El viernes 19 de enero el papa Bergoglio, cumpliendo con su agenda, visitó la región oriental de Puerto Maldonado, Amazonía peruana, donde realizó una ceremonia religiosa y se dirigió a los pueblos originarios con un discurso que buscaba aplacar las luchas que estos vienen llevando adelante contra los mega proyectos extractivistas que se apropian de sus tierras y contaminan el medio ambiente. Sin embargo, no dijo absolutamente nada sobre la responsabilidad política que les compete a los gobiernos de turno, como el de su anfitrión Pedro Pablo Kuczynski.
En su discurso Bergoglio, tratando de mostrar su lado “progre”, que ha llevado a que un sector de la izquierda peruana lo califique como el “Papa verde”, mencionó: "Probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que dirigen su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales… Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los estados sin tener en cuenta a sus habitantes.”
El Papa olvida que las iniciativas neoextractivistas a las cuales se refiere, obedecen a la lógica del capital y a la voracidad de la gran burguesía, la cual tiene como principal motivación acumular ganancias a costa de lo que sea, incluso violentando la vida y el orden de la misma naturaleza [1].
Pero, así como la contaminación ambiental y el atentado contra la vida de los trabajadores y las comunidades aledañas a los grandes emprendimientos mineros es consustancial al sistema capitalistas, así también, lo que Bergoglio llama “los grandes intereses económicos”, que no son otros que los de la burguesía, se sostienen en las políticas que gobiernos de turno implementan para congraciarse con los propietarios de los medios de producción, de los cuáles la iglesia forma parte.
Así pues, a partir de los años 90 con el gobierno de Alberto Fujimori se otorgaron una serie de concesiones legales y tributarias para que proyectos extravistas se instalen en el Perú, todo esto en el marco de la privatización de las empresas públicas y los recursos naturales. Los gobiernos que siguieron al de Fujimori continuaron con su legado privatista, amparándose en la elevada demanda de materias primas que se daba en el mercado mundial. Esto provocó que se incrementen los índices de contaminación ambiental en las zonas donde se establecían los proyectos extractivistas y que las comunidades aledañas terminen perdiendo el acceso al agua y en algunos casos también al territorio.
Como respuesta a esta problemática se dieron grandes luchas contra las actividades mineras. Las más recordadas son las que libró el pueblo de Cajamarca contra el proyecto minero Conga de propiedad de la empresa Yanacocha que buscaba apropiarse de sus fuentes de agua. Otra lucha emblemática fue la que llevó adelante el pueblo del valle de Tambo contra el proyecto minero Tía María de propiedad de la empresa minera Southern. En la selva peruana también se dieron luchas trascendentes, como la de los pueblos originarios de Bagua durante el segundo gobierno de Alan García contra la minera Afrodita y contra el TLC. Esta última fue brutalmente reprimida y costó la vida de muchos indígenas, “paradójicamente”, la responsable política de estos hechos fue la actual premier Mercedes Araoz, una de las más entusiastas en recibir a Bergoglio.
La crisis económica internacional, que en el Perú se empezó a sentir a partir del 2014 con el estancamiento chino que originó una drástica reducción de la exportación de minerales, llevó a que el gobierno de Ollanta Humala termine por liquidar los ya precarios límites que el Estado imponía a las empresas extrativistas a través de instituciones como el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental OEFA. Es a partir de esa fecha y hasta la actualidad que se han venido implementado una serie de iniciativas políticas que lo que buscan es facilitar el establecimiento de grandes proyectos mineros, ya que para los neoliberales que administran el Estado, esa es la única manera de encarar el estancamiento económico que ha llevado a que el PBI no supere el 2%.
Entonces, cuando Bergoglio habla de que “…hay que romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes” y no plantea romper con la lógica del capital imperialista y con la casta de políticos que buscan naturalizar y perennizar esta lógica, lo que podemos deducir es que su discurso no es sincero y tiene una alta dosis de demagogia con la cual busca oxigenar al gobierno de turno, creando para ello falsas expectativas en los pueblos originarios y en los sectores que en diversas regiones del país se movilizan contra la voracidad de las empresas mineras.
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Nota:
1. Como diría Marx en El Capital:…la producción capitalista, por consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador” |