En El paciente, el terapeuta y el Estado [1], publicado en 2004, Élizabeth Roudinesco intervino de lleno a propósito de la discusión abierta en Francia en ese momento sobre la acreditación en psicología (conocida en su momento como “enmienda Acoyyeur”), el papel del estado para determinar qué tipo de terapias son o no válidas y reconocidas como “científicas” y cuáles no (las “charlatanerías”), y los intereses de la corporación médica psiquiátrica y la industria farmacéutica para imponer sus propios criterios reduccionistas y mercantilizantes. Roudinesco parte allí del hecho de que en ese marco las principales asociaciones psicoanalíticas, lejos de dar una pelea contra contra los intereses detrás de la movida – lo cual implicaría una crítica al mismo Estado–, pactaron con aquel (un “pacto de servidumbre voluntaria” lo llama con sorna) la habilitación de sus miembros para ejercer las psicoterapias aceptando de facto aquellos criterios. Pero lo que quisiéramos resaltar aquí es que la vía para imponer esta medicalización vino de la mano de una reforma de la formación en psicología similar a la que aquí motoriza la LES y la CONEAU: adaptar la formación a los criterios y necesidades del mercado. En este sentido, la experiencia francesa permite atisbar el futuro de la formación en psicología de avanzar esta reforma.
En el libro, Roudinesco muestra cómo con el argumento de "proteger" a los usuarios del sistema de salud frente a los "charlatanes" el Estado francés terminó imponiendo un "cientificismo policial" en base a lo que llama “ideología del peritaje generalizado”, que siguiendo los criterios del DSM (siglas en inglés del Manual Estadístico de los Trastornos Mentales) evalúa al psiquismo en base a criterios que escudados en su supuesta "objetividad", "cientificidad", validez estadística, etc., terminan convirtiéndolo en una mercancía más. Roudinesco cómo el Estado francés, impulsado por la "eficientización de costos" había llevado a la cima los criterios comportamentalistas y psicofarmacológicos.
La biógrafa de Freud y Lacan, pone el acento en el psicoanálisis –muy críticamente, como se ve– pero el alerta vale para cualquier visión emancipadora o crítica de la psicología, que se ven igualmente afectadas. En este sentido, señala asimismo cómo a partir de esto "el psicoanálisis es atacado con violencia por las neurociencias y el comportamentalismo, las cuales constituyen los dos pilares de este sombrío higienismo de las almas en función del cual un individuo es capaz de abdicar de su libertad para adaptarse al modelo de sumisión colectiva." (p.89) Tal es así que "En el campo de la psiquiatría y la psicología, la ideología de la evaluación ha llevado a un verdadero desastre, tanto en el plano clínico como en la enseñanza misma de las disciplinas." (p.92)
Como decíamos, en la aplicación de estas políticas el Estado francés encontró un punto de apoyo clave en la Universidad, mediante la aplicación de reformas similares a los lineamientos de la Ley de Educación Superior que podría impulsar la CONEAU en las Facultades de Psicología de nuestro país. En efecto, escribe, "es sobre todo en la Universidad, donde [esta ideología del peritaje] produce efectos devastadores –tratándose singularmente del nombramiento de los profesores de Psicología y por ende de la formación de los psicólogos, cuyos dos tercios son clínicos, y entre los cuales se reclutan los psicoanalistas." (p.101)
Análogamente al papel que cumple la CONEAU en nuestro país, en Francia es el Consejo Nacional de la Universidad (CNU) el que impone los criterios llamados "científicos" de evaluación. Por ejemplo, el de impact factor, a partir del cual el carácter científico de un artículo (paper, publicación) se determina por la cantidad de citas que los mencionan en otros textos publicados en revistas distribuidoras de "calificaciones", basadas en el principio de "lectura anónima" (los trabajos se evalúan sin la firma del autor). Eso sí, debe cumplir con la regla de no citar en la bibliografía textos publicados más de cuatro años atrás (!).
“Un candidato a un puesto o a una publicación –escribe– debe, en efecto, eliminar de su demostración toda referencia a Platón, Freud, Kant, etcétera.” Por ejemplo, también, “un universitario del nivel de Michel Foucault, cuya contribución a las diferentes disciplinas de la psicopatología, psiquiatría, psicoanálisis y psicología clínica es reconocida mundialmente, traducida en cuarenta lenguas y comentada en todas las universidades de todos los países del mundo, no tendría hoy en día ninguna probabilidad de ser calificado como profesor de Psicología en Francia. Se tacharía en efecto su obra de ‘literaria’ o ‘filosófica’ y por ende se la consideraría marginal respecto de la especialidad. Peor aún, si persistiera en postularse a un cargo, se vería obligado a olvidar sus obras y a publicar por lo menos una docena de artículos sometidos a pericias e n revistas especializadas en ‘calificaciones’”. Un futuro sombrío, pero en Argentina a la vuelta de la esquina de la CONEAU.
