Pero la tarea de preservación no es para Piñera una mera “espera pasiva”. Es necesario actuar. ¿Qué podemos esperar del gobierno? Pareciera ser que la alarma de que Piñera aplicaría una especie de “retroexcavadora al revés” fue sacada de la escena cuando el presidente electo tomó la propuesta de Ossandón de extender la gratuidad y consiguió sembrar la incertidumbre en torno a la economía en el caso de que hubiese salido electo un gobierno de la Nueva Mayoría. ¿Pero hay otras vías de neoliberalización? ¿Hay otros posibles ataques?
En una lectura del documento Construyamos tiempos mejores pareciera ser que una vía pueden ser los megaproyectos y por estos días la cuestión de los “servicios mínimos” y las facultades de los “grupos negociadores”, que habían retrocedido con la reforma laboral de Bachelet, pasan a ser banderas que se agitan. Pero hay que adormecer los reflejos de millones de personas: hay que ir jugando con los equilibrios en el discurso. Elegir los momentos.
Después del 2011…
…Chile no volvió a ser lo que era. El 2018 el Congreso cambiará radicalmente con el FA como tercera fuerza. El sentido “común neoliberal” noventero caducó en amplias franjas de la sociedad. Por otro lado, un poco más de la mitad de la población habilitada para votar prefirió no hacerlo. Por eso, no nos engañemos: la lectura de un Chile “moderado” y temeroso de los cambios es unilateral. Esa conciencia moderada puede ser una entre muchas, pero no agota lo que ocurre en las entrañas más profundas de la sociedad. Un futuro gradual -una nueva década de 1990- es una ilusión reaccionaria.
Incluso en una escala menor, hace algunos años atrás hubiese sido impensable que unas candidaturas que se proclaman abiertamente “anticapitalistas”, de la “juventud” y los “trabajadores” hubiesen sacado más que unos cuantos cientos de votos. Pero las candidaturas parlamentarias del Partido de Trabajadores Revolucionarios, en Santiago y Antofagasta, sacaron alrededor de 12.500 votos. Las muestras de que en Chile existe un espacio para nuevas formas de pensar son cotidianas. En este proceso es el Frente Amplio quien ha tomado la delantera y está transformándose en una nueva mediación reformista.
Piñera incorporó la “gratuidad” en su discurso, lo que fue determinante en su victoria, como es común afirmarlo en los análisis. Este hecho a su manera es una expresión de la correlación de fuerzas pos 2011.
¿Entonces todo está avanzando? No. Las cosas son más contradictorias. Creer que “todo está avanzando” es no tomarle el peso al hecho de que un candidato financiado por los sectores más “granados” del empresariado estará en el timón del barco. Porque el hecho de que Piñera instalara la idea de que la derecha puede “gestionar” la gratuidad de la educación o incluso aliviar la miseria para las abuelas y abuelos que reciben pensiones de hambre elevando en un 4% la cotización obligatoria con cargo a los empleadores y aumentar en un 42% los recursos del Pilar Solidario -ideas que aparecen en su programa-, juega a favor de ellos y no de nosotros: la clase trabajadora, las mujeres y la juventud.
Piñera juega al malabarismo uniendo la noción de libertad neoliberal con el concepto de solidaridad y el concepto de justicia. Habla de una “red de protección a la clase media”, de todo tipo de subsidios.
¿Pero cuánto durará eso? Los márgenes del gobierno para mantener una política de "solidaridad" son estrechos en tanto su fin estratégico es defender la obra neoliberal y porque tampoco nada garantiza que las circunstancias económicas se mantengan indefinidamente. Y de preservar esta “gratuidad” ¿podemos señalar con certeza que Piñera no pasará al ataque en otros terrenos?
Se trata de evitar el odio
Teorizando sobre el poder político, el intelectual florentino Maquiavelo, escribió en 1513, que “el príncipe debe hacerse temer de manera que, si le es imposible ganarse el amor, consiga evitar el odio, porque puede combinarse perfectamente el ser temido y el no ser odiado”.
¿Por qué el poder requiere evitar el odio? Para Maquiavelo se trataba de evitar las conjuras, las conspiraciones: la destitución del poder. El príncipe -escribe- puede tener poco temor a las conjuras cuando goza del favor del pueblo; pero si éste es enemigo suyo y lo odia, debe temer de cualquier cosa y a todos” [1].
