Hablo, por ejemplo, de Gloria Anzaldúa (“La frontera/Borderlands”, traducido al castellano hace bien poco) o Cherrie Moraga (“La última generación”).
En ambos libros se habla de la multitud de fronteras, del racismo, de la expropiación cultural, elementos que cobran especial vigencia bajo los últimos dictados del tristemente célebre Donald Trump. Estas autoras nos recuerdan que no hace tanto tiempo que Texas fue una parte de México y cuentan también como fueron explotados, expulsados y expropiados.
La misteriosa pero existente empatía de determinados individuos –presuntamente de izquierdas- con sujetos como Putin (ateniéndose a determinados gestos de política exterior) muestra de nuevo que el circulo más tradicional y peligroso de la izquierda no ha pasado por la consideración foucaultiana de las relaciones de poder, apenas ha hecho caso al movimiento feminista y no sigue sin tener en cuenta los avances y retrocesos en todo lo referente al colectivo LGTB.
En el caso de los mexicanos se suma a la difícil situación política del lugar una forma más o menos refinada de racismo que, en manos de Trump (quitándose la careta de bufón para convertirse en payaso asesino camino de genocida) supone poner puerta de oro a la prisión de Guantánamo, enfrentar a unos pobres con otros dentro de su país y atemorizar a las llamadas minorías, desde una renovada genealogía del racismo, alzando aranceles e iniciando chantajes de distinta índole al país que lo limita con Latinoamérica.
Las fronteras de todas las minorías que nunca lo son parecen chocar contra una izquierda de internacionalismo demagógico y corta de miras en la interseccionalidad entre las ofensas culturales, económicas y sociopolíticas. El queer de Anzaldúa, la mitad y la mitad, la tex-mex, la lesbiana en un mundo masculino, la lucha contra las normas de la raza y el género parecen alejarse en los tiempos de los tiranos de Rusia y EEUU con sus leyes y proposiciones represivas.
La izquierda de antaño, al menos un sector renuente y mentalmente nublado de aquella, parece incapaz aún hoy de dinamitar los puentes contra el heteropatriarcado y los mandamases que se anuncian como héroes, aunque, en realidad, sean genocidas silenciosos dentro y fuera de sus fronteras. |