Hizo su primer acto de cierre de campaña en la última semana antes de las votaciones con un picnic en el parque Balmaceda de Providencia.

Enfatizó los problemas de seguridad, “especialmente en La Araucanía”.

Insistió en el "valor de la familia", para asegurarse el voto evangélico de derecha.

Prometió rebaja de impuestos, y contra los políticos: “nos prometen cada cuatro años que vamos a vivir en prácticamente un paraíso y solo nos suben los impuestos para beneficiar sus bolsillos”.

Pero no es lo principal a esta altura. Sino la afirmación de su espacio. La irrupción de un espacio pinochetista que habla sin tapujos. No solo en términos electorales, impugnando el voto útil por Piñera. También en términos políticos: “nosotros ya ganamos, sacamos la voz y esta lucha no termina aquí” y que van “pasito a pasito”.

De todos modos hizo un guiño a Piñera y la derecha: "no solo votemos por el ’2’ (por su posición en la papeleta de sufragio), sino que por el candidato a senador, diputado y consejero regional de la lista de Chile Vamos. Podríamos haber levantado una lista parlamentaria y quitarle votos a Chile Vamos, pero no queremos porque el 19 se juega recuperar el Parlamento para la centro derecha, para los que se la juegan con los principios esenciales".

Y para la segunda vuelta aclaró: "mi adversario político es la izquierda. Guillier, Sánchez, ME-O, Navarro, Artés. Mi problema nunca ha sido Sebastián Piñera".

Una expresión de una polarización latente que espera su hora.