Es docente, fue a protestar al Congreso contra el ajuste de Macri y recibió un balazo de la Policía que le hizo perder la visión de un ojo. Un relato estremecedor sobre ésa y otras violencias del Estado.
Alejandro “Pipi” Rosado es el joven trabajador cartonero que el lunes 18 fue pasado por encima por una moto de la Policía Federal en medio de la cacería represiva orquestada por el macrismo sobre la multitudinaria manifestación contra la reforma previsional. “Vivo para contarla”, afirma Alejandro en otra nota de este sitio, donde relata cómo fueron esos hechos.
El nivel de la represión bien podría medirse por la cantidad de “sobrevivientes” que, como Rosado, hoy pueden contar lo que vivieron pero estuvieron a punto de no poder hacerlo. Daniel Sandoval es otra de las víctimas de esa violencia estatal descontrolada y caníbal.
Es docente de la Escuela N° 3 del Bajo Flores y casi está recibido de profesor de Historia en el Instituto Joaquín V. González. El jueves 14 y el lunes 18 fue a la Plaza Congreso a repudiar el saqueo a los jubilados. En la primera marcha “solo” aspiró gas lacrimógeno y uno de esos cartuchos policiales le pegó en una mano. En la segunda sufrió lo que nunca imaginó que iba a sufrir por manifestarse. Ese lunes perdió la visión del ojo derecho y depende de varias operaciones para salvar su globo ocular.
Sobre el final de una extensa charla con La Izquierda Diario, en la que relata los hechos y acusa al Gobierno de haber atentado contra su vida, Daniel dirá: “soy de un barrio muy humilde y paso todas las peripecias que pasa la gente de la clase trabajadora”. Promete seguir luchando, porque cree que es necesario salir a las calles “contra el avance de las patronales y las reformas que vienen a saquearnos aún más de lo que nos vienen robando siempre los patrones”. Y está convencido de que la salida es organizarse, tanto sindical como políticamente.
“Cuando me dieron en el ojo se me apagó la luz del todo”
El lunes 18 Daniel se levantó como todos los días a las ocho menos cuarto. Desayunó su habitual café con leche con frutas y se fue al gimnasio. Entrenó entre las ocho y media y las once y media, cuando cortó para llegar a tomar el colectivo ya que pensaba que al mediodía empezaría el paro de transporte. “Si no consigo colectivo ¿cómo llego a Congreso?”, se preocupó.
¿Desde cuándo tenías pensado ir a la marcha?
Desde el jueves anterior, desde la otra marcha a la que también fui, encolumnado con el Suteba de La Matanza y con Ademys. El jueves ya nos habían reprimido, de hecho tiraron muchos gases y uno me pegó en la mano. Sabíamos que íbamos a volver porque la realidad es que había sido escandaloso todo lo que había pasado. Nos habían corrido ocho cuadras desde Congreso a la avenida Independencia. Así que mi idea siempre fue ir el lunes.
¿Imaginabas que iba a haber represión?
Uno últimamente viene pensando que cualquier manifestación puede ser reprimida. Pero no me imaginé que iba a ser tanto. Quizás no medimos cuál podía ser el tamaño de la represión. Si bien la del 14 fue brutal, la del lunes fue mucho peor, mucho peor de lo que imaginaba y mucho peor de lo que muestran los medios.
¿Fuiste solo?
Justamente previendo eso, habíamos arreglado con varios compañeros de las escuelas donde trabajo y con egresados del Joaquín V. González para encontrarnos en Plaza Congreso, para no estar solos. Una vez que nos juntamos nos integramos a la marcha, que era enorme. Hasta había llevado mi termo y estábamos tomando tereré cuando sucedió todo.
¿Cómo fueron los hechos en los que terminaste lesionado en el ojo?
Nosotros estábamos en la calle que divide la Plaza Lorea de Plaza Congreso, a unos 60 o 70 metros de donde estaban ocurriendo los hechos. Yo creo que estuvo un poco armado el lío del principio, creo que hubo muchos infiltrados. Nosotros podíamos mirar un poco de lejos pero no entendíamos mucho lo que pasaba adelante.
