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29 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

FUTURO MINISTRO DE EDUCACIÓN
Gerardo Varela: un político empresarial para defender la educación de mercado
Amelia H.

Piñera optó por un peligroso juego al escoger como ministro de Educación a un empresario y defensor del negocio educativo. Buscarán contener, golpear y evitar cualquier atisbo de lucha por parte del movimiento estudiantil y la juventud; no olvidan que los estudiantes en las calles fueron el principal opositor al primer gobierno de derecha.

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Aunque la derecha pretenda implementar tácticamente un giro hacia “lo social” y desde el futuro comité político aseguren querer vincular el desarrollo económico con la calidad de vida de las personas, lo cierto es que Piñera prepara sus piezas para instaurar un fuerte gobierno neoliberal y capitalista, que aspire a cambiar la relación de fuerzas abierta a partir del 2011 y que detonó una profunda impugnación al sistema y régimen actual. Un gobierno que haga retroceder los anhelos y exigencias de amplios sectores de la sociedad.

Los nombres revelados tras el anuncio del próximo gabinete reflejan las intenciones de Piñera de conformar una dirección de gobierno totalmente alienada con sus posiciones. Muestra de esto es que los cinco ministros que rodearán al presidente electo son parte del “piñerismo” y están ligados a la fundación Avanza Chile, desde donde se planificó la vuelta del empresario a La Moneda.

Pero, no solo el núcleo duro “piñerista” al mando de la dirección del gobierno causó sorpresa, sino también la elección de ciertos personajes ligados a la derecha más dura y conservadora, como es el caso del nuevo ministro de Educación, Gerardo Varela, o de la futura ministra de la Mujer, y activista antiaborto, Isabel Plá; ambos al mando de ministerios que se enfrentan a movimientos sociales y reivindicaciones sumamente sentidas para amplios sectores de la población.

Es el caso de Varela. Abogado de la Universidad de Chile, socio del estudio jurídico Cariola, Diez, Pérez-Cotapos & Cía, columnista del medio de derecha El Libero, secretario del directorio de Fundación Para el Progreso- en donde participan personajes de la derecha más conservadora como Axel Kaiser, Rodrigo Pérez de Arce, Isabel Plá, Roberto Ampuero, entre otros-, de la Fundación Emplea del Hogar de Cristo, de Educa UC, y del Observatorio Judicial.

El historial del próximo ministro de Educación se vincula más bien con el sector privado, los negocios, y la férrea defensa de la propiedad privada y el modelo neoliberal. De acuerdo a un reportaje Ciper Chile “en 1998 participó como abogado en la creación de cuatro sociedades de Iberoamerican Media Holdings Chile, cuando el Grupo Prisa aterrizó en el país. También asesoró a la Universidad Católica en la venta de Canal 13 al Grupo Luksic y en la negociación con Christus por la red de salud (…) Desde noviembre de 2017 preside el Observatorio Judicial, una iniciativa nacida de la mente de Hernán Büchi, quien la socializó con Luis Larraín, y que prosperó en las oficinas de Libertad y Desarrollo, uno de los principales centros de pensamiento de la derecha política y económica”.

Varela también trabajó en Escuelas para Chile (formó parte del directorio y fue su encargado legal), “una organización de facto apéndice de Desafío Levantemos Chile, que se creó con los excedentes de la Teletón realizada luego del terremoto de 2010 y que se ocupó de reconstruir escuelas en la zona afectada por la tragedia. En esa cruzada trabajó mano a mano con Lázaro Calderón, controlador de Ripley, y con Carlos Alberto Délano, uno de los controladores de Penta”, afirma el reportaje. Actualmente, continúa apareciendo como presidente de la empresa Soprole, y también figura como director en Avla S.A., empresa de servicios financieros; hasta hace tres años integró como vicepresidente el directorio de Campos Chilenos, empresa tras las marcas Iansa, Cannes, Minninos, Patagonia Fresh e Icatom. Hasta 2011 también fue director de Kastel S.A.

Sumado a todo esto, Varela se ha manifestado en diversas ocasiones en contra de la educación como un derecho social para todas las personas y garantizado por el Estado. Al contrario de esto, el futuro ministro de Educación se opone férreamente a la demanda histórica del movimiento estudiantil, y considera la educación como un “bien económico”. Así lo manifestó en una de sus columnas publicadas en El Líbero, donde asegura que la “solución para la educación no es la gratuidad ni la prohibición del lucro —y menos de la selección y el copago—, sino que el desafío es cómo seguir atrayendo inversiones, competencia y talento a un sector que la requiere con urgencia. Esto se logra con libertad para organizarse, libertad para financiarse y libertad para educar. El gasto público no debe focalizarse en los universitarios, sino que en los niños y especialmente en los más vulnerables, lo demás es demagogia y despilfarro”.

Más allá de que se haya visto en la obligación de aclarar en la prensa que “la gratuidad ya se ha aprobado, es una decisión que se tomó democráticamente en Chile, con la mayoría adecuada y hoy día no queda nada más que implementarla”, el próximo ministro de Educación sigue concibiendo a la educación como un mero bien de consumo, como una mercancía por la cual se debe pagar altas sumas de dinero.

Es más, Varela trata a quienes consideran la educación como un derecho de “inquisidores modernos”, haciendo una irracional comparación entre quienes se oponen al negocio educativo, con la Iglesia y los tiempos de la Inquisición cuando se perseguía a científicos, físicos e intelectuales que rebatían concepciones establecidas del mundo. Como buen defensor de la educación de mercado considera que “la educación, como la salud y la seguridad, son tanto derechos como bienes económicos”.

Piñera optó por escoger a un gran defensor de la educación de mercado, de la propiedad privada, y del modelo neoliberal; alguien que no tenga tapujos en salir a golpear a los sectores que defienden el derecho a educarse, que tantos dolores de cabeza provocaron al primer gobierno de Piñera. El empresario y presidente electo sabe muy bien que el movimiento estudiantil en las calles fue el principal opositor a su mandato, y a sus aspiraciones políticas.

Una declaración de guerra, una provocación, o un adelanto de lo que serán las políticas del próximo gobierno de derecha frente a los distintos sectores de la sociedad que han salido a luchar por sus reivindicaciones y por conseguir cambios estructurales. Lo que no puede perder de vista Piñera es que el movimiento estudiantil continúa siendo un actor político considerablemente relevante en el debate nacional y la opinión pública, y que cualquier intento de ataque se verá, muy probablemente, confrontado por la fuerza de miles de jóvenes en las calles, en sus colegios y universidades, en sus asambleas y en los distintos espacios de organización.

Porque pese a los desvíos, al debilitamiento y estancamiento momentáneo del movimiento estudiantil- principalmente por el actuar subordinado de sus dirigencias a los ritmos del gobierno de la Nueva Mayoría, y utilizando la misma estrategia de presión y confianza parlamentaria-, el régimen político y sus partidos no han logrado salir de la crisis abierta hace casi ocho años; tampoco han podido revertir la relación de fuerzas, una de las tareas estratégicas del próximo gobierno de derecha.

Tampoco han podido sepultar la demanda de educación pública, gratuita y universal, garantizada por el Estado, y concebida como un derecho. Claro está que su absoluta conquista dependerá de la propia fuerza del movimiento estudiantil, de su organización, del actuar de las organizaciones de la izquierda, políticas y sociales; y, por sobre todo, de la unión en las calles con otros sectores de la sociedad como los trabajadores, las mujeres, los pobladores y sectores oprimidos.

 
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