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La Izquierda Diario
12 de enero de 2018 Twitter Faceboock

TRIBUNA ABIERTA//ANIVERSARIO
El asesinato de Hilda Guerrero de Molina no es un aniversario más
Leónidas "Noni" Ceruti | Historiador

El 12 de enero de 1967 Hilda Guerrero de Molina, militante del sindicato de trabajadores de la industria del azucar FOTIA (CGT), fue asesinada durante las manifestaciones contra el cierre de los ingenios azucareros.

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El clima político, económico y social de la época

A partir de 1955 se vivió en la Argentina una profunda crisis política ininterrumpida que reflejo la agudeza de las contradicciones alcanzadas por el capitalismo. Ese panorama se manifestó esencialmente en el deterioro creciente ante los ojos del pueblo de la democracia burguesa parlamentaria y tuvo sus expresiones en hechos como los de seis gobiernos en sólo once años, elecciones con proscripciones, votos en blanco, y especialmente la necesidad que se le impuso a los asalariados de tener que optar entre las opciones menos malas o el voto en blanco, ya que los candidatos peronistas eran proscriptos por el mecanismo citado.

En un marco caracterizado por el deterioro creciente de la situación económica y política, la clase obrera y el pueblo en general vivieron hasta el 66 un proceso en el cual los sucesivos gobiernos aparecieron netamente como anti populares, desnudados por los mismos hechos que protagonizaban desde las esferas gubernamentales.

Así fue como los trabajadores lucharon en la resistencia y la clandestinidad ante el gobierno de Aramburu, votaron luego por Frondizi y ese gobierno a los pocos meses encarcelaba, reprimía, decretaba el Plan Conintes, mandaba a las prisiones militares a ferroviarios y bancarios, etc.. Al caer el gobierno de Frondizi nada cambio, con Guido, después del golpe, ni con Illia, después de las elecciones con proscripciones, y se suma el hecho de que cuando un candidato peronista ganaba una elección, las provincias son intervenidas, como en el caso de Framini, en Buenos Aires.

Una parte importante de la crisis política y el deterioro de la democracia, se debió al fenómeno político del peronismo, a que antes aludimos. Por supuesto que esa no fue la única causa de la crisis. Debe buscársela también en la restricción de la misma que acompañó a la agudización de los enfrentamientos en la sociedad.

El gobierno de Illia no escapó a esta visualización por parte de las masas como un gobierno anti obrero y antipopular. Producto de todos esos factores, del deterioro de la democracia ante los ojos del proletariado, de la poca experiencia de lucha democrática en los últimos 25 años, del predominio en la conciencia obrera de la línea política nacional-burguesa del peronismo, y persistiendo la idea de una posible unidad pueblo-ejército por no visualizar a las FFAA como un destacamento de represión organizado, y cansado de las mil y una frustraciones, se comprende que ningún sector de la población saliera en defensa del sistema parlamentario cuando éste había sido vivido en forma repetida como un sistema disfrazado de democracia.

Esa situación expectante e incluso esperanzada que se produce ante el golpe del 28 de junio, es consecuencia además de una hábil maniobra gestada por parte de los sectores golpistas que aprovecharon esa visualización espontánea que el pueblo tenía del gobierno de Illia, de la inoperancia de los partidos políticos y del parlamento, para desprestigiarlos del todo, en el curso de la lucha obrera que se montó en una serie de necesidades económicas y que se proyectó en la línea del “reencuentro de la FFAA con el pueblo”.

En ese sentido es interesante no solo recordar los hechos sucedidos en aquel entonces, sino también tener en cuenta otros como las denuncias que se hicieron entre distintos sectores en función de sus intereses políticos; en Clarín del 7-12-70, apareció una noticia en la que se decía que Balbín habló en un acto del Radicalismo del Pueblo, denunciando entre otras cosas que el “Plan de Lucha de la CGT que derribó al radicalismo en 1966 fue gestado por el gral. Levingston y el dirigente sindical Alonso”.

