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6 de enero de 2015 Twitter Faceboock

JUNÍN / GENOCIDIO
La Sociedad Rural y los empresarios de Junín, cómplices de la dictadura
Letizia Valeiras | Docente - SUTEBA La Matanza @letiziav83

En la ciudad de Junín, provincia de Buenos Aires, en el mes de febrero se dictará la sentencia del juicio contra siete genocidas implicados en la desaparición de tres personas durante la última dictadura en Argentina.

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Fotografía:elsigloweb

El 25 de noviembre comenzó el juicio en Junín por los crímenes de la dictadura, en la sede administrativa de la UNNOBA. En el banquillo hay 7 imputados: Edgardo Mastandrea, Ángel José Gómez Pola, Abel Oscar Bracken, Julio Ángel Esterlich, Francisco Silvio Manzanares, Miguel Ángel Almirón y el médico Aldo Antonio Chiacchietta. Ellos, son sólo algunos de las decenas de colaboradores que tuvo la dictadura en la ciudad, y que se mantiene aún como un secreto a voces, entre ellos conocidos empresarios y ruralistas de Junín. Entre el 26 de noviembre y el 17 de diciembre de este año, se llevaron adelante las primeras ocho jornadas del juicio, con la presencia del Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de La Plata. Y en febrero, se va a dictar la sentencia.

Durante el juicio declararon más de 100 testigos, entre ellos dos testimonios de ex detenidos ya fallecidos, uno de ellos el de Pío Soberano, un conocido docente y ex trabajador del Correo, donde era delegado. Fue parte también de las 62 organizaciones en Junín y fue secuestrado en la puerta del Correo, el mismo 24 de marzo de 1976, antes de entrar a su trabajo. Pío Soberano estuvo detenido junto a Pedro y Mabel La Blunda, militantes de la Juventud Peronista, aún desaparecidos. El juicio se lleva adelante por 3 casos, desaparecidos en la ciudad, Adrián Romié, Gillberto Mesa y Hugo Torretta, donde hubo además muchísimos docentes, artistas y trabajadores detenidos. En total hay 35 desaparecidos de la ciudad de Junín, que fueron detenidos en diferentes puntos del país.

Una ciudad donde reina la impunidad, de la mano de la Sociedad Rural

La mayoría de los imputados en el juicio fueron policías: la colaboración entre la Bonaerense y los militares en Junín, era estrecha, y a la luz del día. Actuaban conjuntamente, a la vista de todo el mundo, en los secuestros, traslados, torturas e interrogatorios. Los imputados fueron parte de la vida cotidiana de Junín, todos estos años. Una muestra de la impunidad reinante, que permite que haya muchos que aún no están en el banquillo. Incluso uno de ellos, el pastor José Luis Camarro, siguió siendo, hasta hace poco, chofer del Poder Judicial, como lo había sido durante la dictadura: utilizaba el auto del Poder Judicial para trasladar a los militantes detenidos.

Los vínculos no sólo eran con el Poder Judicial. Edgardo Mastandrea, ex comisario de Junín y uno de los procesados, que en los últimos años no perdía ocasión para hacer pública su cruzada contra la inseguridad, paseando por todos los medios como “experto en seguridad”, dirigió incluso uno de los tantos acuartelamientos policiales de la Bonaerense, y fue exonerado por Duhalde. A los favores que le hizo el peronismo se suma que estuvo ligado a la UCR, al FREPASO, al ARI y a la Coalición Cívica.

La derecha peronista estaba bien organizada en Junín: Horacio Verbitsky cuenta en Ezeiza que “empuñaban sus armas desde el palco (..) Alfredo Dagna, Luciano Guazzaroni, José Luis Titi Barbieri y Emilio Tucho Barbieri, de la Liga Nacional Socialista de Junín”. Van a ser luego, parte de la patota que colaboró con la dictadura. Guazzaroni, estuvo junto a la diputada Mirta Cure en los ’90, que hoy es parte del Frente Renovador de Sergio Massa.

Entre los muchísimos colaboradores de la dictadura que no están siendo juzgados, se cuentan miembros de patotas parapoliciales, empresarios que “prestaban” sus campos para torturar detenidos, como pasó en Molinos Tassara, y en el predio de la Sociedad Rural. Incluso hasta se llegó a reunir la llamada “mesa chica” del elitista Club Social, para votar qué hacer con un grupo de 14 artistas detenidos de la COART. Se votaba a favor o en contra del fusilamiento como si votaran a favor o en contra de vender o no algunas acciones de sus empresas. La Sociedad Rural también fue parte de esta reunión, y no sólo votó a favor, sino que sacó una solicitada en el diario La Verdad al día siguiente, en apoyo a los militares. Todos estos datos, que fueron aportados por los testigos que sobrevivieron a los secuestros, permiten ampliar las acusaciones.

