La Organización Internacional del Trabajo publicó su informe anual sobre las perspectivas mundiales del empleo. Según el informe la economía mundial mantiene su repunte, que “se prevé que permanezca estable, pero bajo “, situándose “por debajo del 4 por ciento, pues en la mayoría de las principales economías la actividad económica se normaliza sin estímulos significativos y la inversión fija permanece en un nivel relativamente moderado”. Una situación muy parecida a la del Estado español tal y como analizábamos en otros artículos de Izquierda Diario.
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Pero este bajo crecimiento de la economía se traduce, según la estimación del informe, en un bajo crecimiento del empleo siendo insuficiente “para absorber el aumento de la fuerza de trabajo en los países emergentes y en desarrollo”.
Persiste el drama del desempleo
A nivel mundial el desempleo se sitúa en más de 190 millones de personas desempleadas. Según la estimación la tasa de desempleo mundial experimentaría un bajísimo descenso del 5,6% al 5,5% (respecto al 2017). Las previsiones muestran que 2018 seguiremos con más de 192 millones de desempleo, y para 2019 aumentará en 1,3 millones.
Entre 2014 y 2017 el desempleo en los llamados países emergentes aumentó a causa de la desaceleración de la economía, como consecuencia de la caída del precio de los productos básicos como en Brasil o Rusia. En el mismo periodo los países centrales como EEUU, China o por otro lado la Unión Europea aminoraban la caída de la economía con un leve repunte de la economía -que como parte de los ataques draconianos al pueblo trabajador- aumentó el empleo, pero precario.
Además, las dificultades para encontrar trabajo para determinados sectores significativos de la población, como la mujer, aumentan. “En promedio, las mujeres tienen menos probabilidades de participar en el mercado de trabajo”. A ello le debemos sumar que el escaso aumento del empleo de la fuerza de trabajo no está compensando el aumento del número de jubilados, por lo que en países importante está en peligro la jubilación de millones de trabajadores, abocados a seguir en situación vulnerable y en la pobreza durante su jubilación. En los países centrales donde el envejecimiento de la población es considerablemente más veloz, se estima que para 2030 habrá cerca de cinco personas de 65 años o más por cada diez personas en la fuerza de trabajo, un aumento con respecto a las 3,5 de 2017.
La precariedad y la desigualdad avanzan a nivel mundial
A nivel mundial en 2017 alrededor del 42,5% de los trabajadores y trabajadoras tenían “empleos vulnerables” (precarios), lo que significa 4 de cada 10 trabajadores y trabajadores, es decir cerca de 1400 millones de personas. Estas alarmantes cifras, las estimación muestran que en 2018 ascenderá al 42,6% y en 2019 al 42,7% ( unos 17 millones de personas cada año).
El informe detalla además que en los países llamados en desarrollo y emergentes, la precariedad superaría el 76% y el 46%, respectivamente. En los países “considerados ‘desarrollados’, la tasa está en el 10%”.
Se pone de relieve que el repunte de las condiciones precarias se da en el sector servicios. Un sector que ha visto crecer sus ingresos e inversión desde 2014, en detrimento de otros sectores. Este giro a estos sectores se debe a que la rentabilidad del capital invertido es muy baja en sectores como los manufactureros, tecnología o construcción, “desviándose” a otros que requieren poca inversión de capital fijo (maquinaria, infraestructuras...) pero con rentabilidad considerable a corto plazo.
Esta situación en las economías ha provocado la proliferación de contratos de trabaja a tiempo parcial. El informe cita que para la UE la jornada laboral a tiempo parcial pasó a representar el 21,6% del total del empleo en 2016, respecto al 18,7% que suponía en 2008. Estos contratos, confirma la OIT, suponen en general sueldos más bajos y menores perspectivas de promocionar en la carrera laboral de los afectados. Además “más del 30% de los trabajadores a tiempo parcial en la Zona Euro preferiría estar empleado a jornada completa. El estudio destaca en este punto el caso de España, Italia y Grecia, donde el porcentaje se eleva por encima del 60%”.
En el caso del Estado español, tal y como hemos analizada en otros artículos, la pobreza y la precariedad aumentan entre las mujeres y la juventud. Un 13,1% de sus trabajadores viven en hogares que se encuentran en el umbral de la pobreza. Es decir, son hogares que no alcanzan el 60% de los ingresos medios. Para hacernos una idea de la relevancia de este dato como indicativo de profunda pobreza hay que señaar que en la UE solo están en peor situación Grecia y Rumanía, con un 14,1% y un 18,9%, respectivamente. Es decir, no estamos muy lejos de Grecia, solo a un punto, de un país que ha sufrido una caída del PIB durante la crisis económica superior al 20% y con tres rescates financieros europeos a sus espaldas, una especie de tsunami económico.
La dramática situación de millones de asalariados y asalariadas abocados a soportar condiciones laborales y de vida cada vez más precarias se produce como consecuencia de que un sector minoritario de la población se enrique a costa de nuestro esfuerzo y nuestras vidas. Según un informe del Laboratorio de la Desigualdad Global el 1% de la población con más ingresos gana el doble que el 50% más pobre en el mundo.
En Oriente Medio el 10% de personas con más ingresos goza del 61% de la renta nacional. En África subsahariana, del 54%, mientras que, en Estados Unidos y Canadá, del 47%. En Europa, la menos desigual, ese 10% que más gana representa el 37% de los ingresos totales.
Según este mismo informe en el Estado español el 10% de los más ricos acaparan el 57% de la riqueza del país, mientras que el 50% más pobre posee apenas el 7%.
Frente a esta situación dramática generada por el capitalismo del siglo XXI es necesario luchar por la perspectiva del reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles, sin caída del salario. Para ello las y los trabajadores deben organizarse alrededor de un programa de lucha contra los despidos, contra el trabajo precario y contra la desocupación. Porque nuestras vidas valen más que sus ganancias. Una perspectiva imposible sin una transformación radical de la sociedad, cuestionando las ganancias capitalistas. |