Este estatus se manifiesta de diversas formas que el discurso feminista se ha encargado de visibilizar con mucha fuerza a lo largo de la historia, y que ha tenido un nuevo giro y oxigenación durante el último tiempo, denunciando públicamente el sexismo, los bajos salarios por causa de género, la violencia obstétrica, la invisibilización de nuestras experiencias en los espacios públicos y privados, la subordinación a través del amor romántico, la misoginia y los estereotipos perversos que promueven a diario los medios de comunicación, bajo el control de la clase dominante.
Toda esta estructura, crea un escenario sumamente complejo para que las mujeres podamos desarrollarnos en plenitud, promoviendo consecuencias desalentadoras en nuestro avance como seres activos y sujetos de cambio social.
Hoy en día, producto de la violencia machista en el mundo mueren alrededor de 65.000 mujeres, y esto no es mera casualidad, puesto que es un síntoma evidente de una enfermedad mayor: El patriarcado. Sistema que subordina el estatus de las mujeres en la sociedad, sistema que promueve la misoginia hasta en sus rincones más recónditos. Fruto de esto hemos contabilizado 66 feminicidios en Chile en el año 2017.
Esta cifra (66 femicidios) es distinta a la cifra oficial del gobierno y otras organizaciones, puesto que solo contabilizan a las mujeres biológicas asesinadas por sus parejas o cónyuges. Para nosotras el femicidio es todo asesinato a una mujer por causa de ser mujer. Son femicidios y los asesinatos a mujeres transgénero y también, asesinatos por parte del Estado, como el crimen de Joane Florvil hace algunos meses.
¡Que el Estado se haga responsable!
Para dar una respuesta inmediata y eficaz a esta barbarie, junto a Pan y Rosas Argentina, proponemos la creación de un “Plan de emergencia contra la violencia hacia las mujeres”, que incluye un régimen de subsidios a las víctimas; un régimen de licencias laborales para las mujeres víctimas de violencia que tienen empleo y de licencias y pases educativos para las mujeres que estén en el sistema educativo, la creación de refugios transitorios y un plan de vivienda a corto plazo, basado en la creación de impuestos progresivos a las grandes fortunas y corporaciones inmobiliarias; así como la creación de equipos para la prevención, atención y asistencia a las mujeres víctimas de violencia.
A diferencia de otras corrientes feministas sabemos que el punitivismo y la cárcel no es la solución al machismo y a la violencia más extrema que nos toca vivir a las mujeres. Sabemos que el Estado, sus medios represivos y sus sanciones están al servicio de la clase dominante y que son ellos mismos los que, para alimentar sus ganancias, mantienen un orden de privilegios para su clase y también para los hombres donde las mujeres somos concebidas como personas de segunda categoría. ¿Podrán quienes perpetúan la opresión a la mujer ser también la cura y la solución? Como feministas socialistas planteamos que no, será sólo con la fuerza organizada de mujeres pobres, trabajadoras, estudiantes, en alianza con la clase trabajadora que podremos acabar con la explotación capitalista y la opresión hacia la mujer.
Sólo hay cárcel para los pobres, por eso exigimos medidas preventivas y por sobre todo efectivas, para enfrentar la violencia machista. ¡Porque no basta con la autodefensa ni medidas individuales para enfrentar problemas estructurales!
Fruto de esto, nace la demanda por un plan de emergencia en contra la violencia machista, porque nuestros derechos serán conquistados en las calles, en unidad entre explotados y oprimidos, no en unidad con los que históricamente nos han mantenido en estatus de subordinación y explotación.
Ya sabemos que los femicidios son sólo el último eslabón (y el más evidente) de una larga cadena de violencias contra las mujeres que se naturaliza y reproduce permanentemente desde el Estado, sus instituciones, permeando los lugares más comunes de la sociedad, como la calle o el hogar, siendo este último donde la violencia suele naturalizarse y esconderse con mayor facilidad, ya que es ahí, en nuestra zona de intimidad, las cuatro paredes del hogar, donde se le ha relegado históricamente a las mujeres, invisibilizando sus experiencias, su trabajo doméstico, labor de cuidados y crianza.
Es ahí, en el mundo “privado”, la zona de las experiencias silenciadas, el mundo de nuestras abuelas y madres que criaron y cuidaron a la humanidad sin jamás ser reconocidas; dónde las experiencias de vida se ocultaron; donde parieron o abortaron con miedo y sin los cuidados de un médico; donde fueron violadas por un familiar, un amigo o su pareja, para luego ser revictimizadas por la sociedad y por la institución que falló porque no está al servicio de los más desposeídos; donde fueron asesinadas por quien les juró amor eterno, para después de muertas seguir siendo culpadas, por ser poco cautas, por ser provocativas, por no acatar las normas, por ser trabajadoras, por ser pobres, por ser mujeres.
El grito de #Niunamenos fue el vehículo de reclamo de las mujeres sobrevivientes, así como de aquellas que se levantan y organizan para conquistar estos postergados derechos. Pero ya no basta con denunciar, pues queremos y exigimos medidas concretas para que #Niunamenos deje de ser consigna, y se transforme en realidad palpable. La realidad de las mujeres que nos transformamos en sujetos activos y no simples victimas del sistema.
¡Eso es Pan y Rosas! es el grito y la unidad de quienes hemos decidido tomar las riendas de nuestro destino, y retomar el legado por la lucha histórica por la abolición del patriarcado y el capitalismo.
No creemos en un capitalismo reformado y amistoso, es por esto, que ante la necesidad que urge a miles de mujeres, de enfrentar la violencia machista y prevenir los femicidios, exigimos una respuesta inmediata, exigimos un plan de emergencia, pero ¡No queremos una subyugación del movimiento de mujeres a un capitalismo reformado! La lucha de pan y rosas es la lucha por el socialismo, es la lucha por la liberación de la humanidad en su conjunto.
Nuestro objetivo es claro, queremos el socialismo, nuestra lucha es por la instauración de una nueva sociedad, no la modificación superficial de la actualidad. La conquista de reformas no es un fin en sí mismo, es un medio para lograr un objetivo mayor, puesto que nuestras demandas objetivas no se desarrollan junto al capitalismo. Es por esto que exigimos el financiamiento directo de este plan, por medio de la renacionalización del cobre bajo control de los trabajadores. Y la creación inmediata de refugios transitorios y un plan de vivienda a corto plazo basado progresivos a las grandes fortunas y corporaciones inmobiliarias.
Queremos cambios estructurales, no nos conformamos con simples avances, por eso es necesario recalcar, que, así como exigimos en las calles: “Aborto libre seguro & gratuito”, “Educación gratuita & no sexista” y “No más AFP”, la demanda por un “Plan de emergencia” son luchas parciales cuyo objetivo es preparar a la clase trabajadora para la lucha revolucionaria por el una sociedad comunista y fortalecer la conciencia de las y los trabajadores acerca de la imposibilidad de obtener un cambio social profundo sin luchar por el poder político.
La burguesía no será convencida de abandonar sus privilegios, por el contrario, se organizan en partidos y conglomerados para mantener la pobreza, la desigualdad, la discriminación y la.opresión. Nosotras también nos tenemos que organizar en un partido de trabajadores revolucionarios que se proponga la lucha por una sociedad comunista para llevar a la humanidad a su definitiva emancipación. |