De repente vimos cómo empezaron a caernos gases a nosotros, desde un helicóptero y desde los techos de los edificios. Me cayó un gas al lado, se me llenaron de lágrimas y ardor los ojos y me dieron ganas de vomitar. Poco tiempo después sentí el ruido de las motos que estaban cerca y empecé a sentir los impactos de bala en el cuerpo. Tenía la visión reducida y seguía con ganas de vomitar. Cuando quise huir sentí un disparo atrás de la cabeza, me dí vuelta inconscientemente para ver qué me había pegado y recibí un disparo en la sien, enseguida uno en la nariz y por último uno en el ojo. Cuando me dieron en el ojo se me apagó al luz del todo, dejé de ver y sentí un fuerte zumbido en el cerebro.
¿Cómo saliste de esa situación?
Quedé totalmente aturdido, me toqué la cara y sentí la sangre. Empecé a desesperarme y querer salir. Lo primero que atiné es a preguntarle a la gente si tenía el ojo en su lugar. Se me acercó un pibe y me ayudó a llegar a la columna del PTS, donde tenía dos amigas, Andrea y Blanca. Una médica que estaba en la columna del PTS me hizo los primeros auxilios, me limpió y me puso una venda en el ojo y otra en la sien. Blanca me ayudó entonces a ir al Hospital de Clínicas. Salimos por una calle paralela, el quilombo era total, con sirenas, motos y camionetas. Y en Corrientes estaba la Gendarmería pertrechada para la guerra.
Malos tratos antes, durante y después
La coautora de esta entrevista es una de las amigas de Daniel que lo acompañó en esos momentos. En otra nota de este sitio relata parte de las peripecias vividas a partir del impacto recibido por el docente en su ojo. Peripecias que incluyen destrato y hasta maltrato en hospitales públicos, como si hubiera habido una orden coordinada para seguir violentando a los reprimidos aún en momentos de asistencia médica.
¿Qué pasó cuando te sacaron de ese lugar?
Al Hospital de Clínicas llegamos caminando (unas quince cuadras), porque no había ninguna ambulancia en los alrededores. Llegué todo ensangrentado y seguía perdiendo sangre. Blanca corrió a golpear la puerta del sector de oftalmología. Lo primero que dijo el médico que salió fue “ya llegaron los patoteros”. Recién empezó a tratarnos medianamente bien cuando le aclaramos que somos docentes y que habíamos sido reprimidos en la manifestación pese a que no habíamos hecho ningún destrozo ni nada. Me hizo algunas primeras revisiones, pero no me cosió ni me curó. Solamente me miró y me mandó a hacerme un control de tensión del ojo a una clínica privada de ahí cerca, porque decía que no tenían tensiómetro. Salimos a la calle y me empecé a sentir muy mal, me mareaba y tenía mucho sueño. Sin darme cuenta me estaba descompensando.
Habías sido duramente castigado minutos antes
Claro, recibí seis impactos de bala en la cabeza y eso me hizo muy mal.
¿De ahí a dónde fuiste?
En la calle nos encontramos con Andrea y ella al verme sugirió que vayamos de urgencia en un taxi al Hospital Méndez, donde me atienden por mi obra social. Encima ahí, al principio, no me querían atender porque todavía no me habían depositado el sueldo, una cuestión burocrática que se destrabó después de que muchos compañeros y familiares se pelearon con la administración. Ahí recién me hicieron las primeras curaciones, me dieron un punto en el ojo y me hicieron tomografía y rayos.
¿Te dejaron internado ahí?
