Con la dirección de Fernando Mancuso se pudo ver una adaptación cuyana de la obra del autor alemán. No sólo por las referencias geográficas si no por el uso del lenguajes y regionalismos.
Un comerciante del petróleo (Francisco Molina) emprende un viaje por el desierto, camino a Ugarteche, para llegar primero y quedarse con el negocio. Para ello contrata un guía (Jorge Leal) y un “chango” (Polaka Merelo) que explota hasta la misma muerte.
El juez, interpretado por Jorge Tixeira, será quien tenga a cargo la tarea de discernir entre las razones del odio, reflexionar sobre un sistema basado en la explotación y temas como la justicia y la lucha de clases.
Junto a Mara Pecere, Sunchy Codoni y una buena musicalización a cargo de Alexis Ramos, luces y una escenografía sencilla, pero suficiente para la puesta y la transmisión de un ambiente de opresión, donde se sienten las diferencias sociales y la injusticia.
La obra impacta, porque la explotación del hombre por el hombre, la explotación de los recursos por pura codicia, la justicia de clase y el abuso del poder nos siguen interpelando ya entrado el SXXI.
Una carrera constante hasta el final, por la riqueza, el poder, los recursos naturales donde el lema es "el hombre débil se queda atrás, el fuerte llega primero". “Sacando el petróleo de la tierra habrá trenes y se extenderá el bienestar” .Una alusión a un sistema de competencia, rapiña y explotación, adornado de un discurso de meritocracia y modernidad.
El hombre sindicalizado es el guía. El chango que no lo está. En la obra, como en la realidad, los trabajadores son explotados, pero no todos de la misma manera, y el patrón aprovecha esas diferencias para dividirlos, para enfrentarlos. Y sobre todo se aprovecha de la propia miseria del changarín: “tengo que llegar a Ugarteche” “Las piernas no me pueden fallar”, “tengo que llegar a Ugarteche a cobrar mi jornal”. Toda la obra se sintetiza en la frase: “el abuso es la regla”.
El empresario tiene que comparecer ante el tribunal, ya que la madre del “chango” reclama justicia e indemnización, pero a pesar de los testimonios y pruebas, el juez despliega, con una lógica impresionante, que el empresario sólo siguió la regla, lo esperado, lo naturalizado: actuó en defensa propia. Dice el juez: “poco importa que haya sido realmente amenazado o que se haya creído amenazado. En la situación donde se encontraba, debía sentirse amenazado”.
“Muchos jueces son absolutamente incorruptibles, nadie puede inducirles a hacer justicia” ( B.B). Así es como ante el razonamiento lógico, perfecto, nos queda como espectadores sentir la injusticia, odiar la realidad tal como la presentan, condenar al sistema social que produce tal aberración, aplaudir y no quedarse expectante, sino salir a transformarlo.
Se repite la función el próximo 25 de noviembre y prometió el propio director intentar volver a presentarla en diciembre. |