No se trata de defender al kirchnerismo, que elevó a política de Estado las acusaciones contra Irán, ni a D’Elía o a Fernado Esteche, que utilizan su lugar como referentes de lo que ellos llaman el “campo popular” para ponerse al servicio de la política burguesa. Pero en honor a la verdad, las escuchas reveladas no demuestran nada que no se sepa. A saber:
Que los representantes de los movimientos sociales pro-K han sido bastante corrompidos por la política burguesa.
Lo más jugoso pareciera ser dos escuchas. Una donde D’Elía y Yussuf Khalil, sindicado como el contacto iraní, festejan el acuerdo con Irán y donde Khalil reconoce la pluma de un tal Fernando (quien sería Esteche). Y otra donde llaman “ruso de mierda”, aparentemente a Timerman, por no haber cumplido con lo charlado con Irán. Lo único que demuestran estas dos llamadas es un vínculo informal entre dos lobbystas iraníes que intercambian supuestos mensajes cruzados entre el Gobierno argentino y la embajada de Irán, los que serían canales informales de negociación.
Ciertamente las acusaciones contra D’Elía y Esteche lo que hacen es poner de manifiesto la podredumbre de la diplomacia secreta que impera en las relaciones entre los Estados capitalistas. El kirchnerismo, habiendo sentado a Irán en el banquillo de los acusados, seguramente debió recurrir a estos canales informales para recomponer las relaciones que pudieran llevar a la negociación del memorándum. Pero que D’Elía y Esteche (por favor: ¡Esteche!) sean la clave del memorándum con Irán habla a las claras del nivel de farsa y estupidez con que la oposición mediática y política pretenden denunciar una conspiración para encubrir los crímenes de la AMIA. Y, en el caso hipotético de que fueron ellos los dos personajes a los que el kirchnerismo recurrió, qué mal que anda la diplomacia argentina.
Con respecto a los personajes en cuestión, simplemente quedan al desnudo quiénes son. Lejos del antiimperialismo y de la defensa del interés nacional, como dijimos más arriba, referentes del llamado “campo popular”, que utilizan su ideología nacionalista como excusa para ser alternativamente lobbystas y fuerzas de choque de la política burguesa del kirchnerismo o del Estado teocrático iraní.
Lamentablemente, el pasado piquetero y “combativo” de ambos personajes va a ser usado para enlodar a los movimientos sociales y a la izquierda como capaces de servir al mejor postor.
Lo que no se dice, pero deja en claro la denuncia de los medios opositores, es su hipocresía, doble moral y cipayismo. Porque los lobbys a favor de los intereses norteamericanos e israelíes son presentados como sensatos canales de negociación. Una oficina de Puerto Madero es el lugar honesto para los lobbys antinacionales, mientras que una verdulería en la calle Bonpland es una cueva de conspiradores del terrorismo islámico.
Por su parte, el kirchnerismo compró las acusaciones de Nisman, la CIA y el Mossad; lo reafirmó en el Memorándum de Entendimiento, y cobijó bajo su ala a lúmpenes de la política y a mafias de los servicios de inteligencia, en un cóctel explosivo que hoy lo tiene contra las cuerdas.