No. Apenas se fueron los compañeros de los sindicatos y los de la escuela 3 donde trabajo pidieron mi derivación al Hospital Durand, sin consultarme y habiendo quedado antes en otra cosa. Luego de varias discusiones, y comprobando que lo único que querían en el Méndez era que nos fuéramos, aceptamos ir al Durand. Porque yo sentía, además, que mi ojo no estaba nada bien y ya casi no veía. Apenas llegamos al Durand nos subimos a un taxi y nos fuimos al Hospital Lagleyze. Ahí sí por fin me controlaron el ojo y me dieron un parte sobre mi estado, constatando que había perdido la visión por el impacto de la bala.
¿Cuál fue el diganóstico?
Me tuve que ir a hacer controles todos los días. El jueves me terminaron de confirmar que no iba a recuperar la visión, que el ojo está muy deteriorado, que tengo desprendimiento de retina, el cristalino muy dañado y el iris dislocado. Ahora están intentando al menos de salvarme el globo ocular, para lo cuál tendré que hacerme mínimo tres o cuatro operaciones. El objetivo de eso es solamente evitar que me quede un hueco en la cavidad. Nada más.
¿Cómo estás ahora?
Estoy totalmente disminuido visualmente. No puedo ver con el ojo derecho y con el izquierdo veo muy nublado. Me dicen los médicos que es a consecuencia del golpe, que puede ser momentáneo pero no se sabe bien qué es. Por eso para hacer las tareas diarias necesito sí o sí el acompañamiento de alguien, lo que me quita cualquier tipo de independencia.
Estoy yendo todos los días al Hospital Lagleyze a hacer controles. Como no tengo los medios para costearme un remis o taxi tengo que ir en el transporte público. Cuando el colectivo frena o acelera mucho me agarran puntadas fuertes. Para mí ahora es toda una odisea ir al hospital, aunque sea por mi salud, y termino más cansado y más dolorido.
Solidaridad de clase. Daniel recibe visitas constantes de amigos y compañeros
“La violencia la ejerce pura y exclusivamente el Gobierno”
Hay dos o tres cosas que Daniel tiene claras en todo este asunto. Una de ellas es quiénes son los responsables de su situación y de la otros manifestantes que terminaron muy mal heridos el lunes, tras la cacería brutal de la Policía de la Ciudad con apoyo de la ministra Patricia Bullrich a través de la Policía Federal.
El culpable de todo esto es, claramente, el Estado. Tanto el Gobierno nacional como el de la Ciudad actúan en conjunto con una política totalmente represiva contra la clase trabajadora, contra los estudiantes, contra los jubilados e incluso contra la niñez. Está clarísimo que lo que están haciendo es un recorte brutal, donde la violencia es pura y exclusivamente desde el Gobierno frente a los sectores más desprotegidos. Es una política de ajuste contra los trabajadores y los sectores más vulnerables. Nosotros salimos a manifestarnos pacíficamente y la violencia es claramente estatal.
Vos sabés que hay gente que, sin ser macrista ni de derecha, duda de que la Policía haya hecho todo lo que hizo. ¿A esa gente qué le dirías?
Les diría que traten de traspasar los cercos que nos imponen los monopolios mediáticos, que quieren generar un pensamiento único en el que no caben otras perspectivas de mundos posibles y de otras realidades.
Hay que desmentir este gran andamiaje que está montado desde los medios y orquestado desde el Gobierno. Los ejemplos son miles. Durante las elecciones prometían el 82 % móvil pero al final no solamente no lo dieron sino que recortaron las jubilaciones. Dijeron que iban a sacar el impuesto a las ganancias y no solamente no lo hicieron sino que ahora llega a muchísimas más personas. Ni hablar de la pobreza cero. Y de la violencia policial e institucional, que aumentó terriblemente también.
Hay que poder comparar y sacar las propias conclusiones para poder distinguir cuál de todas las informaciones que nos dan se parece más a la verdad. Ese pensamiento es fundamental para poder realizar un cambio estructural.
¿Vos ves que una mentira orquestada desde el Estado y sus aliados?
Por supuesto. Ellos tienen el discurso de la paz, pero son el Gobierno de la violencia. Es un gobierno absolutamente autoritario donde la opinión del otro tiene que ser aplastada y acallada a partir de las balas de goma, de plomo y los gases. Ésa es la política del Estado, totalmente represiva y que avanza sobre todos los derechos de todas las personas.
