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1ro de diciembre de 2017 Twitter Faceboock

ENTREVISTA A SANTIAGO LUPE, DIRIGENTE DE LA CRT
“La izquierda independentista y anticapitalista se debe un debate de balance y perspectivas"
IzquierdaDiario.es

A un mes de la proclamación de la república catalana y la aplicación del 155, entrevistamos a Santiago Lupe, director de Izquierda Diario.es y dirigente de la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT). Las perspectivas del movimiento catalán desde la óptica del marxismo revolucionario.

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Edició català

El otoño catalán de 2017 ha traído consigo una movilización democrática sin precedentes ¿Como valoras lo ocurrido desde el 20 de septiembre en adelante?

Sin duda tras el 20S el movimiento catalán pegó un salto en cantidad y calidad. Hasta ese momento el procesisme lo había mantenido encorsetado en manifestaciones puntuales, una vez al año, aunque masivas y completamente subordinado a las maniobras del Govern. Tras las detenciones de varios cargos del Govern ese día, el movimiento ganó en extensión, masividad y decisión para mantenerse en el tiempo. No se trataba sólo de concentraciones, sino que impactó mucho en sectores como la juventud estudiantil que protagonizó grandes movilizaciones, en la multiplicación de organismos de incipiente autoorganización como los CDR y sobre todo, en la ocupación de más de 1.300 colegios y su defensa por miles de personas el día del referéndum, el 1 de octubre.

Como punto álgido de este proceso, se produjo la jornada de huelga general del 3-O, en la que sectores importantes de la clase trabajadora se sumaron a esta lucha con sus propios métodos, como la enseñanza, la administración pública, el transporte o el comercio. Realmente la situación abierta planteaba la posibilidad de que se generase un proceso de lucha que sumara a los sectores de la clase trabajadora -que no habían sido parte todavía- y que por lo tanto vinculara esta lucha democrática con otras demandas sociales. Es decir que la idea de república quedara explícita y radicalmente vinculada a la pelea por un proceso constituyente. Además, levantar como parte de la lucha un programa de reivindicaciones sociales, una agenda de los trabajadores hubiera puesto mucho más fácil poder despertar la solidaridad en el resto del Estado para despertar una lucha común contra el Régimen del 78 y la Corona. También había que poder discutir por qué tipo de república luchamos, si la de Junt pel Sí o una República socialista, de los trabajadores y los sectores populares

¿Cuál ha sido entonces el rol de la dirección del procés?

El esperable. Algunos ya veníamos advirtiendo desde 2012, muy a contracorriente y siendo tachados por gran parte de la izquierda de sectarios, que los convergentes y ERC eran un obstáculo para la consecución de las demandas democráticas que se venían expresando en las Diadas o el 9N. Se trata de los partidos históricos de la burguesía catalana y, como tales, en ningún caso iban a estar dispuestos a poner en marcha la movilización necesaria para conquistar una República independiente, enfrentando al Estado.

Entre el 20S y el 3-O se esbozó el tipo de lucha necesaria, y JxSí y el Govern optaron por abortar su desarrollo. Impusieron la desmovilización, con la ayuda de las entidades soberanistas, sembraron confusión y cansancio con la proclamación-suspensión o los intentos fallidos de negociar con el Estado unas elecciones autonómicas de última hora. Puigdemnt y Junqueras trabajaron desde el 4-O para lo que después han reconocido públicamente; no estaban dispuestos a que el resultado del 1-O, el mandato de una república, fuera defendido desde la movilización social. Los argumentos “humanitarios”, que ahora esgrimen, para que no hubiera “muertos”, para mí no tienen ninguna credibilidad. Lo que querían evitar era que un proceso así, al pasar del eje de las maniobras de Palacio a las calles y centros de trabajo y estudio, abriera el camino a un proceso más radicalizado, potencialmente revolucionario que no sólo quisiera romper con el Régimen del 78 sino también imponer soluciones a los problemas de paro, vivienda, pobreza... que tocasen los intereses de la clase capitalista catalana, con la que, más allá de las desavenencias con las grandes empresas del país sobre el 1-O o la DUI, en ningún caso han roto ni van a romper jamás.

