Más de ocho millones de ciudadanos están habilitados este 28 de noviembre para votar en la elección de unos 15000 delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular. Se cumple así, entre los ecos de los recientes homenajes a Fidel a un año de su fallecimiento, la primera etapa del calendario electoral 2017-18.
En este proceso de dos fases se renovarán los cuerpos directivos de gobierno en sus distintos niveles. Este domingo se define la composición de los poderes municipales. En la segunda etapa, en fecha a precisar a comienzos del año próximo, se elegirán los representantes a las Asambleas provinciales y Nacional. La primera sesión de la futura Asamblea Nacional, quizás a fines de febrero, elegirá al Consejo de Estado y designará a sus autoridades: presidente (quien reemplazará a Raúl Castro), primer vicepresidente, cinco vicepresidentes y un secretario.
Una elección sin opciones
No puede esperarse que surjan mayores novedades de esta “consulta popular”, ya que entre los 27.221 candidatos preseleccionados bajo la tutela de las Comisiones electorales, no hay ninguno que represente, al menos de manera abierta, un programa político distinto al oficialista. Ningún grupo político ni corriente de opinión, sea de derecha o de izquierda, tiene reconocimiento legal y aunque formalmente el Partido Comunista no proclama candidatos oficialmente, éstos predominan de manera decisiva y el sistema de designación de los candidatos filtra rigurosamente cualquier voz no aceptada. De hecho, no hay debate preelectoral en que puedan confrontarse posiciones políticas y los ciudadanos se limitan a votar los “méritos” del candidato de su preferencia entre las dos (o tres) opciones que se le presentan.
En relación a estos comicios la oposición de derecha apareció divida. Un sector, dentro de lo que se considera una “moderada” o “posibilista” (alentada por la Iglesia), intentó sin éxito nominar candidatos propios; mientras que el ala derecha dura, más “gusana”, descarta de plano la participación por “hacerle el juego a la dictadura”. Tampoco a los sectores de la izquierda crítica, incluyendo a los que defienden la revolución pero cuestionan el rumbo fijado por la cúpula, se les ha permitido presentar una alternativa.
Desde el PCC se ha desplegado una fuerte campaña “contra el centrismo” bajo el lema de que quien no está con el gobierno está con los agentes del imperialismo, que parece dedicada a disciplinar a las críticas internas y cerrar el paso a quienes sugieran algún tipo de entendimiento (incluso a la oposición “moderada”).
No obstante, las elecciones locales de hoy tienen importante relevancia y es posible que a través de sus resultados, algunos síntomas se filtren a través del opaco sistema informativo cubano acerca del estado de ánimo popular y el nivel de consenso (y de su erosión) que guarda el régimen. Será cuestión de ampliar el análisis con los resultados a la vista.
El proceso de renovación
De hecho, se enmarcan en el proceso de renovación de la dirección del Estado cubano. Hace un año la muerte de Fidel, que ya estaba retirado de los puestos de responsabilidad política directa desde hacía algunos años, simbolizó la salida de escena de la dirección histórica de la revolución de 1959. Con el previsto retiro de Raúl Castro (que hasta 2021 continuará al frente del Partido Comunista), esa generación deja las principales posiciones al frente del Estado a una nueva camada de dirigentes formados posteriormente. La paulatina renovación generacional es de la mayor importancia para el rumbo de la Isla en los próximos años, abriendo la era “post Castro”, con la perspectiva abierta de si predominará el “continuismo” gradualista o conducirá hacia una mayor “apertura” en términos económicos y políticos para acelerar la regresión al capitalismo.
Miguel Díaz-Canel, actual Vicepresidente del Consejo de Estado
Se destaca como probable sucesor de Raúl en la presidencia el actual Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que ha hecho su carrera en el PCC y tiene un perfil “tecnocrático”. Sin embargo, no es seguro todavía que cuente con consenso del conjunto de la burocracia. Por otro lado, el hijo de Raúl, el Coronel Alejandro Castro Espín, que suma las principales responsabilidades en defensa y seguridad interior, respaldado en las fuerzas armadas, es otra de las figuras de peso. Podrían mencionarse algunos otros dirigentes, como la responsable del PC en La Habana, Mercedes López Alea y otros.
Las distintas alas y “familias” de la burocracia gobernante desarrollan tras el telón del proceso electoral, una sorda puja por la definición de los candidatos y del equilibrio a establecer en la futura distribución de las posiciones de poder. Es en las alturas, en los pasillos del poder y a espaldas del pueblo donde se define el verdadero proceso de elección y se toman las decisiones vitales para el futuro de Cuba y de las conquistas que aún sobreviven de la revolución que conmovió a América latina hace 6 décadas.
Una coyuntura desfavorable
Esta puja puede tensarse más ante el difícil cuadro económico y “geopolítico” que enfrenta Cuba.
Desde el punto de vista económico, la isla atraviesa una coyuntura de estancamiento, posiblemente la peor en dos décadas, a la que se añaden las secuelas de la última temporada de huracanes. En 2016, la economía cubana se retrajo un 0,9%, aunque en el primer semestre de 2017, se habría recuperado, según el ministro del ramo, en un 1,1% en base a algunos rubros de consumo interno como construcción, pero sin mayor dinamismo de las exportaciones ni la inversión externa y con penuria de divisas para solventar los compromisos financieros.
Después de las expectativas en el “deshielo” con Washington, el endurecimiento impreso por Trump y el lobby republicano anticastrista en la política estadounidense hacia la Isla, junto con el giro a la derecha en los gobiernos sudamericanos, especialmente en Brasil (comprometido en inversiones importantes en la Zona Especial de Puerto Mariel y otros acuerdos), más la aguda crisis del principal aliado de La Habana en el continente, Venezuela, generan un escenario internacional hostil.
Con la alianza estratégica establecida por Fidel y Chávez en 2003, Venezuela se convirtió en el principal socio comercial de Cuba. Desde 2014 se redujo a la mitad el suministro de petróleo venezolano en condiciones preferenciales, así como los pagos a Cuba por servicios profesionales, médicos y otros. El intercambio de mercancías entre ambos países había sido de 7.250 millones de dólares en 2014 y cayó a apenas 2.224 en 2016. Los acuerdos con China (que ha pasado a ser el principal socio comercial de la isla) y con Rusia no alcanzan a compensar este deterioro y en un contexto desfavorable para el conjunto de América latina, se mantiene abierto un panorama de dificultades económicas e incertidumbre a futuro.
A nivel interno, las permanentes penurias populares, el crecimiento de las desigualdades y las contradicciones internas que esto provoca en la sociedad pueden tensar aún más las pugnas en la burocracia. La definición del nuevo personal político dirigente y su rumbo, será un hecho complejo y de enorme importancia política.