Aunque creo que la figura de Turing ha sido secuestrada por uno de los armarios más feroces, junto con el del deporte, para las los pioneros LGTB: el armario de la ciencia. Esto viene al caso de una macroexposición que va a tener lugar en el Museo de la Evolución Humana (MEH) de Burgos, lugar de encuentro de lo que algunos entienden por alta cultura, y que recientemente ha estado dedicada al Titanic, lo que no deja de ser una significativa metáfora de la universidad y la cultura en el panorama burgalés, que prepara grandes escenarios para lucir a las autoridades junto con personalidades reconocidas.
Pero el homenaje de dos científicos a la máquina de Turing va a cubrir con un tupido velo, como es de esperar en una ciudad como Burgos, los aspectos biográficos que hacen de Turing algo más que un pionero de la informática, un luchador matemático contra el nazismo, sino también un hombre apartado de la sociedad británica de los cincuenta que prácticamente lo condujo a la muerte a causa de su homosexualidad.
Aún hoy la informática de alto standing tiene un aire de triunfadores varoniles, de emprendedores a toda máquina que seguramente en su personalidad y trayectoria -detrás de la cual se encuentran varias instituciones burgalesas- nada tienen que ver con el fabricante del dispositivo que descifró los códigos nazis de la maquina Enigma.
El gran “enigma” de Burgos en materia cultural es por qué los 0 gobiernan las actividades culturales, dentro y fuera de la Universidad y los espacios de artistas, y por qué los 1 son señalados o condenados a un ostracismo con poco que envidiar al científico británico que puso sus conocimientos al servicio de la lucha antifascista y fue represaliado en su propio país por un sistema legal y social incapaz de comprender el “binarismo de género” y el verdadero valor de “la diversidad”.
Grandes escenarios y mucha publicidad no logran ocultar que la cultura burgalesa hace mucho que chocó, como el Titanic, con el iceberg de caer en manos de gestores y mediocres, pertenecientes a la casta universitaria o, peor aún, a la foto municipal, cuyas cuentas sí que son un verdadero “enigma”. |