Estas efemérides no tienen mucho sentido, pero pueden servir para un punto de reflexión sobre una persona, personaje o su obra, desde un cuarto propio o una habitación ajena.
Aunque Woolf fue un producto de su época, atravesada por la llegada de la Primera Guerra Mundial, así como de su clase social-acomodada e intelectual, el legado literario de sus creaciones ocupa hoy como nunca un lugar incontestable en el paso de la literatura femenina a la feminista, en los resortes de la narración, los experimentos con la subjetividad, la modernización del estilo, el monólogo interior y la fusión de la prosa y la poesía, el ensayo y la narración.
Su novela “Mrs. Dalloway” dio lugar a una cuidada adaptación al cine de la mano de la realizadora Marleen Gorris, con Vanessa Redgrave encarnando a Clarisa Dalloway en su jornada particular e intemporal en la que reflexiona sobre la “soledad femenina”, “las servidumbres de la anfitriona” y también sobre “la neurosis de guerra” en un joven exsoldado.
Woolf introduce temas todavía difíciles de tratar con nitidez como la enfermedad mental, la maternidad, la soledad femenina, el amor frustrado entre mujeres y en el caso de “Mrs. Dalloway”, el fantasma social de la vejez. Ese libro también dio origen un siglo después al ejercicio narrativo de Michael Cunningham, llamado “Las horas”, una novela de metaficción y experimentos con el tiempo y los personajes reales y ficticios que a su vez inspiró una espléndida y perturbadora película del británico Stephen Daldry.
En su novela “Orlando” se adelantó a los modernos postulados contra los binarismos de sexo/género e introdujo en la narrativa de aventuras, historia y romance la vida de un ser que se divide en dos mitades cronológicas como caballero y cortesana, como dama y galán. Dedicada a su gran amor, la aristócrata aventurera Vita Sackville-West, “Orlando”, narración pionera y opositora a los históricos reglamentos del género, también dio origen a una interesante película rodada por la británica Sally Potter en 1992 e interpretada por la siempre andrógina e hipnótica Tilda Swinton. Una novela audaz y valiente –llena de apuntes geopolíticos- y un filme exquisito, aunque algo frío y académico donde, no obstante, se refuerzan los aspectos feministas y queer ya existentes en una novela sin parangón en la historia de la literatura escrita por mujeres reclamando una voz personal y tránsfuga.
Experimental en “Las olas”, antibelicista en “El cuarto de Jacob”, ensayista pionera en “Una habitación propia” y “Tres guineas”, la obra de Woolf, a pesar de cierto elitismo en su refinada prosa, ha resistido con creces el paso del tiempo y las oleadas del movimiento feminista, como una voz primaria y a la vez penetrante.
Su trágico suicidio, su dificultad para vivir abiertamente el lesbianismo y la emancipación que tanto defendió, su matrimonio infeliz, sus amistades inconstantes, sus continuas depresiones y crisis creativas no hacen de Woolf una escritora y mujer feminista en el sentido completo del término, pero sus ensayos contra el poder patriarcal, sus diarios íntimos y sinceros, sus experimentos con los recursos de la narrativa del momento y su reclamo extremado de la subjetividad de todos sus personajes, la convierten en un hito “sui generis”, perteneciente a un grupo social privilegiado, una suerte de “gauche divine” que no obstante, ya con su vida y su obra, abrió indiscutiblemente senderos para el avance en la emancipación y la renovación creativa. |