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22 de febrero de 2025 Twitter Faceboock

OPINIÓN
El PRI: el "Titanic" de Insurgentes Norte
Mario Caballero

Los tiempos corren, y los reportes del Almirantazgo priista, dan cuenta de una evidente derrota ante las fuerzas electorales y lo hunden cada vez más. Parece ser que la Marina Tricolor sufrirá un hundimiento histórico en julio.

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El desprestigio de Peña Nieto pegó en la línea de flotación de la campaña electoral de ese barco de gran calado que era el PRI. Cada vez más se hunde en los mares electorales y de las encuestas que lo dan por perdedor. El armador sonorense, Plutarco Elías Calles, pensó en 1929 que del Astillero tricolor saldría un barco invencible.

Hoy, el Almirante en jefe, lleva el barco a pique y está a punto de provocar una derrota peor que la de la Armada Invencible española en 1588. No hay ningún aprendiz de timonel, ni ningún Contramaestre que pueda remontar el escenario catastrófico que les espera en las heladas aguas del primero de julio próximo.

No debe descartarse que, de seguir así las cosas, surja un motín a bordo; como en estos casos, ya son varias las ratas que abandonan el barco (hacia otros barcos infestados también de roedores). Son varios los rudos y expertos hombres de mar -algunos de ellos, muy resentidos- que pueden encabezar esa rebelión.

Para ello armaron ejércitos especializados, amparados en la Ley del Parlamento de la Unión Corsaria (con reformas constantes a modo) para reprimir el descontento, mientras, obsequiaban cuentas de vidrio de un llamado Estado Benefactor que fue demolido a cañonazos de entreguismo privatizador. Hasta sus bases en las islas piratas, salieron afectadas, por lo que este reino depredador fue perdiendo apoyo.

Es evidente que el Pirata Peña cada vez maneja menos el timón del Galeón de Insurgentes Norte. Y su aprendiz de grumete, el Temible Genuflexo-Videgaray, no puede hacer que la proa esquive las olas y que lleguen hasta la popa donde van las arcas nacionales.

En la embarcación tricolor -pensada como un gran buque trasatlántico-, ya hay desesperación por la tormenta electoral que se acerca. Han perdido varias posiciones conquistadas a sangre y fuego durante años. Apoyados también por la odiada Confederación de Temerarios Mercenarios (CTM). Una central sindical que dejó desprotegidos a los miles que confiaban en sus promesas.

El PRI puso, a un grumete -no un contramaestre- al frente de la campaña, que tiene preocupados y molestos a toda la tripulación. Por eso muchos, en secreto están apartando sus botes salvavidas en barcos enemigos.

Como en las películas de piratas desalmados, el PRI es un barco que no puede atracar en ningún puerto sin ser recibido a cañonazos o que le cobren derecho de piso (o de playa). Además de que en cada puerto muchos de sus marinos se quedan en tierra buscando ser elegidos para algún puesto en otras embarcaciones. Aún así, los piratas en jefe niegan esta crisis que cambia las coordenadas marítimo-políticas de las últimas décadas.

En Chihuahua, el Capitán Corral exhibió la situación desventajosa de los marinos priístas y los obligó a pagar un rescate de 900 millones de “doblones” que la Secretaría de Piratería le estaba escamoteando.

Como nunca, los corsarios del PRI fueron alcanzados en alta mar, acusados de triangular un inmenso tesoro para apoyar la elección del famoso “Pirata Peña Casablanca” y que siguiera gobernando en la Isla Tortuga.

Muy cerca del muelle de Insurgentes Norte, las banderas de dos flotas enemigas los acosan para hundirlos en el Mar de las Urnas Derrotadas. Una es la coalición de Fuerzas Mercenarias Multicolor, con mucho poder de fuego (y de tesoros) para obligar al PRI a pactar y negociar (probablemente una Confederación Pirata
Territorial que se reparta el control de todos los mares). Donde Barba Roja, Henry Morgan, Francis Drake y hasta Jack Sparrow, consumirían sendos toneles de ron del Caribe con los filibusteros del “Archipiélago de Atlacomulco” para seguir imponiendo las leyes corsarias. La rapiña perpetrada por estos piratas sería terrible.

La otra es la Marina Morena que algunos consideran la Armada Invencible (aunque ya entregó una plaza en la famosa Isla Edomex sin luchar. Viene recogiendo en cada puerto en ruinas, restos de piratillas de todo pelaje y pasado tenebroso (además de seguir impunes), para sumar fuerzas contra la "Piratería en el poder”.

Igual que Colón en 1492, además de artillería pesada, viene con pastores y evangelizadores para evitar relaciones que consideras no naturales entre la población que quede bajo su protectorado. En su bandera trae el terrible emblema: “PRAGMATISMO”.

Para los piratas del Temible Peña Nieto, es como el Almirantazgo inglés que buscaba cobrarle cuentas a los piratas en el siglo XVl. Sin embargo, no resolvería las carencias de la tripulación, y mucho menos, dada su cada vez mayor cercanía a prominentes dueños de los puertos mercantes y de la Compañía de las Indias Neoliberales del Mar del Norte a quienes les debe tributos -además de que el Almirante del Sureste prometió absolver hasta los piratas “innombrables” lo que puede privarle de algunos diestros filibusteros a su mando.

Al PRI no le calienta ni el sol del Caribe. Las aguas que surca están cada vez más heladas y llenas de peligros témpanos. Pero, sí como sucedió con el Titanic en 1912, el barco tricolor que se creó como Acorazado en 1929, termina por irse al fondo de las aguas del “Mar de la Transición” ¿acaso cambiarían las leyes de piratería establecidas entre corsarios, bucaneros y filibusteros con la “Alternancia de los 7 mares? ¿Qué régimen social progresivo -en tiempos de crisis-, pueden ofrecer?

Seguramente, en este Titanic no habría moral para qué alguna orquesta siguiera tocando sus últimas notas bajo el agua.

¿Con el nuevo orden en los mares que bañan el territorio en disputa ¿se acabaría el sistema de piratería impuesto hace décadas, por más que haya nuevas autoridades anticorrupción? Es decir, que prohíban a otros piratas desenterrar tesoros ocultos ajenos, acumulados durante años de de hacer negocios con otras potencias –esas sí, de piratería legítima.

Contrario a lo que decía Serrat, para hincarlos de rodillas, hay que cortarles el erario, y no confiar en ellos. Más vale que la población amuralle sus ciudades y no permita que ninguna de esas flotas atraquen en sus puertos.

Lo mejor que puede hacerse es construir una Armada obrera y popular donde los marinos anti piratas decidan democráticamente cómo acabar con esta lacra que a través de los votos amañados quieren seguir surcando los mares que les enriquecen.

Para hacer que la última embarcación que usen sea una como el famoso Ypiranga y asegurarnos de que se lleve a todos.

 
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