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La Izquierda Diario
17 de enero de 2018 Twitter Faceboock

OPINIÓN
La crisis estructural de la Iglesia Católica en Chile
Bárbara Brito | Docente y ex vicepresidenta FECH (2017)

Ante la crisis histórica de la Iglesia Católica el Papa llamó a "pasar de ser una iglesia de abatidos y desolados", reconociendo su crisis, a ser una iglesia de los otros abatidos, los de afuera, los pobres. Pero su matrimonio ya está resuelto hace mucho, y es con los empresarios y los más ricos del mundo.

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Rosa Luxemburgo desarrolló hace más de cien años una idea de total actualidad tras denunciar que las “inmensas riquezas amasadas por la Iglesia, sin esfuerzo de su parte, provienen de la explotación y pobreza del pueblo trabajador”. Y es que la gran mayoría cuestionó en Chile los casi veinte millones de dólares que significó la venida del papa, donde la mayor parte salió de las arcas fiscales: estrechas al momento de hablar de condonación de la deuda educativa, de pensiones o de sueldo mínimo; y holgadas si el fin es la relegitimación de la Iglesia Católica con menor aprobación en Latinoamérica. ¿Por qué? Si bien la secularización ha avanzado como fenómeno social, ha sido la crisis del régimen político chileno quien terminó de poner en cuestión a su principal aliada.

Ya el 2011 curas, cardenales y arzobispos utilizaron sus púlpitos para denunciar la violencia del movimiento estudiantil en la lucha por la educación gratuita, de la mano del gobierno de Piñera y sus policías; lo que en realidad les interesaba era la protección de sus propios negocios educativos, decenas de escuelas y también universidades puestas en cuestión por la rabia de cientos de miles de familias que no tienen la posibilidad de educar a sus hijos o que lo hacen a costa de enormes deudas.

Y sin ir más lejos, el año recién pasado la Iglesia se vio inmiscuida en los casos de corrupción de SQM junto con los grandes conglomerados de la burguesía chilena (Nueva Mayoría y Chile Vamos) y una de sus máximas autoridades, Cardenal Ezzati, se opuso a una de las leyes más populares y esperadas: el derecho al aborto en tres causales, siendo además una ley que sólo cubre a un 3% de los casos de aborto clandestino que se realizan en Chile todos los días.

Pero el cuestionamiento más grande que profundizó la crisis de la Iglesia superando otras instituciones que también se vieron cuestionadas tras el estallido de la lucha estudiantil el 2011, fueron las denuncias de pedofilia y abuso sexual a menores y el encubrimiento que múltiples personeros de la Iglesia realizaron, como Barros con Karadima.

Las víctimas exigen menos perdones y más acciones, lo que significa que el propio Papa entregue a victimarios y encubridores a la justicia civil; a la vez que rechazan la posibilidad de reuniones donde la Iglesia pueda lavarse la cara. Este problema, además de ser un problema de doble moral, representa para la Iglesia y para el Estado de Chile un problema político que deben resolver si quieren aportar al robustecimiento de sus instituciones, y de la iglesia que ve amenazada su hegemonía.

Y en función de este objetivo la máxima autoridad religiosa ha probado múltiples vías. Hace unos años tuvo una política ofensiva contra las víctimas de pedofilia en Chile que denunciaban encubrimiento y abuso sexual tildándolos de tontos y de ser manipulados por zurdos, pero hoy, ese mismo Papa de visita en Chile, no tiene problema en pedir perdón en nombre de Dios.

Sabemos que la Iglesia ya no es la inquisición, pero sabemos también que sigue y seguirá defendiendo los intereses de los más ricos, es que su alimento y su fortuna no nacen del sudor de sus curas, menos de sus máximas autoridades, sino de los trabajadores y los más pobres. Quedó en evidencia con las acciones y paquetes bursátiles que mantuvieron hasta hace algunos años en cuestionadas empresas como SQM y CMPC con el caso de colusión por parte del empresariado para subir el precio del papel higiénico; también en empresas donde los trabajadores se organizaron para mejorar sus condiciones de vida siendo derrotados, como ocurrió en la automotriz COSECHE y donde la Iglesia y otras instituciones religiosas menores mantenían alrededor de un 45% de las acciones.

Prometen una vida mejor después de la muerte, mientras viven de la explotación y la miseria de la gran mayoría aquí abajo y en vida. Ocupan su palestra para dar sermones contra los levantamientos obreros y populares, hablando de violencia cada vez que apostamos por reclamar nuestros derechos, pero callando ante la violencia cotidiana que significan los sueldos mínimos, la precariedad laboral, la opresión a las mujeres, la diversidad sexual o el pueblo mapuche, siendo parte de los negocios de los empresarios más ricos y corruptos del país. Y cuando se ven más cuestionados, como hoy, no dudan en combinar la abierta defensa a los intereses de los capitalistas, con la hipocresía de la visita a la cárcel de mujeres o al Wallmapu.

Rosa Luxemburgo hablaba de esta hipocresía como la “falsa amistad de mañana” y, como salida, la organización en un partido revolucionario que permita a los trabajadores tomar el destino de sus vidas en sus manos, confiando en sus propias fuerzas con independencia política de los capitalistas.

Si bien aún no hay una conciencia absoluta de lo que significa la Iglesia Católica, su alianza con el empresariado en Chile y en el mundo y la relación con el Estado, la crisis que vive hoy la Iglesia es histórica, sus niveles de aprobación que rondan el 36% son los más bajos de Latinoamérica y, en el marco de la crisis del conjunto del régimen político, es difícilmente reversible.

La visita del Papa tiene por principal objetivo generar la confianza perdida y buscar un mayor arraigo en los jóvenes, pero hasta ahora los coros de niños y niñas que tuvieron por tarea recibir al papa siguen reducidos a los colegios más acomodados del país como el Verbo divino, y tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales los casos de pedofilia y abuso sexual han resonado más que cualquier debate que haya querido imponer el Papa. Con su visita no ha logrado marcar la agenda, hacer girar el foco nacional e internacional de la crisis política que vive la Iglesia a sus propios temas y la concurrencia a las actividades preparadas están por debajo de las expectativas no pudiendo competir con las enormes congregaciones que han generado las movilizaciones por No + AFP, Ni Una Menos o el movimiento estudiantil.

 
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