La segunda noche de protestas en Túnez se saldó con más de 200 manifestantes detenidos y decenas de heridos por la represión policial.
La policía tunecina disparó balas de goma y gases lacrimógenos contra los manifestantes en la capital.
Las protestas están dirigidas contra los recortes presupuestarios y el alza de los precios, que son parte de una serie de medidas de austeridad aplicadas por el gobierno a pedido de una misión del Fondo Monetario Internacional.
La ciudad de Sidi Bou Said tiene un valor simbólico importante porque es donde hace siete años se originaron las protestas que acabaron con la caída de Zinedin el Abedin Ben Alí, y dieron inicio al proceso de la "Primavera árabe" en toda la región.
En la ciudad de Ben Arous, que es parte de la periferia capitalina, un grupo de personas saqueó un local de la cadena de supermercados Carrefour.
Los voceros del gobierno se habían mostrado el martes "indignados" con los saqueos, diciendo que esa forma de manifestar no era "democrática", como si el aumento de precios que impacta en la vida de millones de personas no fuera un acto violento en si mismo.
Antes de que las protestas se extendiesen por el país, el gobierno recomendó a los supermercados y grandes superficies comerciales que adelanten dos horas el horario de cierre de sus puertas.
La policía se desplegó en la noche del martes en la capital y en diversos áreas del país, incluida la ciudad de Tebourna (situada a unos 40 kilómetros al oeste de la capital), donde el lunes murió un manifestante en medio de la represión policial.
El incidente llevó a que decenas de jóvenes se concentrasen el martes frente a la sede del ministerio de Interior al grito de "Policía asesina, ministerio terrorista" y "no tenemos miedo, las calles volverán a hervir".
Enfrentamientos similares se sucedieron también en ciudades del sur del país, como Gafsa, capital minera, Kasserine, fronteriza con Argelia y feudo yihadista, y Sidi Bou Said.
La ciudad de Sidi Bou Said tiene un valor simbólico importante porque es donde hace siete años se originaron las protestas que acabaron con la caída de Zinedin el Abedin Ben Alí, y dieron inicio al proceso de la "Primavera árabe" en toda la región.
Los disturbios representan uno de los desafíos más graves para el actual gobierno, que se formó a fines de 2016. Las autoridades prometieron al Fondo Monetario Internacional que reducirían el gasto a cambio de un préstamo de 2.900 millones de dólares este año. Desde entonces, el Ejecutivo ha elevado los impuestos en diversos sectores y emprendido una política de despidos y prejubilaciones en la función pública.
Los recortes de subsidios agravaron la situación en un país donde la tasa de desempleo juvenil supera el 25 por ciento, y la inflación anual alcanzó el 6,4 por ciento a fines de 2017. El salario mínimo es de unos 160 dólares por mes, pero según varios economistas se necesitarían al menos $ 240 para poder sobrevivir.
La poderosa Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT), el principal sindicato del país, pidió un aumento "excepcional" de las prestaciones otorgadas a las familias más necesitadas, y exigió que el gobierno eleve el salario mínimo y aumente el salario para los trabajadores de la construcción.
Ayer, el primer ministro, Yusef Chaheed, calificó de comprensible la protesta pero instó a la calma "porque la violencia no es aceptable", mientras que la oposición decidió intensificar las movilizaciones hasta que los presupuestos del estado sean anulados
Para este domingo, séptimo aniversario del inicio de la Primavera árabe, organizaciones sociales, junto a los partidos de la oposición han convocado una gran manifestación para denunciar tanto la política de recortes, que ha forzado el Fondo Monetario Internacional (FMI), como el paulatino recorte de los derechos civiles logrados tras las movilizaciones que tiraron a Ben Ali. |