El militar nacionalista croata fue condenado a 20 años de prisión, pero luego de escuchar la sentencia decidió manifestar su repudio al fallo y suicidarse frente al juez.
De nacionalidad croata pero nacido en Bosnia-Herzegovina el 1 de enero de 1945, en lo que fuera el Estado Independiente de Croacia(1) (EIC), Slobodan Praljak se suicidó el pasado miércoles 29 de noviembre luego de haber sido sentenciado a 20 años de prisión por el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia (TPIY). El mismo que una semana antes había condenado a cadena perpetua al serbobosnio Ratko Mladic, acusado de crímenes de lesa humanidad.
El 29 de mayo de 2013, el TPIY había encontrado culpable a Praljak de desplazamiento forzado de la población, múltiples asesinatos, saqueo de propiedades y trabajo esclavo para los detenidos. La pena impuesta había sido de 20 años, pero fue recurrida por sus abogados hasta que el miércoles pasado el juez Carmel Agius la refrendó.
Praljak, luego de escuchar el veredicto, se paró de su asiento y pronunció en su lengua croata-serbio: “Slobodan Praljak nije ratni zločinac. S prezirom odbacujem vašu presudu” (“Slobodan Praljak no es un criminal de guerra. Con desprecio rechazo su veredicto”). Tras descalificar la sentencia procedió a beber veneno, se presume que era arsénico, y murió poco tiempo después.
De dramaturgo a criminal de guerra
La vida de Praljak, hasta la desintegración de Yugoslavia, había transcurrido lejos de la guerra. En 1970 obtuvo títulos universitarios en filosofía, sociología y un año más tarde completó sus estudios en la Academia de Teatro y Cine de Zagreb. Luego comenzó a trabajar como director de teatro, y más tarde, entre otras producciones audiovisuales, filmó la serie de televisión "Blesan y Tulipan", el documental "La muerte de un perro" y la película "Retorno de Katarina Kozul’. Además, durante toda su permanencia en La Haya (2004-2017) escribió y público 18 libros sobre la Guerra en Bosnia-Herzegovina.
Su vida como militar fue tardía pues comenzó recién a principios de 1990 cuando se unió a las fuerzas armadas voluntarias de la República de Croacia y ascendió, rápidamente, al rango de comandante general. Durante 1992 y 1993 trabajó como uno de los 14 miembros del Consejo de Defensa Nacional de Croacia y fue miembro de la Comisión Estatal Croata de Relaciones con las Fuerzas de Protección de las Naciones Unidas (UNPROFOR según sus siglas en inglés). Fue un alto representante del Ministerio de Defensa, y el 13 de mayo de 1993 fue nombrado representante del Ministerio de Defensa en la República Croata de Herceg-Bosna.
Se lo acusa de haber cometido crímenes de guerra en diferentes regiones de Bosnia-Herzegovina, pero se ha hecho famoso por ser encontrado culpable de dar la orden de derribar el histórico puente, construido por el imperio otomano cinco siglos atrás, de la ciudad de Mostar con el fin de aislar a la población musulmana. El Stari Most (Viejo Puente) unía a las dos partes de la ciudad, que hasta el momento de la guerra era habitada por musulmanes, serbios y croatas. Además de ser una joya arquitectónica el puente era el lugar más importante de encuentro de la vida multicultural de Mostar. Durante siglos las competencias de salto y buceo formaron parte de la tradición local. La destrucción del lazo de comunicación material, cultural y simbólico, en el marco de la guerra, contribuyó a dañar la apacible convivencia que durante siglos tres pueblos (serbios, croatas y musulmanes) y tres religiones (cristianismo ortodoxo, cristianismo católico e islam) supieron construir.
Repercusiones en los países de la exYugoslavia
La presidenta de Croacia, Kolinda Grabar Kitarovic, sostuvo ayer que el TPIY no ha cumplido sus objetivos y lo acusó de estar politizado, “como presidenta de Croacia, haré todo para que esta sentencia no empeore las relaciones entre los pueblos en Bosnia-Herzegovina. Voy a visitar Bosnia-Herzegovina lo antes posible” y agregó que “la sentencia fue injusta, los musulmanes también cometieron crímenes de guerra y deben rendir cuentas por ello”. Además añadió que Croacia no fue un país agresor. En cambio sostuvo que la Serbia de Slobodan Milosevic y el Ejército Nacional de Yugoslavia atacaron a Croacia y a Bosnia-Herzegovina. “Croacia nunca atacó a nadie” recalcó la jefa política croata. Por su parte el primer ministro croata, Andrej Plenkovic, en sintonía con la presidenta enfatizó que la condena fue absolutamente injusta y calificó como un absurdo el hecho de que en la reciente sentencia del líder militar serbobosnio, Ratko Mladic, no se relacionan sus crímenes con el régimen de Belgrado, liderado por Slobodan Milosevic, desde dónde según su óptica fueron dirigidas todas las guerras de los años 1990 contra Eslovenia, Croacia, Bosnia y finalmente contra Kosovo.
