El pasado 5 de diciembre Evo Morales se reunió con su homólogo brasileño Michel Temer para suscribir un acuerdo de seguridad ciudadana que inicie un trabajo conjunto en la lucha contra el narcotráfico y el contrabando. Además la firma del memorándum para que el tren bioceánico próximo a construirse atraviese territorio boliviano. Sin embargo, lo llamativo de esta reunión fue que Evo Morales en una actitud absolutamente pragmática, calificó al golpista Temer como su “hermano”.
El presidente boliviano utilizó este cariñoso calificativo para quien es presidente gracias a un golpe institucional contra la ex presidenta Dilma Rousseff y cuyo genuino objetivo, más allá del barniz de anti-corrupción, fue descargar un brutal plan de ajuste y de ataque a los derechos laborales y sociales de los trabajadores y el pueblo brasileño. Ya unos meses atrás utilizó el mismo calificativo para dirigirse a la canciller almena, Angela Merkel, responsable de miles de deportaciones a refugiados e inmigrantes así como impulsora de los brutales ataques a las y los trabajadores y al pueblo griego. Contrasta esto con la forma en cómo se refiere o dirige a los indígenas y campesinos de diferentes sectores que han venido movilizándose y reclamando sus derechos, como el caso de Achacachi o del TIPNIS, y que fueron brutalmente reprimidos; o a los trabajadores asalariados en huelga, a quiénes no se duda en calificar de derechistas, traidores o vende patrias.
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