"Cuando la Asamblea Nacional se constituya habré concluido mi segundo y último mandato al frente del Estado y del gobierno, y Cuba tendrá un nuevo presidente", afirmó Raúl Castro, de 86 años, en su intervención ante el pleno de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Los diputados habían resuelto favorablemente una propuesta realizada por el Consejo de Estado (poder ejecutivo) de extender por dos meses el mandato de la actual legislatura y reprogramar las elecciones generales. El motivo esgrimido fue “la situación excepcional” causada por los estragos provocados en septiembre por el huracán Irma que se cobró la vida de 10 personas y produjo daños por unos 13.000 millones de dólares.
Con la misma explicación ya se habían pospuesto un mes -de octubre a noviembre- los comicios municipales, primera fase del proceso electoral que debe culminar en 2018 con la celebración de elecciones generales y la renovación de la Asamblea Nacional. Según establece la Ley electoral cubana, el Parlamento, a su vez, es el que designa los miembros del Consejo de Estado y al nuevo presidente.
No obstante los fenómenos naturales, lo más probable es que la prórroga esté más vinculada a la nueva política agresiva que llega desde la Casa Blanca bajo la Administración de Donald Trump. El presidente estadounidense ha revertido algunos de los acuerdos comerciales y de migración alcanzados durante la presidencia de Obama cuando el mandatario demócrata apostó a meter el capitalismo en Cuba (en particular los capitales estadounidenses) por la vía de la negociación y la diplomacia.
En su discurso, Castro hizo especial mención al retroceso en las relaciones bilaterales y lo calificó de “serio e irracional”. "En 2017 hemos sido testigos de un serio e irracional retroceso de las relaciones Cuba-EE.UU., del cual nuestro país no es responsable".
Trump está retomando la histórica estrategia de forzar un “cambio de régimen” por la vía del estrangulamiento económico, el bloqueo financiero y comercial que en sus puntos esenciales también mantuvo Obama, y el aislamiento diplomático. Tal es así que incluso ordenó recientemente el retiro de buena parte del personal de la Embajada estadounidense en La Habana y expulsó a varios funcionarios cubanos de la suya en Nueva York. La reapertura de las embajadas luego de casi 50 años, fue uno de los hechos más emblemáticos del llamado “deshielo” que impulsaron Obama y Castro.
Lo peor del caso es que la excusa para desatar el conflicto diplomático fueron una serie de confusas afectaciones en la salud de miembros de la embajada norteamericana que la Casa Blanca atribuyó, sin prueba alguna, a supuestos “ataques acústicos” de procedencia desconocida y que el gobierno cubano negó rotundamente desde el primer momento y luego de realizar investigaciones.
Este jueves Castro volvió insistir sobre el punto: "Reitero que Cuba no tuvo ni tiene responsabilidad con los supuestos incidentes ocurridos con diplomáticos acreditados en el país, las investigaciones realizadas por expertos cubanos y estadounidenses así lo confirman", tras lo cual ratificó como lo ha hecho infinidad de veces de que llegó al poder en 2006, que Cuba tiene la voluntad de continuar negociando con EE.UU. sobre todos los temas, sobre la base del "respeto y la independencia", al mismo tiempo que "La Revolución ha resistido el embate de 11 Administraciones y aquí estamos, estaremos y seguiremos siendo libres, soberanos e independientes".
Te puede interesar: Estados Unidos anuncia nuevas sanciones contra Cuba
La burocracia castrista, atrapada entre la orientación de abrir la economía y ampliar los elementos y mecanismos de mercado, pero sin perder el control del Estado y sus privilegios, actúa con sumo recelo ante cualquier hecho que ponga en riesgo el manejo de la situación política y económica. Y la estrategia crecientemente agresiva de Trump es un hecho que el gobierno cubano toma con mucho cuidado, tratando de moverse con la mayor precaución en el marco de un inevitable recambio generacional al frente del estado anunciado ya hace varios años por Raúl.
Todos coinciden en que el sucesor será el actual primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, de 57 años y el primero que no vivió la revolución de 1959 en quedar al frente del Estado. No obstante, Castro seguirá al frente del Partido Comunista de Cuba como mínimo hasta 2021 cuando debería realizarse el próximo congreso partidario, lo que en el régimen de partido único que establece la Constitución, implica el control sobre las instituciones del Estado.
Te puede interesar: El sistema electoral cubano, nada que ver con una democracia obrera y socialista |