Después de la caída de Illia, se llevó adelante un plan que en su esencia respondía a un heterogéneo conjunto de fuerzas que en su polo dominante representaban a la burguesía monopolista industrial, la gran burguesía exportadora e importadora y la gran burguesía nacional industrial. Ese golpe agrupaba fundamentalmente a sectores de la burguesía industrial y dentro de ella a aquellos con suficiente capacidad financiera y tecnológica para salir indemnes y/o apropiarse de mercados en el proceso de acumulación intensiva de capital de origen predominantemente interno que el golpe de 66 tenía planificado ejecutar.

Ese proceso afectó especialmente a la clase obrera y a los asalariados en general, a la pequeña burguesía, a la burguesía media industrial especialmente del interior, y a la burguesía agropecuaria no ligada al gran capital de posiciones monopolistas en el comercio y la industria exportadora.

El proceso desarrolló una restricción al mercado interno y también un desarrollo de las fuerzas productivas con acumulación de capitales en la infraestructura (puentes, caminos, energía, etc.) y en algunos sectores de la industria pesada.

Así se desarrolló una concentración y centralización en una forma más aguda de lo que es habitual como ley general del capitalismo, las cifras de las quiebras fueron un índice muy elocuente de esto.

Las primeras medidas que tomó el gobierno de Onganía como la sanción de un conjunto de leyes represivas que preparaba el dispositivo jurídico del Estado para enfrentar la respuesta del pueblo y del cual se tenía plena conciencia. En los hechos perfeccionaron el aparato estatal tanto en el aspecto legal como en el policíaco-militar, para situaciones como amotinamientos, levantamientos populares, protestas masivas.

La puesta en marcha de la política del gobierno, llegó en poco tiempo a expresar en una serie de hechos su verdadero carácter, disipando rápidamente el estado de expectativa generado en un primer momento.

La intervención a las universidades, la ofensiva contra los portuarios, azucareros, petroleros, y la pequeña burguesía, especialmente en la centralización del crédito y las restricciones para esos sectores (ley de cooperativas de créditos, etc.).
La situación generada globalmente tuvo rápida expresión, en el plano económico, en las luchas sindicales que se fueron desencadenando y en el plano político donde se produjo la radicalización espontánea y progresiva en la conciencia de las masas.

El golpe de Onganía y la clase obrera

Gremialistas como Vandor, Coria y Alonso conspiraron activamente para el derrocamiento de Illia. Luego, su presencia en la asunción del gobierno dictatorial, y posteriormente a los pocos días, la firma del convenio de los metalúrgicos en la Casa de Gobierno, fue otro símbolo, de la relación de Vandor con los militares golpistas.

Onganía

Augusto Timoteo Vandor

Entre las primeras medidas tomadas por la dictadura que afectaron a la clase obrera estuvo la suspensión por cuatro meses del decreto 969/66, dictada por el gobierno de Illia, devolviendo la personería gremial a varios sindicatos que habían sido sancionados durante el gobierno radical.

Posteriormente, se promulgó la ley 16.936 de “arbitraje obligatorio”, medida duramente criticada por los sindicalistas, ya que la misma limitaba el derecho de huelga. Además, Onganía ordenó que fuesen intervenidos varios gremios como el Sindicato de Prensa y Canillitas, Sindicato Unidos Portuarios Argentinos (SUPA), Trabajadores del Pescado de Mar del Plata, Municipales de Córdoba, Empleados del Tabaco.

La política anti-popular que llevó a cabo el gabinete económico, más la represión que se ejerció a los reclamos obreros, hicieron añicos el galanteo entre los sindicatos y el gobierno. En distintas provincias del país, se iniciaron protestas obreras que de a poco inauguraron un tiempo de sangre y plomo.

La policía, siguió reprimiendo varias manifestaciones de trabajadores: como la de Luz y Fuerza de Buenos Aires, o la de los gremios del riel: La Unión Ferroviaria y La Fraternidad. Los desocupados comenzaron a pulular como resultado del despido de miles de trabajadores.