Tenemos que salir a denunciar toda esta represión y abusos de este Gobierno de los patrones y los CEO, que solamente gobierna para la burguesía terrateniente, el capital financiero y los ricos. Con este gobierno los beneficios se los llevan los ricos y la crisis la paga la clase trabajadora. Es hora de que se empiece a romper esta mentira.
Lucha de clases
A Daniel se le quiebra la voz cuando se le pregunta quién es y por qué cree que le está pasando esto. En verdad, la pregunta es sumamente interesada. Porque cuando él cuenta de dónde viene y cómo vive explica con sencillez por qué hay que organizarse para enfrentar a los poderosos.
Soy docente, por vocación y por profesión. Trabajo de lo que me gusta. Voy a la escuela todos los días a dar clases con muchas pilas. Incluso los días que uno tiene complicaciones familiares o económicas te cambia totalmente el humor estar en el lugar donde querés estar, en el barrio y con los pibes que sabés que te están esperando.
También soy estudiante de Historia en el Joaquín V. González, estoy a punto de recibirme. Ahora no sé bien cómo voy a hacer para poder rendir los finales. Fue una carrera ardua y compleja. Desde que arranqué me costó mucho sostenerla, bancarme las fotocopias, ir a cursar. Trabajé de albañil, de empleado de comercio y hasta de limpiavidrios.
Daniel en su casa junto Claudia Varela, profesora y vicerrectora del Joaquín V. González
Soy de un barrio muy humilde y paso todas las peripecias que pasa la gente de la clase trabajadora. Siempre pude avanzar con la ayuda de excelentes profesoras y profesores de la escuela y del Instituto. En el Joaquín, por ejemplo, el profesor Rodríguez Otero me facilitaba las fotocopias para estudiar cuando yo no tenía un peso. Gracias a quienes creyeron en mí puedo estar terminando la carrera.
Por eso mi compromiso como docente, dando lo mejor que tengo para ayudar a que los pibes construyan un pensamiento crítico y puedan pensar más allá de la realidad en la que estamos sumergidos. Que quieran que las cosas cambien y que el mundo sea un lugar mejor para vivir.
¿Cómo ves el futuro, para vos y para la clase trabajadora en general?
Creo que este es un momento en el que la clase trabajadora va a tener que salir a las calles a luchar contra el avance de las patronales y las reformas que nos vienen a saquear aún más de lo que nos robaron siempre los patrones. Por eso es necesario organizarse, en los todos los espacios de trabajo. Y también hay que organizarse en el PTS. Hay que dar la pelea como un puño único contra el Gobierno.
Que todos los docentes, trabajadores, jubilados, estudiantes salgan y nos organicemos como clase. Todos juntos tenemos que frenarle el ajuste a Macri.
¿Vas a hacer alguna denuncia penal por lo que te pasó?
Vamos a iniciar acciones legales contra los culpables de todo esto. Si se puede vamos a hacer una causa colectiva entre todos los que sufrimos heridas como yo. Hay varios que perdieron un ojo o la visión. El Estado tiene que pagar, no solo el costo político sino además el daño que le causó a la gente que fue a manifestar ese día.
El Estado es responsable de todo lo que viene pasando en todas las manifestaciones. Yo pido justicia también por Santiago Maldonado y por Rafael Nahuel, compañeros que están presentes. También justicia por todos los presos políticos y por los que fueron reprimidos en todas las manifestaciones. A los compañeros de Jujuy les mando un gran abrazo, con ellos también estamos. Vamos compas, acá no se rinde nadie y que sepa el Gobierno que acá no pasarán.
Docente de Suteba La Matanza (Lista Marrón) saludan a Daniel Sandoval. Entre ellas y ellos está Nathalia González Seligra, dirigente de Suteba La Matanza y diputada nacional del PTS en el Frente de Izquierda.