¿Y los otros participantes de este movimiento, como la izquierda independentista o la izquierda sindical?

Creo que la izquierda independentista y anticapitalista se debe un debate de balance y perspectivas sobre el papel jugado en el procés. Para mí, se ha dejado pasar una gran oportunidad, no sé si para cambiar el desenlace de los acontecimientos, pero sí para haber marcado una hoja de ruta alternativa que permitiera salir de este otoño con un ala izquierda, de clase y anticapitalista fortalecida para el siguiente periodo.

La CUP creo que ha mantenido una posición de subordinación que ha resultado nefasta. La “mano extendida” de 2012 se ha ido profundizando en estos años. Muchos militantes de la izquierda independentistas sacan la lectura de que por esa vía se iba “empujando” a JxSí para que llegara hasta el 1-O o el 27-O. Pero lo que pierden se vista es que el “peaje” a pagar era no prepararse para ofrecer una alternativa política independiente y basada en la lucha de clases. Entonces, cuando ocurre lo esperable, la claudicación de esta dirección burguesa no había una alternativa independiente para luchar contra el golpe represivo que sembró una desmoralización, para buscar imponer un cierre reaccionario a la remergencia de la cuestión nacional catalana. Este error se ha puesto en evidencia en estos dos meses, cuando la CUP, por no romper la unidad del bloque soberanista, se ha mantenido a la espera de lo que dijera o hiciera el Govern. Solamente en el tramo final, con el 155 aplicado y medio Govern en la cárcel, se optó por impulsar una jornada de movilización y huelga como el 8N, motorizada desde los CDR, pero sin proponerse darle una continuidad.

La izquierda sindical para mi empezó el proceso con un giro muy positivo, convocando en solitario la huelga del 3-O. Sin esa decisión hubiera sido muy difícil que la huelga quedara instalada y que pudiera realizar aquella jornada. No olvidemos que, desde el Govern, la burocracia de CCOO y UGT y las entidades soberanistas se la quiso rebajar a “paro cívico” en acuerdo con la pequeña y mediana patronal. Sin embargo, tras el 3-O se perdió la iniciativa y, como la CUP, permanecieron a la espera de los pasos del Govern.

¿Y los otros espacios políticos como los comunes o IU?

En mi opinión estos dos meses han sido su “prueba del algodón”. Si algo ha quedado constatado es que este espacio que nació con promesas de “acabar con los candados del 78” o luchar por un proceso constituyente, ha acabado integrado como pata izquierda del Régimen del 78. En el caso de IU no es ninguna novedad, vienen de uno de los padres de la Constitución del 78 que niega el derecho a decidir explícitamente. Podemos y los comunes habían jugado a la ambigüedad, incluso apoyaron finalmente el 1-O, pero se han negado sistemáticamente a promover ninguna movilización, ni en Catalunya ni menos en el resto del Estado, en defensa de su resultado -que consideraban ilegítimo por no haberse pactado la consulta con el Régimen que envió 10.000 policías a repartir palos- ni siquiera contra la represión. Han optado por una cínica equidistancia entre el resultado del 1-O y el golpe institucional del 155. Hoy siguen hablando de consulta pactada, un auténtico engaño cuando si algo ha quedado claro es que ni el PP, ni el PSOE, ni el PP, ni el Poder Judicial, ni la Corona... ningún agente de este Régimen está dispuesto.

¿Qué lectura hacéis desde la CRT de las elecciones del 21D?

El golpe institucional del 155 pone en evidencia el carácter autoritario y antidemocrático del Régimen del 78 y la restauración del mismo que quieren realizar desde el PP, el PSOE, Cs y la Monarquía. Todo con el apoyo de la UE, que contra todas las ilusiones alentadas por el procesisme, ha vuelto a actuar como la institución reaccionaria que es, como ya dejo claro en la crisis griega o la de los refugiados. EL 21D son parte de este golpe, la vía con la que se le ha querido dar un barniz democrático. Pero son unas elecciones teledirigidas, para que las gane el españolismo, o si no sucede, que una victoria independentista se produzca previa renuncia en la práctica a conquistar la independencia.