La FOTIA (Federación de Obreros y Trabajadores de la Industria Azucarera) en Tucumán, por tal motivo, decidió convocar a una huelga. Córdoba no se quedó atrás, y a fines de enero de 1967 los obreros de la fábrica de automóviles IKA (Industrias Káiser Argentinas), dieron inicio a los paros al conocer que 950 operarios habían quedado sin trabajo.

En febrero, la CGT presionó al gobierno anunciando un plan de lucha. Pero los militares contraatacaron con rapidez: se denunció la existencia de un plan terrorista, se interrumpió el diálogo con la central obrera y se suspendió la personería gremial de varios gremios (FOTIA, Unión Ferroviaria, UOM, FOETRA y otros). El plan de lucha planteado naufragó.

Cuando a escasos días de su asunción el gobierno, registraba entre sus medidas la disolución de los partidos políticos y de intervención a las universidades nacionales, muchos se preguntaron con los matices lógicos ¿porqué no la CGT? La “revolución” estaba cumpliendo un compromiso, y en virtud de ello, la central obrera se negaba a tomar partido en el problema universitario y apoyaba sin reservas la disolución de las agrupaciones políticas.

Mientras tanto, la Universidad, que durante años había sobresalido por la excelencia académica y los niveles de las investigaciones fue acusada desde la derecha política por la politización de los claustros de profesores y estudiantes, un excesivo presupuesto, y fue bautizada como “la cueva bolchevique”. Se produjo la intervención y la famosa “noche de los bastones largos” con la represión abierta para docentes y estudiantes en la Universidad de Buenos Aires.

Mientras que en el mundo de los trabajadores, la designación de Rubens San Sebastián, para la Secretaría de Trabajo, a mediados de octubre 1966, constituyó un rudo golpe para los sectores “rupturistas”, y a partir de ese instante se ratificó y robusteció el compromiso de “conciliación”. Dentro de la CGT el compromiso fue piloteado por Vandor, que estaba al frente de las 62 Organizaciones, y de esa manera lograba consenso entre los gremios “no alineados” e “independientes”. El gobierno buscaba un “pacto social”, pero cuando se promulgó la ley de arbitraje obligatorio, muchos creyeron ver un acto de fuerza, pero la CGT lo recibió con serenidad.

Los anunciados reordenamientos portuarios y ferroviarios, para modificar la infraestructura de los puertos (reequipamiento) y de los ferrocarriles (transformación del sistema de transporte) provocaron sendos conflictos. Se agregaron a los conflictos los azucareros tucumanos.

A pesar de las expectativas y del apoyo de los jerarcas sindicales hacia el nuevo gobierno, producto de las disposiciones tomadas en materia de legislación laboral y del plan económico, sectores del sindicalismo respondieron con paros como en General Motors, empleados de farmacia, lecheros, papeleros, textiles, metalúrgicos, transporte, portuarios, maestros, construcción.

Desde mediados de octubre se llevó adelante durante más de dos meses una huelga portuaria, contra la racionalización del personal, nuevas reglamentaciones del trabajo. Los dirigentes de la CGT no los apoyaron ni se solidarizaron con los huelguistas. Durante el conflicto se realizaron manifestaciones, actos y se instalaron dos comedores para portuarios funcionaron en Dock Sur y La Plata. Con el gremio intervenido, muchos trabajadores fueron despedidos, y la CGT reacciono demasiado tarde y convoco a un paro general para el 14 de diciembre.

En medio del clima creado por la huelga portuaria se convocó al Comité Central Confederal de la CGT para el 30 de noviembre. Allí se vio que dirigentes de importantes federaciones ya no adherían a lo que se llamaba la “expectativa esperanzada” en el gobierno de Onganía.

El propio Vandor tuvo que confesar que “después del discurso del presidente hemos visto claramente la pata de la sota, y no tenemos ningún tipo de esperanzas”. Lorenzo Pepe, de los ferroviarios, agrego “Ante la política de libre empresa del gobierno, los trabajadores debemos plantearnos nuestros propios objetivos y salir a la lucha”.

