El Rojo volvió a la palestra internacional recuperando su identidad: derrotó al Flamengo en la serie final y volvió a dar la vuelta olímpica dando un “Maracanazo”. Gran trabajo de Holan y de un plantel que le devolvió el alma a Independiente.
Resultó muy difícil escribir unas líneas para dar cuenta del nuevo campeón de la Copa Sudamericana. Había que enfrentar una pantalla en blanco, enfocar la vista empañada por lágrimas de emoción y de alegría, cóctel de sentimientos que sólo un fenómeno cultural como el fútbol puede mezclar. Independiente resurgió de sus cenizas, volvió a ser lo que nunca debió dejar de ser, recuperó su identidad y su memoria. Y todo eso lo demostró en el campo de juego, nada menos que ante uno de los clubes más importantes del Brasil, nada menos que en el Maracaná.
Desde aquella vuelta olímpica de 1995, por la Supercopa, el Rojo cosechó dos décadas de penurias más que de alegrías, de tibieza futbolística, de fracasos deportivos; y salvo aquel campeonato del 2002 y la Sudamericana 2010, o algún chispazo de gloria de la mano del "Kun" Agüero, Independiente fue durante 20 años una sombra de sí mismo. Pero en este 2017 volvió, de nuevo jugadores de rojo tocando con jugadores de rojo, presión, relevos, solidaridad de equipo; lo que no se veía hace años, volvió a ser marca registrada de Independiente. En esta final frente al Flamengo, Independiente parafraseó la famosa canción y gritó a los cuatro vientos: "Pero sigo siendo el Rey".
Independiente vuelve a exhibir su grandeza: sigue siendo el club que jamás perdió una final internacional, marca que pocos pueden ostentar. Pero en el trámite del partido ante Flamengo, un empate 1-1, se plantó como tal. Viajó a Brasil para ser protagonista, por momentos con juego, por momentos con temple. Y así logró su 17° título internacional.
El equipo de Holan lo fue a buscar desde el arranque, jamás esperó ni especuló con el resultado favorable que traía desde Avellaneda. Y pese al gol de Flamengo -que llegó de pelota parada y de una jugada "sucia"- mantuvo la paciencia necesaria para dejar la imagen de justo -muy justo- campeón.
El Rojo pudo empatar luego de una combinación entre Barco y Meza; el ex Gimnasia fue derribado en el área (aunque la pelota se iba larga) y el referí sancionó la pena máxima. El penal lo pidió Ezequiel Barco, el pibe de 18 años al que le dicen "el cara de viejo" aunque más merece el apodo por su madurez: lo ejecutó con la seguridad de un consagrado y le dio a Independiente el resultado que le permitía levantar la copa.
Independiente también volvió a ser lo que era respecto a sus jugadores: Holan construyó un plantel joven al que le contagió su experiencia. Los "fulbipibes" de Independiente jugaron en cualquier cancha sin ninguna vergüenza, sin subestimar a ningún rival pero ante todo sin subestimarse a sí mismos. Y se sumaron futbolistas con experiencia como los uruguayos (otro componente que no podía faltar en un Rojo campeón, las banderas de Uruguay ondeando en el lomo de algunos campeones) Campaña y Silva, el "Puma" Gigliotti (decisivo en esta serie final) o Albil desde el banco; jugadores que estuvieron lesionados largamente y al borde de concluir su carrera como Albertengo o Leandro Fernández y recuperados en su mejor forma... Con cracks que recuperaron lo mejor del potrero (ese carnet de identidad del fútbol argentino) como Barco, Meza y por momentos Benítez; leones para la marca y la proyección como Tagliafico y Bustos (y Sánchez Miño, y Alan Franco, y Amorebieta). Lo que conquistó Independiente antes que una copa fue un gran plantel que configuró un gran equipo cada vez que salió a jugar.
El cuadro de este Independiente campeón lo pintó en un ejemplo el arquero Martín Campaña: con el partido empatado arriesgó una gambeta en su propia área para salir jugando prolijamente ante desesperados delanteros del Flamengo, en una final y en pleno Maracaná. Eso es Independiente.
En esta recuperación de identidad, Ariel Holan tuvo gran responsabilidad: desde recuperar la tradición de saludar con los brazos en alto y el capitán del equipo un paso adelante, hasta invitar a ser parte a los grandes que cimentaron la historia del Rojo como Pavoni, Bertoni, Bochini, Santoro y otros grandes consagrados. Y aunque nos parece relativo el papel de los DT, en este caso fue determinante. El pronóstico sobre el papel que podía jugar Holan en el club que planteó quien escribe estas líneas no podía ser más equivocado: no queda más que decir perdón y gracias, señor Ariel Holan.
Independiente vuelve a estar en el podio de América, en lo más alto, entre los mejores. Y lo hizo con el fútbol que siempre se auto exige. Otra vez le queda impecable el traje de campeón.