Roudinesco cuenta la experiencia tragicómica en el comité editorial de la prestigiosa revista de psiquiatría francesa L’Évolution psychatrique, regida por estos criterios impuestos por el CNU, mostrando la farsa que constituyen. Para legitimarse, cada revista debe mostrar que rechaza cierta cantidad de textos por año, para que su "impact factor" (factor de impacto [2]) vaya en aumento, justamente la misma lógica que aplicó la CONEAU para su legitimación inicial (rechazando –como demostró el fallecido Pedro Krotsch– hasta 2002 el 87% de solicitudes de acreditación de universidades privadas).
Sobre el rol de las corrientes psicoanalíticas hegemónicas (hay “contrahegemónicas”, como la revista y editorial Topía, pero son minoritarias) y sus instituciones, que en nuestro país tienen un lugar muy importante en el gobierno de las facultades de psicología, el libro de Roudinesco también es ilustrativo. Señala que, al tiempo que los psicólogos conseguían el reconocimiento de su práctica, y la reglamentaban, los psicoanalistas desarrollaron una política de "implantación" universitaria (desde 1947), utilizando la clínica como "vector para desarrollar sus asociaciones en el dominio universitario… [Orientando a los estudiantes] hacia las escuelas psicoanalíticas a las cuales pertenecían sus profesores. Cada escuela poseía, de esa manera, su ’bastión’ universitario… […] las instituciones del Estado… […] se volvieron a menudo anexos de las instituciones analíticas." (p.109) A partir de 1968 se da el proceso inverso, y "los psicoanalistas implantados en la universidad trataron de escapar a sus respectivas instituciones, a las que consideraban esclerosas y dogmáticas". Pensaban que la Universidad podía garantizar la enseñanza laica independientemente de las "parroquias psicoanalíticas". Pero, afirma la autora, se equivocaron.
A partir de los 80s se impuso el "pálido poder del peritaje y la evaluación" de la CNU en la universidad, con los consiguientes "criterios de cientificidad" como requisitos para la evaluación de docentes y estudiantes. La conclusión, entonces, es tajante: "Se comprende entonces porqué, cuestionada por una psicología cada vez más experimentalista, cognitivista o comportamentalista, la psicología clínica clásica, corre el serio peligro de desaparecer de la enseñanza universitaria, suerte que correrá pronto el psicoanálisis (con todas sus diferentes tendencias), para ser reemplazado por las Terapias Cognitivo Comportamentales." (p.110)
Volviendo a nuestro país, el papel de las instituciones psicoanalíticas "implantadas" en en los órganos de gobierno de las facultades de Psicología del país, que legitiman sus lugares con un discurso de lucha contra el orden medicalizador de las neurociencias y las Terapias Cognitivo Conductuales ha sido, durante el ciclo kirchnerista y hoy también, el de impulsar cada uno de los lineamientos de la neoliberal Ley de Educación Superior y la CONEAU. En la facultad de Psicología de la UBA, la EOL -Escuela de Orientación Lacaniana- es parte integrante de una camarilla de gobierno junto al radicalismo que no solo tiene acreditados los posgrados arancelados por la CONEAU y atacando constantemente los espacios de formación críticos, sino que firma directamente convenios (lease negocios) con monstruos farmacéuticos como Roche o Novartis. Digamos también, que esta situación viene siendo denunciada y enfrentada desde diferentes agrupaciones estudiantiles que conforman el Frente de Izquierda y desde la Asociación Gremial Docente (AGD).
Siguiendo el análisis de Roudinesco, lección que podemos extraer es que mientras garantizan sus negocios, estas camarillas están contribuyendo a la aniquilación no solo de la propia disciplina que dicen defender, sino de cualquier perspectiva emancipadora y crítica en psicología. La resistencia frente a este avance no vendrá de parte de las camarillas universitarias, por más bonitos (doble) discursos que ensayen, sino de la organización de estudiantes y docentes para frenar el avance que ensaya el macrismo y poner poner en pie una formación en psicología en sintonía con las necesidades de los trabajadores y el pueblo, socialmente crítica y necesariamente anticapitalista. |