A menos de un mes del 8 de marzo, en la universidad nos preparamos para la intensa jornada de lucha que se avecina, organizándonos con nuestras compañeras y compañeros en las facultades y centros de estudio. Ante la convocatoria de la huelga feminista se abren multitud de debates en nuestros espacios de estudio y es pertinente cuestionarse, en un contexto como éste, cómo está estructurada la universidad y cómo ésta nos afecta a nosotras como estudiantes, investigadoras, profesoras y trabajadoras. A datos de 2013, según el último informe disponible, dentro del nuevo alumnado, un 57% corresponde a mujeres, así como el 60% del alumnado de máster y el 40% de profesorado. Sin embargo, encontramos que sólo les pertenece a ellas el 20% de las cátedras, no habiendo un solo hombre entre el personal de limpieza, mostrando así no sólo el límite del techo de cristal, sino, además, que el trabajo cuanto más precarizado está más feminizado.
Tampoco es casual el hecho de que, tan sólo con mirar las guías docentes de las carreras impartidas en nuestra universidad, enseguida salte a la vista que las mujeres vuelven a ocupar un papel menor, por no decir nulo. Apenas conocemos que fueron ellas, las mujeres, las que protagonizaron los procesos revolucionarios más importantes de la historia, como puede ser el movimiento sufragista o la propia Revolución Rusa, mientras que siempre las conocemos jugando un rol secundario, por ejemplo, de esposas, y siempre en relación con el hombre, protagonista principal de la historia, la literatura o el arte. ¿Por qué, como estudiantes que somos, es tan importante para nosotras recuperar las subjetividades femeninas y la participación de las mujeres en los distintos procesos históricos? ¿Por qué queremos estudiar que Rosa Luxemburg o, nuestra rosa roja del socialismo, fue encarcelada y posteriormente asesinada? ¿O que Silvia Pankhurst, feminista socialista y defensora del derecho al voto para todas las mujeres, también para las más pobres, fue reprimida hasta su encarcelamiento? La respuesta es sencilla: para saber que no estamos solas y que nunca lo estuvimos. Para saber que los cuentos que hasta ahora nos han contado y la forma en que se han contado favorecen a determinados intereses de una clase dominante que quiere justificar el presente manipulando los hechos del pasado.
Ser conscientes de que la historia forma parte de la lucha política es otra forma más de cuestionar y combatir la historia y la cultura patriarcales en las que todas y todos hemos sido educadas. Estudiando las experiencias más personales de las mujeres a lo largo de la historia estaremos mejor capacitadas para comprendernos de manera mucho más profunda a nosotras mismas y, sobre todo, para analizar mejor el presente en el que vivimos y dotarnos de herramientas con un objetivo claro de transformación radical. En este sentido, como marxistas y herederas de la tradición de los y la revolucionarias socialistas, es fundamental conocer la experiencia revolucionaria que protagonizaron y de la que formaron parte las mujeres junto a la clase trabajadora como sujetos políticos y comprender que hay posibles alternativas a esta sociedad patriarcal, capitalista e individualista en la que vivimos. Comprender, en definitiva, que su lucha por una sociedad libre de toda opresión y explotación también es la nuestra.
Ahora bien, con estas grandes tareas que hoy enfrenta el movimiento de mujeres, no solo en la universidad sino en la sociedad en su conjunto, nos preguntamos ¿cuál debe ser el agente político el 8M? ¿Es la mujer un sujeto político factible? Efectivamente, somos mujeres, pero no sólo. Somos mujeres estudiantes, y mujeres trabajadoras. Mujeres que sufren a diario los efectos de esta universidad patriarcal. Se habla de la necesidad de una gran jornada de visibilización de nuestro papel social. Sin embargo, muchas de nosotras creemos que también debe ser un día de exigencia. Es por eso, además, por lo que vemos insuficiente limitar nuestras acciones reivindicativas al ámbito de lo simbólico. Nosotras queremos parar la universidad.
Para ello, vemos indispensable una huelga estudiantil. Ese día, el movimiento estudiantil, del que formamos parte nosotras, pero también nuestros compañeros, debe alzar la voz y hacer suyos nuestros reclamos, para fortalecernos a nosotras y a la propia huelga feminista, combatiendo la educación patriarcal, heteronormativa y racista. El movimiento estudiantil es inseparable de nuestra realidad como mujeres estudiantes. Por eso defendemos que la única vía para plantarle cara a este sistema que nos explota y nos mata es la alianza del movimiento de mujeres con el movimiento estudiantil, así como la clase trabajadora. Queremos mantener el espíritu combativo de aquellas mujeres que hoy tratamos de recuperar en los planes de estudio por los que peleamos, y preparar la jornada de lucha del 8M en las aulas de manera independiente de los órganos institucionales que se lavan la cara atribuyéndose la etiqueta de “feministas”. Lo hacemos participando en las asambleas e impulsando una autoorganización de base que llegue a todos los ámbitos de la sociedad. Porque esta huelga no tiene su límite en la universidad. Nuestra perspectiva es la de una gran huelga internacional de mujeres. Queremos hacer explícitos y luchar contra los abusos y agresiones machistas, las discriminaciones, la precarización, los feminicidios resultantes de este sistema patriarcal y capitalista. Queremos que este 8 de marzo la tierra vuelva a temblar. ¡Vamos a pararlo todo! |