De esa manera se llegó al primer paro general a nivel nacional durante el gobierno de Onganía, el 14 de diciembre de 1966. La medida se acató en las fábricas industriales, el comercio, los bancos, los ferrocarriles. La CGT no propagandizó la huelga, y “algunos de sus dirigentes, como Vandor, Prado y Cardoso, tergiversaron sus objetivos, haciendo creer que era para apoyar a los “hombres buenos” del gobierno y repudiar a los “malos”. (1)

La CGT decidió a principios del 67, dos medidas que terminaron en un rotundo fracaso como fueron el Plan de Lucha del 22 de febrero y el paro general del 1º de marzo. La dictadura contestó con dos medidas: la intervención de más gremios, entre otros la UOM, Unión Ferroviaria, Sindicato Único Petroleros del Estado y reflotó el decreto 969/66 de Illia.

La agresión hacia las conquistas históricas de la clase obrera continuó en los años venideros. Agustín Tosco las sintetizó en estas líneas “retiro de personería a sindicatos, desconocimiento de las representaciones laborales en organismos del estado, imposición del arbitraje obligatorio, anulación del salario mínimo, vital y móvil, legislación contra el derecho de huelga, anulación de la ley 1884 de indemnización reduciendo sus montos a la mitad, cesantías, suspensiones, rebajas, de categorías, pérdidas de salario, suspensión de la estabilidad en varias convenciones colectivas de trabajo: aumento de la edad para jubilarse y régimen de alquileres de libre contratación”.

Luego, del fracaso de las iniciativas de la central obrera a comienzos del 67, creció la relación de los sindicatos colaboracionistas con el gobierno. Por su parte, Vandor decidió dar batalla por la conducción del peronismo, y lanzó su célebre frase: “para salvar a Perón, hay que estar contra Perón”.

La CGT debió efectuar una suerte de modificación para delinear una nueva estrategia. Así es como las dos alas de las 62 Organizaciones se unificaron bajo la hegemonía de Vandor, pero surgió un sector llamado “Nueva Corriente de Opinión”, liderado por José Alonso (del Sindicato del Vestido), Rogelio Coria (de la Construcción) y Juan José Taccone (de Luz y Fuerza), que planteaban dejar de lado los métodos de presión y colaborar abiertamente con el régimen militar.

El asesinato de Hilda Natalia Guerrero de Molina

La prensa tucumana, ha comentado que “En 1967, el ingenio Santa Lucía vivía los últimos meses de su vida activa. En 1962, había despedido parte de su personal; aun así su situación financiera deficitaria se ahondaba. En 1965 despidió más obreros: decían que sería la solución para la continuidad de la fábrica. El personal siempre rebelde nunca aceptó esos despidos, hubo muchos inconvenientes laborales y sociales”.

“Realizaron manifestaciones frente a las oficinas, insultos a directivos de la empresa, rotura de vidrios, instalaron grandes ollas donde hacían comida que paliaba la situación de los despedidos sin salario para mantener a sus familias, también sin asistencia social, el hospital pertenecía al ingenio y sólo atendía al personal activo. El ingenio era la única fuente de trabajo en un pueblo por esos años aislado de grandes urbes. Los dirigentes sindicales tironeados entre la empresa y los obreros que pedían soluciones”.

“El 20 de diciembre de 1966 hubo telegramas de despido a otro grupo de trabajadores, entre ellos a Juan Molina, marido de Hilda Guerrero de Molina, matrimonio con cuatro hijos. Fue un fin de año desgraciado y triste para el pueblo, el ingenio sólo pagaba una parte del salario, no había crédito para nada. Desde entonces Hilda se sumó al grupo de mujeres que preparaban ollas populares y atendían los comedores populares. Fue una de las principales protagonistas, junto a mujeres y hombres, en los diarios reclamos frente a las oficinas donde pedían la reincorporación de los echados y el pago de salarios. En una gran manifestación del 10 de enero la policía reprimió con rudeza y golpeó a Hilda”.

