Tras una jornada que comenzó con el presidente de Sudáfrica diciendo por televisión que se negaba a renunciar a su cargo, como le exigía su propio partido, Jacob Zuma finalmente dimitió en la noche del miércoles. El anuncio lo realizó durante un discurso de despedida a la nación que duró unos 30 minutos.
"He llegado a la decisión de dimitir como presidente de la república con efectos inmediatos", comunicó, en un discurso público realizado poco antes de la media noche, hora del fin del plazo otorgado por el Congreso Nacional Africano (CNA) bajo la amenaza de forzar su salida este jueves mediante una moción de censura en el Parlamento.
A pesar de haberse manifestado en "desacuerdo" con este golpe palaciego, Zuma explicó que siempre fue "un miembro disciplinado" del partido, cuyas normas internas obligan a todos sus afiliados a acatar las órdenes de la cúpula, incluidos los cargos electos.
"El CNA nunca deberá estar dividido en mi nombre", recalcó, en una llamada a que no haya incidentes violentos debido a su marcha forzada.
Pese al acatamiento, Zuma dedicó la mayor parte de su intervención a argumentar que considera que la formación no siguió los cauces apropiados ya que es el pueblo, a través de sus representantes (los miembros del Parlamento), el que debería encargarse de definir la salida de sus líderes.
"No acepté servir para salir con pactos o beneficios de la oficina del presidente. Es mi partido el que me pone a mí por encima de los representantes del pueblo". Este pasaje de su discurso parecería estar destinado a enviar un mensaje sobre la resolución que tendrán las casi 800 causas de corrupción que Zuma tiene abiertas y que estaban en el centro de la exigencia de su propio partido para que se apartara del poder.
Se consuma el golpe de palacio
La jornada de este miércoles se había iniciado con algunas señales de televisión sudafricanas mostrando en sus pantallas un reloj que contaba las horas que le quedan al presidente Jacob Zuma para renunciar antes de que se cumpliera el plazo que le había dado su propio partido, el CNA. Esa sola imagen ya daba una idea de la magnitud de la crisis política en que se encontraba el país desde la semana pasada cuando se puso en curso un golpe palaciego para desplazar a Zuma y poner en su lugar al vicepresidente y jefe del partido de gobierno, Cyril Ramaphosa.
Te puede interesar: Sudáfrica: el oficialismo le exige al presidente Jacob Zuma que renuncie de inmediato
La remoción de Zuma era considerada necesaria para un sector mayoritario del partido que veía como las causas de corrupción acumuladas por el ahora expresidente, como así también protestas callejeras y una situación económica complicada, venían dañando en extremo el liderazgo que el CNA mantiene de forma absoluta desde el fin del apartheid. Ramaphosa, que llegó a presidir el partido con una campaña anticorrupción y de crecimiento económico, buscaba que la salida anticipada de Zuma le de oxigeno al partido de cara a las elecciones de 2019, y evitar que continúe la sangría de votos que ya se habían visto en elecciones anteriores.
Para conseguir este objetivo el CNA le había enviado un ultimátum a Zuma para que renunciara antes de la medianoche del miércoles. Caso contrario habilitaría el jueves una moción de censura, que había sido pedido por un partido de la oposición, en el parlamento (dominado por el CNA).
No se trata de la primera vez que el partido de gobierno resuelve sus internas con golpes de palacio. Ya lo había hecho el propio Zuma cuando forzó la destitución anticipada del presidente Thabo Mbeki en 2008, para asumir él mismo la presidencia unos meses después.
Para enviar una señal a Zuma y acelerar su salida "negociada" durante la mañana del miércoles un grupo de policías allanó y detuvo a miembros de la familia Gupta que están acusados de haber recibido favores de ahora expresidente para montar un emporio millonario de empresas que van desde la minería hasta la tecnología informática.
Hasta el momento no se sabe cuales son las negociaciones entre la cúpula del partido y el presidente para garantizarle algún tipo de inmunidad por la cantidad de causas judiciales que le esperan a partir de ahora. Esto último es un problema para el discurso anticorrupción que acuñó Ramaphosa durante su postulación a la dirección del CNA y ahora como futuro presidente de Sudáfrica.
Ramaphosa es un empresario millonario que ha sido señalado como autor intelectual de la masacre de Marikana, en la que fueron asesinados decenas de mineros en 2012, cuando el propio Ramaphosa había sido dirigente del sindicato minero, NUM. Los trabajadores lo acusan de haber actuado como un representante directo de los intereses de la empresa Lonmin, de la que en ese momento formaba parte del directorio, contra la que luchaban los mineros.
Si bien el golpe palaciego al interior del CNA resultó exitoso en cuanto a lograr preservar la unidad sin someter al partido a una votación de censura parlamentaria, en la que podría haber mostrado fisuras, el futuro aún ofrece problemas para el partido que gobierna Sudáfrica desde la caída del apartheid.
El CNA viene de años de desgaste y una sector de trabajadores y estudiantes ha venido haciendo una experiencia con una dirección política que está en manos de millonarios con múltiples lazos con las empresas transnacionales, alejados de los padecimientos del pueblo sudafricano. Mientras que la casta política se enriquece, millones de personas no pueden acceder a los servicios básicos ni a una salud y educación digna. Esta situación sigue siendo el motor del descontento que se vio en los últimos años en importantes movilizaciones callejeras, enfrentamientos con la policía y también el surgimiento de una oposición política tanto por derecha como por izquierda.
La situación económica atraviesa problemas graves y no está asegurado que Ramaphosa pueda revertir esto en el corto plazo.
Seguramente el camino hacia las elecciones de 2019 esté signado por el intento de la CNA de recomponer el poder que ha venido perdiendo en el último período. Sin embargo nada garantiza que pueda lograrlo sin atravesar fuertes turbulencias económicas, políticas y sociales.
Te puede interesar: [Análisis] Un largo y lento final para la crisis presidencial de Sudáfrica |