Sebastián Piñera -lo sepa o no- actúa acorde a este viejo consejo del intelectual florentino. Es evidente que genera bastante rechazo en la población y que también en importantes sectores se le teme. Él quiere terminar con el odio. Si por el contrario hubiese escogido el camino de marcar en su discurso un deseo de desmantelar la “gratuidad” que entregó el gobierno de Bachelet como respuesta parcial a la demanda instalada por miles en las calles el 2011; el resultado habría sido activar el odio. El objetivo de ganar las elecciones, de esa manera, podría haber fracasado. “Los hombres olvidan con mayor rapidez -escribía Maquiavelo- la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”. Desmantelar la gratuidad sería quitarle “patrimonio” a cientos de miles que ven en esa beca la chance de emerger. Sus palabras, fueron otras: “El acceso de los hijos a la educación superior representa una de las aspiraciones más sentidas de nuestras familias (…) estaremos al lado de las familias para que a ningún joven chileno le falten los apoyos necesarios para acceder a la educación superior, con total independencia de su situación económica. A tal efecto, crearemos un sistema solidario de acceso a la educación superior, que mantendrá la gratuidad e incorporará becas y un nuevo sistema de créditos estatales que reemplazará al CAE.”
¿Creen ustedes que algunos años atrás hubiese sido esperable de un candidato derechista anunciar “un nuevo sistema de créditos que reemplace al CAE”? Como sabemos, en el gobierno anterior Piñera jugó el papel de defensor del CAE.
Del mismo modo, el presidente electo, también hubiese generado odio si en su discurso de campaña hubiese manifestado una simple defensa cerrada al sistema de pensiones creado por su propio hermano, José Piñera. Dijo otra cosa muy distinta: “Además, propondremos una amplia reforma al sistema de pensiones, aumentando en un 42% los recursos del pilar solidario a fin de subir en forma especial las pensiones básicas y el aporte previsional solidario, y estableceremos un mayor aporte del empleador equivalente al 4% del salario que irá íntegramente a las cuentas de los trabajadores. También crearemos una bonificación de pensiones para favorecer especialmente a la clase media y las mujeres, y premiaremos a quienes decidan mantenerse trabajando voluntariamente más allá de la edad de jubilación.”
En términos conceptuales, quienes escribieron su programa generaron una asociación entre nociones que en el neoliberalismo más tradicional aparecen como opuestas. En la carta con la cual presentaba su programa, Piñera invitaba a “compartir un sueño de progreso, libertad, justicia y solidaridad”. Es decir, Piñera y Chile Vamos intentan presentarnos como contenidos de su discurso no sólo la típica idea liberal de que el crecimiento económico es una cuestión crucial y que es posible solamente cuando la sociedad garantiza la libertad para que los individuos se vean incentivados a invertir y a iniciar todo tipo de proyectos, único factor de bienestar y progreso. Sino también la idea de que es legítimo que el Estado acompañe y garantice unas condiciones para que el mérito pueda desplegarse, sobre todo cuando existen importantes desigualdades:
“Para alcanzar el desarrollo integral debemos saber combinar la libertad, que potencia nuestra fuerza creativa e innovadora, con la justicia y la solidaridad que aseguran que a nadie le falten las capacidades ni las seguridades básicas para poder desplegar su proyecto de vida. Ese es el sentido de nuestra propuesta de política social, enclavada en una tradición humanista cuyo norte es el respeto y protección de la dignidad humana.”
Por eso en el programa de Piñera aparece con bastante peso la idea de transformar el Ministerio de Desarrollo Social en el Ministerio de Familia y Desarrollo Social para generar una serie de prácticas de gasto focalizado hacia las familias o se plantean ideas como la Red Clase Media Protegida “que articulará, a través de nuevos instrumentos o por medio del fortalecimiento de los existentes, la protección ante aquellas contingencias que generan mayores inseguridades y riesgos: el desempleo, las enfermedades más graves, el costo de la educación superior, la longevidad y la dependencia física y los delitos violentos.” Es decir, el discurso de Piñera usa la idea subsidiaria para moderar la idea de pura libertad liberal. Ese es el “disfraz” con el cual Chile Vamos buscará ganar tiempo y espacio.