En Mostar, ciudad bosnia en la que Praljak llevó adelante buena parte de los crímenes por los que se lo ha condenado, cientos de croata-bosnios le han rendido homenaje el día de ayer. "A menudo Judas sentencia a los justos” decía ayer un joven croata citando la Biblia, y luego agregaba que “Hoy hemos visto que los justos están siendo condenados. Perdimos a uno de los justos, y fue por razones políticas".
Por su parte Bakir Izetbegovic, el miembro musulmán de la presidencia bosnia y líder de los musulmanes, expresó sus “condolencias para con las víctimas de esa empresa criminal” y agregó, refiriéndose a las acciones de los croatas contra los musulmanes durante la guerra, “Nunca olvidaremos a las víctimas ni a los criminales".
El actual presidente de la república de Serbia, Aleksandar Vucic, sostuvo que no iba a llamar “gallina” a Praljak, en referencia a los chistes que circularon por los medios sensacionalistas de Belgrado e intentó, además, mostrarse “serio” y políticamente correcto con el fin de reforzar el intento de su gobierno para llegar a la Unión Europea. Aprovechó la ocasión para referirse a la sentencia a cadena perpetua que el mismo tribunal le había dado a Ratko Mladic la semana pasada, “El 95 por ciento de los ciudadanos de Serbia piensa que el juicio a Ratko Mladic es ilegal, malo y que no se corresponde con los hechos, ¿pero debería yo, como jefe de Estado, salir en público y decir que estoy en contra de dicha sentencia, que él es un héroe y que intentaremos desafiar el veredicto?”. De esta manera el líder del Partido Progresista Serbio hizo los “deberes” con Bruselas intentando diferenciarse de las declaraciones de la presidenta y el primer ministro croata, quienes criticaron fuertemente la sentencia del TIPY.
El tribunal anticicatrizante
“El caso del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia es uno de los ejemplos más ilustrativos para poner en evidencia la asimetría y selectividad de los procesos de criminalización que patrocina y reproduce el sistema penal internacional”(2).
El 25 de mayo de 1993 fue adoptada la resolución 827 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que indicaba la creación del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia a establecerse en La Haya, Holanda. Actuando bajo el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, que sostiene que:
“El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hará recomendaciones o decidirá qué medidas serán tomadas de conformidad con los Artículos 41 y 42 para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales”
El Consejo de Seguridad decidió, a partir del Capítulo VII de la Carta, dos acciones que iban a condicionar sensiblemente el desarrollo de las guerras de desintegración de la República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY) y el destino de las resultantes repúblicas. En primer lugar dio vía libre a la decisiva participación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en las guerras en Bosnia-Herzegovina y en Croacia (1992-1995), y en la Agresión a la República Federal de Yugoslavia (1999). En segundo lugar, procedió a la creación de un tribunal penal internacional para juzgar los crímenes de guerra, pero debido al enjuiciamiento y penalización diferencial no ha generado, en los pueblos y naciones que sufrieron la guerra, una sensación fidedigna de que se ha haya hecho justicia.
La fraternidad de los pueblos yugoslavos
Desenmascarar, denunciar y desandar la retórica nacionalista de los líderes políticos de las exrepúblicas yugoslavas no ha sido una tarea fácil para los pueblos de Croacia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Kosovo, Macedonia y Eslovenia. Partidos o coaliciones de derecha o centro derecha han tenido el monopolio del poder político desde la desintegración de Yugoslavia hasta el presente.
Continuamente estos políticos, que han seguido y siguen a pie juntillas los “consejos” políticos, económicos y militares emanados de Washington, Berlín, Londres y París se sirvieron de los enfrentamientos bélicos de los años noventa del siglo pasado para hacer campaña política y sostenerse en el poder. Sus antecesores, hace 25 años, se llamaban Franjo Tudjman, Alija Izetbegovic, Slobodan Milosevic, Milan Kucan, etc; hoy Milorad Dodik, Aleksandar Vucic, Ramush Haradinaj, Bakir Izetbegovic, Andrej Plenkovic, entre tantos otros, han tomado la posta. Para ganar elecciones reivindican “héroes” de guerra como Ante Gotovina, Ratko Mladic o Naser Oric. Cuanto más “terribles” sean los “enemigos” serbios, croatas, musulmanes o albaneses mejor será el negocio para la clase política yugoslava que pone el giro hacia el nacionalismo pero dobla hacia los intereses de Merkel, Trump y compañía.
Notas:
1. Fue un gobierno títere de los nazis que incluyó a los actuales territorios de Croacia y Bosnia de 1941 a 1945 en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
2. Aguirre, Luis Eduardo (2015) El llando de Kopaonik. El juzgamiento de los crímenes en la tragedia de los Balcanes. Editorial Universitaria de La Plata. La Plata.