Habían cerrado varios ingenios, otros quedaron pendientes de continuidad laboral. La FOTIA y CGT llamaron a una concentración en Bella Vista para el jueves 12 de enero de 1967. La noche anterior desde Santa Lucía, con mil obreros despedidos y otros mil en actividad, salieron sólo 40 personas. Estaban Hilda Guerrero de Molina, su marido, otros vecinos y los dirigentes sindicales del momento: Zelarayán, Flórez, Galván, Totó Rodríguez, Francisco Guerrero. La policía vigilaba rutas y caminos para impedir la concentración, por eso se fueron caminando a través de cañaverales, cruzando ríos, pasaron Caspinchango, Famaillá, atravesaron la ruta 38 y a las 8 h llegaron a Bella Vista. Había miles de personas de toda la provincia, dirigentes de todo el país.

Marcha contra el cierre de 11 fábricas

Alrededor de las 11 h la policía avanzó ante la gente, vieron a Hilda cruzar la calle junto a su primo Jorge Guerrero, ya en la otra orilla volvió su rostro mirando a los policías. Recibió un certero disparo en la frente que salió por la nuca haciendo un gran agujero. Inmediatamente la levantaron, la llevaron al hospital, estaban su marido, su hermana, otros compañeros y dirigentes de Santa Lucía. Allí murió producto de ese brutal asesinato por parte de policías que reaccionaron contra obreros y sus familias que desarmados sólo pedían reincorporación de trabajadores y pedían trabajo.

Hilda Guerrero de Molina

El velatorio de Hilda Guerrero de Molina fue un gran acontecimiento en el pueblo y en la provincia. Vinieron dirigentes nacionales, medios de comunicación, radio, TV, diarios y revistas. Allí comenzó la consideración como abanderada de los trabajadores. Los amigos y vecinos valoramos que haya ido caminando en defensa de nuestra fuente de trabajo, de la reincorporación de nuestros obreros.

Por su parte, Manuel Justo Gaggero, nos comenta que “En el tórrido enero de 1967, el centro de la oposición a la Dictadura estaba en Tucumán donde la Federación de Obreros y Trabajadores de la Industria Azucarera -FOTIA- llevaba adelante un Plan de Lucha para resistir la decisión del régimen de cerrar cinco ingenios e intervenir otros cinco; lo que había generado que, miles de trabajadores, se quedarán sin trabajo.

Como parte de éste, el día 12, se convocó a una gran concentración en la ciudad de Bella Vista, donde se encontraba uno de los ingenios afectado por el cierre, -el Santa Lucía- a sólo 25 kilómetros de la capital tucumana. Miles de trabajadores y familiares apoyaron la convocatoria (…)

Estaban presentes, también, portando la solidaridad del movimiento obrero cordobés, Atilio López y Agustín Tosco y una delegación de sindicatos que cuestionaban a la burocracia “vandorista” encabezados por Raymundo Ongaro y Jorge Di Pasquale; que llegaron desde Buenos Aires.

La actividad se desarrollaba pacíficamente cuando, siendo las cinco de la tarde, como en el recordado poema de García Lorca, la policía comenzó a disparar con armas largas y cortas a los manifestantes. Una de las balas, especialmente dirigida, impactó en la cabeza de Hilda Natalia Guerrero de Molina, quien falleció en el acto.

Al observar el hecho, y al grito “mataron a Hilda”, la reacción de los trabajadores que respondieron a la agresión fue inmediata, logrando poner en fuga a los represores, que se refugiaron en la Comisaría. Por varias horas la ciudad quedó en manos de este sufrido pueblo.

La primera mártir de la Dictadura Militar, madre de cuatro hijos y cuyo compañero era uno de los afectados por el cierre, militaba en la rama femenina del Partido Peronista desde muy joven y había participado en 1949, teniendo sólo 19 años, en el Congreso de la Mujer que convocara Eva Perón.

De sólo 36 años de edad, se destacaba en la organización de los familiares de los afectados por las clausuras de los ingenios.

El féretro, conteniendo sus restos, fue llevado al hombro por trabajadores que se turnaban, recorriendo más de siete kilómetros hasta el cementerio de Acheral, en donde fueron inhumados. Una multitud acongojada e indignada, nunca vista en esta provincia, despidió a la pequeña y combativa Hilda”.

