La sesión fallida en Diputados para tratar la reforma provisional dejó un escenario abierto que comienza con una derrota política importante del gobierno. La búsqueda de culpables apunta a todas las direcciones, en las filas propias y aliadas. Con los ánimos todavía caldeados, las miradas desde la Casa Rosada se dirigieron a los gobernadores peronistas cercanos. Juan Manzur, uno de ellos.
Con la pirotecnia verbal como un lejano recuerdo electoral, el tucumano fue parte activa en el pacto fiscal con el macrismo, pacto que incluía aportar los votos de senadores y diputados para una contrarreforma previsional que implica un recorte a las jubilaciones (cuyos fondos van a sopesar la baja de las contribuciones patronales). El gastado latiguillo de la “gobernabilidad” servía una vez más como escudo en los dos años donde el peronismo tucumano aportó sus votos a Cambiemos.
A fines de noviembre Manzur dio un primer paso, antipopular pero firme. José Alperovich y Beatriz Mirkin votaron en el Senado las reformas previsional y fiscal. Quedaron como postales incómodas la visita de Cristina Kirchner a la casa de Alperovich o el acto que compartió con Mirkin para rechazar las reformas. Hasta parecía que el voto de los senadores cerraba las versiones de disputas internas con el gobernador y su antecesor.
En el medio, el gobierno introdujo elementos de negociación con las provincias. En el caso de Tucumán, la fuente de una supuesta discordia fue la idea de elevar los impuestos para las bebidas azucaradas del 4-8% al 17%. La queja de las patronales del sector fue inmediata: Coca Cola dijo que en esas condiciones “no invertirían” y las entidades azucareras se abroquelaron para hablar nuevamente de una “industria en peligro”.
Las ideas y vueltas por este proyecto de impuesto le dieron un aire al oficialismo tucumano para mostrarse en medio de una supuesta negociación que terminó como era de esperarse: ganaron la Coca Cola y los industriales, perdieron los jubilados. Alperovich primereó a José Cano y festejó por Twitter que no habrá impuestos, aunque la letra chica diga que hay que votar contra los jubilados. Como había adelantado la izquierda, el slogan de “Defendamos Tucumán” terminó siendo “Defendamos a los empresarios”.
Pero de la Cámara Alta a la Baja hay un largo trecho. En Diputados, Manzur pensaba, y por lo tanto prometía, que contaba con cuatro parlamentarios para dar quórum y votar. Si en la Casa Rosada hay bronca con Manzur es porque sólo pudo controlar a dos: los recién llegados Pablo Yedlin y Gladys Medina.
Primero fue la deserción de Alicia Soraire, quién en una seman pasó del interbloque Argentina Federal a sumarse al bloque del Frente para la Victoria. La diputada cercana a Alicia Kirchner había acompañado los pedidos de Manzur en las principales votaciones de estos dos años.
El otro díscolo fue José Orellana. ‘El Mellizo’ dio la nota porque en el día de ayer no bajó a dar quórum a pesar de que había firmado el dictamen favorable. Orellana afirmó que hizo un “gran bien” al no bajar al recinto y que el dictamen lo firmó para garantizar que no haya impuestos a los grandes azucareros. En Código Político, Eduardo Van der Kooy comentaba que el diputado recibió una llamada que lo alertó preguntando si valía la pena pagar un costo político. Con cintura, Orellana se distanció para reclamar un “diálogo”, línea del peronismo, para que finalmente se aprueben las reformas.
El día de ayer fue pesado para Manzur. En medio de las versiones por el decreto que firmaría Macri para imponer la reforma previsional, el gobernador salió a la respaldar esa posibilidad. Aunque fue más oficialista que Carrió su gesto que no compensa la sesión caída. Manzur deberá ahora enfrentar los costos políticos ante la Casa Rosada pero también por ser parte de un acuerdo político que vuelve a ajustar a los jubilados. Un desgaste a su liderazgo, construido en la cogobernabilidad del ajuste.
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