El martes a la mañana, en Quilmes Oeste, Fabián Exequiel Enrique de 17 años apareció muerto, baleado, en la esquina de Madame Curie y La Rioja del Barrio Los Eucaliptus.
Los vecinos habían escuchado tiros y llamaron al 911. En un principio, obviamente, casi nadie sabía las causas que rodeaban al hecho. Solamente algunos testigos le dijeron a la familia que vieron como una persona le había disparado desde un Volkswagen Polo azul.
El miércoles un agente del grupo Halcón se presentó en la Comisaría Tercera de Quilmes con un superior para “informar” que dos jóvenes le habían intentado robar el celular cuando estaba parado con su coche por el semáforo en la esquina de Avenida La Plata y Jujuy.
El uniformado (cuyo nombre se mantiene en la más absoluta reserva por parte de la Policía Bonaerense y de las empresas periodísticas aliadas del Gobierno) dijo que se bajó del auto, disparó varios tiros a los jóvenes, subió a su auto y se fue a hacer sus horas extras.
Las noticias dicen que el asesino fue desafectado de la fuerza por la Dirección de Asuntos Internos (no se sabe por cuánto tiempo) y que está siendo investigado por “homicidio” por la fiscal Karina Gallo. Eso sí, está libre.
Otro típico caso de gatillo fácil policial contra un joven de las barriadas populares del conurbano bonaerense. El policía del grupo Halcón sostiene que dos chicos desarmados trataron de arrebatarle el celular y ese parece ser suficiente motivo para que comenzara a dispararles con su arma reglamentaria. Quien quiera defender al policía ni siquiera va a poder alegar que lo hizo amparándose en una supuesta legítima defensa, como falsamente se quiere hacer con Luis Chocobar. En este caso el mismo asesino reconoció que el muchacho estaba desarmado. Es más, según el relato de algunos testigos, antes de volver a su “trabajo” los corrió varios metros a los tiros, lo que evidentemente puso en riesgo la vida de muchas más personas.
Es indignante que el policía siga libre estando prácticamente comprobado que es un homicida. Parece que se está aplicando aceleradamente la “nueva doctrina” que quiere imponer Patricia Bullrich, dando por hecho cambios en el Código Penal antes siquiera de que ingresen al Congreso en forma de proyectos de ley de que se voten.
Como venimos sosteniendo, la reunión de Macri con Chocobar (apoyándolo y entronizándolo como “héroe”) fue un aval directo al gatillo fácil que va a multiplicar esta práctica de las llamadas fuerzas de seguridad. Fabián Enrique es la primera víctima de esta nueva versión del “meta bala” de Carlos Ruckauf.
A lo largo de los años y de la lucha contra la represión y la impunidad nos hemos encontrado con muchos casos de gatillo fácil en los que policías asesinos buscan atenuar la gravedad de sus actos planteando que al momento de disparar estaban persiguiendo a personas que habían protagonizado robos (algunos de esos hechos, incluso, ni siquiera existieron realmente).
Allí tenemos, a modo de ejemplo, el caso de Kiki Lezcano, cuya familia tuvo que soportar además la desaparición del cuerpo. O el de David Vivas, en la ribera de Quilmes.
En el caso de quien escribe estas líneas, en junio de 2001 volvía de la Facultad a mi casa de Quilmes y al bajar del colectivo recibí un balazo por la espalda de parte del agente José Salmo. Sólo porque la bala pasó a medio centímetro de mi corazón no me convertí en una más de la larga lista de víctimas fatales de los asesinos de uniforme. Allí también en un principio Salmo se escudó en que estaba queriendo reprimir un robo.
Sean como sean los hechos previos, si un policía le dispara por la espalda a una persona desarmada e indefensa, acá y en la China eso se llama gatillo fácil. Y Macri, Bullrich, Vidal y Ritondo lo bancan a muerte. |