De aquellos días a hoy

Desde aquellos días, han pasado varios planes económicos anti obreros, represivos, muchos han sido los despedidos y las victimas de esa maldita costumbre de matar.

Y hoy vemos que se aplica un plan económico claramente contra los trabajadores, donde se exige más productividad, mas disciplina en los lugares de trabajo, los despidos son moneda corriente, como la represión a los que luchan y resisten la política del gobierno de Macri.

Por eso es que decimos que la clase obrera sabe de planes de mayor explotación y represivos.

Y como ya hemos escrito “Los trabajadores van a dar pelea, porque tienen historia de luchar. Porque cargan en sus mochilas grandes huelgas, movilizaciones, planes de lucha, y generaciones que dieron la lucha contra los empresarios, los gobiernos y sus planes reaccionarios”.

Lo que quieren hoy los patrones chicos, medianos o grandes es más producción, mas disciplina, más sometimiento, menos derechos, y quieren menos respuestas de la clase obrera, para que sus ganancias sean mayores y todo eso se llama: más explotación.

Además Macri y Cía., cuentan para implementar su proyecto con un sector del sindicalismo, los burócratas, que siempre han traicionado a la clase obrera, y desde hace años se suman para congelar los salarios y aceptar las pautas salariales que les imponen. Son los que siempre negocian a espaldas de los asalariados.

La lucha debe pasar por estar movilizados en los lugares de trabajo: las escuelas, las oficinas, los hospitales, las fábricas, los comercios, etc., y en las calles para mostrar el descontento, ya que el espacio publico es: Un lugar en disputa.

Y para hacerlo, los trabajadores cuentan con dos armas poderosas: las Asambleas dentro y fuera de esos espacios, donde los que DELIBERAN, DECIDEN Y EJECUTAN SON LOS ASALARIADOS; y los Cuerpos de Delegados en acción, que junto a los militantes gremiales, deberán enfrentar al capital y sus servidores, pero también convencer a muchos/as compañeros/as que no ven esta ofensiva patronal.

La pelea debe ser cuerpo a cuerpo en defensa de los derechos laborales y de ir por más, mejores salarios y mejores condiciones de trabajo.

Y el esfuerzo debe ser mayor, se debe redoblar la militancia, para ponerle freno a estos vampiros que quieren quedarse con la sangre de los trabajadores, de sus fuerzas, y con la felicidad de sus familias.

La clase obrera ha tenido triunfos y derrotas y, aunque tuvo que retroceder en muchas ocasiones, sus experiencias, sus conquistas organizativas y programáticas no desaparecieron; forman parte del sustrato de su memoria y de su conciencia colectiva. Por ello sigue vigente aquella consigna que “la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores”.

¿Y qué pasó cuando la clase obrera no resistió, cuando no impulsó todas sus formas de lucha? Las consecuencias fueron desde la pérdida de los derechos conquistados hasta el exterminio, sometidos a la super explotación y a la degradación física.

Por eso:

“¿De qué lado estás?” de Natalie Merchant

Vengan todos los buenos trabajadores
Buenas noticias para ustedes, les diré
Como la buena vieja huelga
Ha venido aquí a vivir
¿De qué lado están, muchachos?
¿De qué lado estás?
Mi padre fue un minero
Ahora está en el aire y el sol
Él estará con ustedes compañeros de trabajo
Hasta que la batalla sea ganada
¿De qué lado están, muchachos?
¿De qué lado estás?
Dicen que en el condado de Harlan
No hay neutrales ahí
¿Serás un hombre de la Huelga
O un matón de JH Claire?
¿De qué lado están, muchachos?
¿De qué lado estás?
¿Oh trabajadores pueden soportarlo?
Oh Díganme cómo pueden
¿Serás un esquirol
O vas a ser un hombre?
¿De qué lado están, muchachos?
¿De qué lado estás?
No esquiroles para los jefes
No escuches sus mentiras
La gente pobre no tendra oportunidades
A menos que se organicen
¿De qué lado están, muchachos?
¿De qué lado estás?

 
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