¿Por dónde podría atacar Piñera?
Si analizamos el programa de Piñera hay un terreno donde se muestra con una evidencia mayor su afán neoliberal: en el terreno de los recursos naturales y los megaproyectos. O en el de las relaciones laborales. Por ejemplo, frente a la reforma escueta de la Nueva Mayoría del Código de Aguas, el programa de Piñera señala que es necesario “restablecer la certeza jurídica de la propiedad de los derechos de agua, de cualquier tipo, nuevos o antiguos”. También hace quejas del empresariado cuando señala que estamos en “una coyuntura internacional compleja cuyo impacto se ha visto agravado por la incertidumbre creada por las políticas del actual gobierno y el aumento de costos de la actividad minera. Mientras en el año 2013 Chile se ubicaba en el cuarto lugar de los países más atractivos para invertir en exploración minera según el Instituto Fraser, hoy hemos caído hasta el puesto 39 perdiendo con ello el histórico liderazgo en la región. Los ámbitos que más preocupan son, entre otros, la regulación laboral, la incertidumbre en relación con las áreas protegidas, la relación con las comunidades y la ausencia de bases de datos geológicas. Por ello, es vital la adopción de una amplia gama de medidas a fin de revitalizar al sector minero, sector que será fundamental para lograr tiempos mejores para Chile.”
No requerimos ser tan imaginativos como para ver hacia dónde puede ir un empresario molesto con la “regulación laboral” y con la “incertidumbre en relación con las áreas protegidas”. Con esta misma lógica de “conceder” a los privados, Piñera piensa otras problemáticas como la infraestructura energética y sanitaria, la conectividad, etc.
¿Se transformará este ámbito en un factor de confrontación con comunidades de la misma manera que pasó con Magallanes y Aysén?
Por otro lado, en el ámbito laboral el propio programa ya era explícito cuando proponía “pactos individuales de adaptabilidad laboral”, un viejo sueño de los principales gremios empresariales o “especificar procedimientos de negociación colectiva para grupos de negociadores fuera de los sindicatos”, revirtiendo la primacía de los sindicatos, intento que van a buscar -por ahora- llevar por la vía administrativa de la Dirección del Trabajo. Frente a esto ¿existirá de parte de las direcciones sindicales algún tipo de defensa? ¿Podría esto abrir una dinámica de resistencia en sectores de la clase trabajadora?
Mención aparte merece la situación en la Región de la Araucanía. Aunque Piñera en su programa a tono con su discurso moderado y llegue a hablar de “Reconocer constitucionalmente a los pueblos indígenas, impulsando el diálogo con los mismos a través de los mecanismos de participación y consulta respectivos”, es evidente que la presión de terratenientes y empresarios forestales no se dejará esperar, mucho menos luego de haber conquistado una relación privilegiada con el subsecretario Aleuy del actual gobierno. Chile Vamos tiene una gran influencia en la región. La presión será a endurecer la represión.
No está dicho cuál será la trayectoria concreta del gobierno. El estado de salud de la economía les dará mayores o menores márgenes de acción. Hoy la tendencia en este terreno es a la ampliación, pero esto es contradictorio porque al mismo tiempo podría abrir más expectativas en la clase trabajadora e ilusiones a favor de las reformas en la población.
No sólo es una ilusión creer que Chile Vamos puede suprimir en un instante la relación de fuerzas heredada del 2011 sólo sentándose en La Moneda. También es una ilusión creer que Piñera y los grandes grupos económicos no buscarán hacer eso. Al revés, sí lo buscarán. Vamos a un escenario fluido en el que podrá reaparecer el factor lucha de clases. No vamos a una “segunda transición al desarrollo” que no es más que una narrativa reaccionaria de derecha.
Frente a los desafíos que se abren en un escenario así, creemos más que nunca que es necesario poner en pie un proyecto político anticapitalista, revolucionario, referenciado en las y los trabajadores, con peso en los grandes centros laborales y de estudio. Desde ahí será necesario pelear por la mayor unidad de acción y por poner en movimiento las fuerzas de los trabajadores para pelear por nuestras demandas y por un programa anticapitalista.
1 Niccolò Machiavelli, El Principe, Alianza editorial, 2003. |