El jueves pasado militantes del PRD de la delegación Miguel Hidalgo ofrecieron una conferencia de prensa donde anunciaban su renuncia al partido al que estuvieron por muchos años. Así lo expresó Susana Ballesteros, dirigente de Unidad y Vivienda,
“no hay nada que nos haga coincidir con los panistas; ellos están con las clases pudientes y nosotros debemos estar con las clases sociales menos favorecidas. Por eso me voy del partido, porque no creo que pueda recuperar su ideología de izquierda”.
A esto se sumaron las voces de Faustino Hernández (Asamblea de Barrios), Erika Patricia Aviña y Ana Luis Ballesteros. Todos coincidieron en su desacuerdo al manejo de la dirección del PRD en la Ciudad de México, y expresaron que la coalición con el blanquiazul era ya una línea que no estaban dispuestos a cruzar.
Según ellos, son miles de militantes (entre coordinadores, dirigentes, etc.) los que abandonan el partido. Óscar García, dirigente delegacional del PRD, afirmó que quienes renuncian estaban haciendo trabajo político en favor del Morena y que en realidad es una “estrategia mediática” en contra del partido del sol azteca.
Por otro lado, llaman la atención dos cosas: primero, que los ahora ex perredistas señalen que su partido se haya “derechizado”. Sorprende el tiempo con el que llega la noticia; Erika Patricia Aviña declaró haber estado en las filas amarillas durante 15 años, es decir, cuando la administración de la Ciudad de México estaba en manos del ahora dirigente principal del Morena.
Sin embargo, después de 15 años rompieron con el partido por virar a la derecha. ¿De verdad fue demasiado la coalición con el PAN para dimitir del partido? ¿No fueron suficientes las represiones al magisterio en 2013? ¿Qué hay de los enfrentamientos entre la policía de la Ciudad de México y los miles de jóvenes que colmaban las calles en 2014 exigiendo la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa o después de las elecciones en 2012?, bueno, no qué decir de la participación junto al PAN y PRi en el Pacto por México que fue la plataforma de lanzamiento de las reformas estructurales de Peña Nieto.
Cabe recordarles a estos ex perredistas que fue la policía a cargo de Marcelo Ebrard –y posteriormente la de Mancera– la que arrestó en masa a manifestantes y transeúntes el 1° de diciembre de 2012, ya ni qué decir de todo el año que siguió: detenciones arbitrarias a periodistas y manifestantes en las marchas del 10 de junio, del 1° de septiembre, el desalojo a la CNTE el 13 de septiembre y la marcha del 2 de octubre.
Todo esto en la última década y sin mencionar el papel que jugó el PRD en procesos políticos como la huelga del 99 en la UNAM con la represión incluida a la manifestación de la embajada yanqui, en apoyo a los manifestantes reprimidos en Seattle, por órdenes de la jefa de gobierno sustituta de AMLO, Rosario Robles, hoy tan amiga y colaboradora de EPN. Su renuncia llega un poco tarde ¿no?.
En segundo lugar, también hay que señalar la necesidad del Morena de aceptar miembros de esa “mafia del poder” que decía siempre combatir. Después del perfil que acabamos de mencionar del PRD, ¿los aceptará Morena? la enorme falta de cuadros y personal para ocupar posiciones de gobierno en todo el país lo obliga a ello.
Por eso, la respuesta ya la tenemos de antemano confirmada: el partido de López Obrador ha estado aceptando miembros de todos los partidos que desean integrarse a sus filas y continuará haciéndolo. Como ejemplo está el actual candidato a la delegación Benito Juárez: el ex delegado (también de Benito Juárez), ex panista y empresario Fadlala Akabani. También están Enrique Michel Velasco “el rey del mazapán” y Carlos Lomelí, ambos empresarios, este el último además ex priísta, quienes serán abanderados de Morena en Jalisco. Como ellos, muchos otros miembros de la “mafia del poder” de los partidos tradicionales han ingresado sin grandes problemas a las filas del partido e incluso siendo impuestos como candidatos a las bases del partido.
La renuncia de este grupo de perredistas es un síntoma de la crisis de representatividad que enfrenta la casta política mexicana, llegando a niveles inconcebibles.
Una alianza con el PAN era, hasta hace unos años, algo considerado imposible: el PRD tenía prácticamente el monopolio de lo que se consideraba “izquierda” en México, a la vez que el PAN es el mismo que trajo la reforma laboral y la militarización del país con la “guerra contra el narcotráfico”. Izquierda y derecha, era algo que los votantes mexicanos creían que jamás verían.
Empero, ahora en los mítines políticos de Ricardo Anaya se puede ver sin problema banderas amarillas convivir con las blanquiazules. ¿La razón? Ambos partidos coinciden en evitar que el PRI siga manteniendo Los Pinos en su poder para el próximo periodo presidencial, por lo que su coalición sólo tiene acuerdo en su “anti-priísmo”, aunque el principal beneficiado de este proyecto sería el mismo PRI, al quitarle un caudal de votos importantes a la coalición de López Obrador.
Para esto, el PRD (que de por sí viene deslegitimándose tras las administraciones pasadas en el DF) ha tenido que ceder y contemporizar con su socio sobre temas en los que tienen posturas divergentes (como el aborto o el matrimonio igualitario).
Cualquiera que sea el resultado de las negociaciones entre ambos partidos, lo cierto es que tanto uno como otro defienden el orden socio-político existente, la subordinación de México a los dictados de Washington, el TLC y que los empresarios impongan su agenda en detrimento de las mayorías trabajadoras de este país.
Ante este panorama electoral poco favorable a las necesidades de la clase trabajadora, campesinos y pueblo empobrecido en nuestro país, es necesario construir y organizarnos para levantar la voz de los de abajo, y una candidatura de izquierda y de los trabajadores sería una respuesta a esta situación.
Una alternativa consecuentemente de izquierda y obrera, como la que se está levantando en un pequeño rincón de la Ciudad de México con la plataforma Anticapitalistas al Congreso de la Ciudad de México con las aspirantes a candidatas Sulem Estrada y Miriam Hernández, que dé voz a las demandas de los trabajadores, mujeres y jóvenes de México podría poner en la agenda política las necesidades de las mayorías y no las de los políticos tradicionales y los empresarios para quienes trabajan. |