Sobre las 10 de la noche, la hora más utilizada para cenar según nuestras costumbres, el programa de humor entretiene a todos y permite eliminar discusiones, tensiones y silencios habituales en este tipo de reuniones de familiares y amigos.
La audiencia se dispara y pasa a ser el programa más visto de la larga noche. Normalmente el programa es encargado al humorista más famoso del año y este honor desde hace bastante tiempo reside en José Mota.
Los sketch, chistes e imitaciones son de una calidad irregular. A veces algunos de ellos tienen cierta gracia e ironía y son repetidos durante unos meses, incluso algunos hacen fortuna y pasan a formar parte del imaginario de una época. A veces su fama dura poco tiempo ya que el humor, como todo en estos tiempos que corren, es efímero.
El pasado programa, del cual no voy a hacer la crítica artística, fue bastante anodino y sin gracia, por debajo del nivel habitual de otros años que tenía algo de “chispa”. En esta ocasión aparecía la figura del rey Felipe, lo cual es chocante cuando cualquier chiste (ver revista El Jueves y otros humoristas gráficos) es objeto de demanda por parte de la fiscalía. ¿Qué había pasado para poder utilizar su figura? En este caso se nos presentaba una buena caracterización, correcta imitación en la dicción y un intento de hacernos simpático al personaje. Ningún chiste sobre su familia más cercana, hermana, cuñado y padre o sobre la rancia estirpe de los Borbones.
La familia Borbón ha estado implicada en las páginas más negras de la historia desde su instauración. Desde su decidido apoyo a las políticas más sanguinarias y represivas, golpes de Estado incluidos, hasta las corrupciones de todo tipo. Pocos chistes se pueden hacer con una monarquía nefasta, aunque los medios de comunicación han hecho esfuerzos increíbles para vendernos como familia modélica. Su castillo de naipes se derrumbó hace unos años cuando los escándalos no se pudieron tapar como era habitual. Con los Borbones más que un espacio de humor se puede hacer una larga serie de terror y corrupción. Sólo hay que revisar la historia desde 1700.
El otro personaje estrella del programa de humor, Rajoy, repetía el papel que este humorista acostumbra a transmitir. Es presentado como el hombre un poco despistado, algo torpe, pero sagaz y astuto, que toma precauciones y que acaba siéndonos simpático.
Un programa para limpiar la imagen del rey y de Rajoy y para presentar al resto de los políticos como simples figurantes. Un rey campechano, igual que su padre, y un presidente Rajoy honrado y trabajador, cuando preside un partido que cuenta por cientos los imputados y condenados.
Ya sabemos cuál es la función de los medios de comunicación en una democracia burguesa y evidentemente el canal 1 no deja de ser más que un órgano de propaganda del Gobierno. Sin embargo, utilizar al humorista de moda (o de Mota) para limpiar la imagen del rey y del presidente del Gobierno no deja de ser un “chiste malo” típico de la noche fin de año o una broma de mal gusto.
Podíamos haber reído a carcajadas con la impunidad de los políticos y empresarios de este país, sus comisiones, sus beneficios y sus traslados de fondos a los paraísos fiscales. También podemos reír con las inexplicables muertes o accidentes de testigos incómodos, fiscales (profesión de alto riesgo últimamente) y jueces, pero esto sería “humor negro”. Podemos reírnos del pueblo catalán, tan tonto que vota a independentistas burgueses. No le ocurre como al pueblo madrileño o andaluz (por poner algún ejemplo) que votan a partidos que han sido señalados como organizaciones para delinquir. Esto debería ser “humor amarillo”.
Como nos reímos de Maduro y Venezuela, pero no de Honduras (¿pasa algo ahí o es que la TVE 1 no tiene allí ningún corresponsal en ese pequeño país?), de Putín dicen que es un payasete, pero no de Trump, y así hasta el infinito. No nos reimos del rey de Marruecos porque es “primo” de su majestad o porque reprime a su pueblo (a pesar de la cercanía, la tv en general no tiene unidades móviles para transmitir las movilizaciones de los ciudadanos que reclaman libertades). Por cierto, tampoco hay chistes “verdes” (así se denominaban hace tiempo a los chistes con contenido sexual) sobre algunos miembros de la Iglesia católica.
Qué falta de ingenio en don José Mota, bufón (perdón, humorista) de la corte. Los próximos meses veremos cómo TVE abonará su salario “diferido” en programas y películas.
Hace falta sentido del humor para reírnos, primero de nosotros mismos, de la tomadura de pelo (no de uvas) de todos los días para después aguantar programas que nos anestesian un poco más. Los humoristas han sido la punta de lanza de la crítica irónica en todos los regímenes autoritarios y aquí hace falta. Mucha falta. |