotidiana y estratégica por la recuperación de los sindicatos.
La resistencia tendrá que hacerse en las calles, en los lugares de estudio y de trabajo. El ejemplo de PepsiCo mostró cómo, con preparación, organización y voluntad de combatir, se puede transformar la pelea de unos cientos de trabajadores en una causa y ejemplo para millones.
Camilo continúa preparándose pera las peleas que vienen, sin perder de vista el horizonte estratégico y las ambiciones que lo motivan desde el comienzo: la tarea es la puesta en pie de una alternativa política, anticapitalista, para el conjunto de los trabajadores y el pueblo que pelee por el socialismo.