Lo ocurrido los últimos meses ha demostrado que la república catalana o la conquistará la clase obrera y los sectores populares, en una alianza de lucha con los trabajadores del resto del Estado, o no se conquistará. La “autocrítica” y el “recule” de ERC y el PDeCAT, aunque se ha producido bajo el chantaje inquisitorial del Tribunal Supremo, deja claro que por su parte hay un intento de vuelta a la vía muerta de la negociación con el Estado.

Se prepara, más allá del resultado que pueda salir del 21D, un escenario de desactivación del movimiento democrático. Contra eso es necesario reaccionar. Desde la CRT consideramos que tras la aprobación del 155 se tendría que haber llamado a boicotear las elecciones y a la defensa de la república. Eso no pasó y hoy todo el bloque asume el 21D como una fecha para expresar el rechazo al golpe y la defensa del resultado del 1-O.

En ese contexto creemos que sería necesario que pudiera haber una candidatura que expresase políticamente a aquellos sectores que han empezado a hacer una experiencia con la dirección procesista, que cuestionan su hoja de ruta y que se proponen pelear por la república catalana desde una perspectiva de ruptura con el Régimen del 78, en vinculación con la pelea por un proceso constituyente, por un programa anticapitalista y tendiendo puentes de solidaridad con el resto del Estado para enfrentar juntos al Régimen y la Corona. La CUP es quien estaría en mejores condiciones para propiciarla, más allá de que ya hayan definido internamente las listas.

Para ello lo mejor sería abrir un debate y una reflexión lo más amplia posible sobre el balance del “procés”, de la política seguida y con qué programa y con qué estrategia hay que continuar. Nosotros hemos participado de este movimiento desde la perspectiva de luchar por una república catalana socialista, como parte de la lucha por una federación de repúblicas socialistas en la península ibérica, pero estaríamos dispuestos a participar en un proceso de discusión programática y estratégica, que debería extenderse más allá del 21D e ir más allá de lo electoral, pensando cuáles son las vías para emprender la lucha contra el 155 y por el derecho a decidir desde los barrios, facultades y centros de trabajo.

Por último, y a modo de conclusión ¿crees que había posibilidades de que el movimiento pudiera pasar por encima de su dirección? ¿Qué elemento crees que pudo faltarle?

Si algo ha quedado constatado es que la voluntad de lucha del pueblo catalán ha estado muy por delante de la dirección del procés, y que incluso adelantó por izquierda a las formaciones de izquierda del procés. ¿Este movimiento podía superar por sí solo a los Puigdemont y Junqueras? Lo cierto es que no ha sido así, y contra cualquier ilusión “espontaneista” creo que no era posible sin que existiera una fuerza política con una clara estrategia independiente y de clase, formada en los momentos previos, que pudiera oponer una hoja de ruta revolucionaria para lograr los objetivos del movimiento. La izquierda independentista que se dice anticapitalista, había optado por una estrategia opuesta, la de la mano extendida. No se venían preparando para esto. Tampoco desde la izquierda sindical.

Las tareas para poder superar a esta dirección se podrían resumir en tres grandes bloques. Construir un ala del movimiento que vinculara la principal demanda democrática, el derecho a decidir, con la lucha sin cuartel contra el Régimen del 78 y un programa anticapitalista para resolver los grandes problemas sociales. Ganar así a sectores importantes de la clase trabajadora, cambiar la composición social del movimiento y que la clase obrera se propusiera hegemonizarlo, en vez de los herederos del pujolismo que representan solo a las grandes familias catalanas. Solo así se podría haber disputado abiertamente la dirección política al PDeCAT y ERC, por parte de una organización revolucionaria. Para impulsar la más amplia autoorganización y movilización desde los centros de trabajo, estudio y barrios, es necesario avanzar en la construcción de una organización revolucionaria. Hoy no existe esta organización, ni en Cataluña ni en el Estado español. Desde la CRT nos proponemos dar pasos adelante en ese sentido, confluyendo con activistas, militantes que vienen de otras organizaciones y grupos que se propongan luchar por esta perspectiva.

 
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