Los artistas entre las principales víctimas: la Coordinadora de Arte

En Junín, durante muchos años, hubo un importante movimiento artístico, que fue uno de los primeros blancos de la dictadura. En tiempos de Onganía y unos meses después de la noche de los bastones largos en la UBA, a fines de 1966, un grupo de músicos, actores, escritores, titiriteros, fotógrafos, pintores y escultores de la ciudad, fundan la Coordinadora de Arte, COART, que llegó a representar al 90% de los artistas locales.

Sólo dos años después, se forma, como contracara, un importante grupo de la derecha peronista de Tacuara en Junín. En los ’70, la patota de Tacuara junto a un grupo de la Triple A que actuaba en Junín, y con apoyo de varios funcionarios y burócratas sindicales de Junín, va a ocupar el Hospital San José, ametrallar el edificio del Círculo Médico, y tomar la Unión Ferroviaria, que tenía en Junín una gran tradición de lucha y organización. Junto con esta, hay un intento fallido de toma del Colegio Nacional. En julio del ’73, luego de la Masacre de Ezeiza, otra patota de la Juventud Sindical Peronista, liderada por el hijo de la directora de cultura del Municipio, Ema García de Chechi, entra armada al teatro “La Ranchería”, a cargo de la COART, e interrumpe la presentación de un libro de Rubén Liggera, porque era “un espectáculo marxista”. Unos días antes habían hecho circular volantes que decían: “Advertimos a los medios de prensa y difusión, tanto como al ERP, FAR, Montoneros, Agrupación Evita, JP Regional o como quieran llamarse... que no sigan sacando los pies del plato y que no jueguen con fuego, porque el que juega con fuego se quema...” y denunciaban con nombre y apellido a los “trozko-marxistas” de Junín.

El 24 de enero de 1977 desaparece la COART. Durante la madrugada, las fuerzas represivas, integradas por militares del Comando de Artillería 101, policías y la patota de Tacuara y la Juventud Sindical, secuestran a 11 de sus miembros más importantes, y a otros 3 los días siguientes. Los medios locales, con múltiples lazos con la dictadura, callan, pero todo se corría de boca en boca. Recién el 1° de febrero reprodujeron un comunicado oficial del Comando de la Subzona 13 informando que habían detectado “una organización de extrema izquierda relacionada con la banda de delincuentes subversivos autodenominada ERP utilizando los nombres de diversas asociaciones culturales: música, arte, poesía, teatro, etc., encubría su actividad de proselitismo y adoctrinamiento”. Se les adjudicaba atentados contra “la sede de la Sociedad Rural”, “el Club Social de Junín” y la “Liga Agraria Ganadera”.

El circuito de Centros Clandestinos de Detención

Conocido como Subzona 13, dependiente del área 131, a cargo de Pola, en el circuito donde estuvieron detenidos y fueron torturados los artistas y trabajadores secuestrados de la zona, funcionaron tres centros clandestinos de detención: la Comisaría Primera de Junín, a cargo de Bracken, la Unidad Penitenciaria 13 (UP13) que entonces estaba en construcción y el destacamento rural de Morse a cargo de Almirón, un pueblo muy pequeño, cercano a Junín. También funcionó como CCD, según aportaron varios testigos, el destacamento de Agustín Roca, otro pequeño pueblo cercano.

Tuvieron que pasar 38 años para que Junín diera su primer paso contra la impunidad, muchas generaciones de jóvenes y trabajadores que nacimos allí recién estamos conociendo la historia de nuestra ciudad que tanto intentaron ocultar, pero sabemos también que en febrero la sentencia que se leerá no alcanza a los por lo menos 33 militantes desaparecidos de Junín, ni a todos los militares, policías, y sobre todo civiles, responsables del genocidio. Todavía quedan muchos silencios, muchas complicidades, mucha impunidad, que se convierten en un peso enorme sobre las nuevas generaciones si no las enfrentamos. Sólo vamos a poder desnudar ese mando de impunidad agobiante con cientos de jóvenes y trabajadores que se organicen y que militen por transformar esta sociedad, empezando por poner en el banquillo a los empresarios que fueron los principales impulsores del golpe.

 
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