La clase trabajadora lleva ya soportando una década de crisis económica, de devaluación de su calidad de vida, de reformas laborales y “flexibilización” del mercado laboral, de más y más precarización. Esta es la verdadera descripción de la situación económica de la mayoría de las personas que habitan el Estado. Sin ir más lejos, ahora mismo se está fraguando entre la patronal y el Estado un nuevo ataque a las pensiones.
Gobierno, patronal y burocracia sindical
A pesar de ser duros golpes a las condiciones de vida de millones de trabajadores, las diferentes medidas han sido aprobadas e impuestas con una paz social que no se corresponde con el calado del ataque. Esto solo se entiende (o en gran parte), por el rol jugado por las direcciones burocráticas de los dos principales sindicatos, Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT).
Desde antes de la crisis, ya habían dejado pasar la creación de formas de contrato precario entre importantes sectores de los trabajadores, en especial la juventud. Esto, junto con el desarrollo de nuevos sectores de la economía, fue configurando una clase trabajadora mucho más fragmentada.
Con la crisis, estas direcciones sindicales cedieron a todos los chantajes patronales y donde no fue así, fue porque los trabajadores les obligaron a dar algunas luchas importantes. Sin embargo no dejaron de ser luchas aisladas, más allá de algunas jornadas conjuntas como huelgas generales, pero sin ninguna continuidad en el tiempo.
Un mapa sindical fragmentado
Qué duda cabe que la radiografía de la situación dibuja un escenario donde la clase trabajadora debe quitarse el polvo y poner freno a estos constantes ataques. Pero, ¿Cómo están sus fuerzas para esto?
El mapa sindical en el Estado español es preocupante. El porcentaje de afiliación no alcanza el 17% (entre más de 40 sindicatos), lo que supone una de las tasas más bajas de Europa. Además este porcentaje se concentra en las capas más calificadas y mejores pagadas de la clase trabajadora, dejando de lado a la mayoría, los precarios, que mayoritariamente son jóvenes, mujeres e inmigrantes.
Frente a la actuación y el devenir de las burocracias dirigentes de CCOO y UGT ha sido común ver como se han creado y desprendido decenas de nuevos sindicatos. Pero, ¿quién se beneficia de esta división? Esta mecánica con la que se pretende combatir a la burocracia sindical y que los trabajadores cuenten con una alternativas sindical a ésta, ha sido un factor más de fragmentación y ha dejado nada más y nada menos que 2 millones de trabajadores bajo la dirección de esas burocracias, a la inmensa mayoría de los trabajadores sin organización sindical y a un corporativismo por sector o actividad, por región, o por la misma afiliación sindical que nos deja divididos como clase e indefensos frente a la patronal.
Al resto de trabajadores afiliados, aquellos sectores que ven la necesidad de la organización sindical que realmente pelee por sus derechos solo les queda como alternativa la afiliación en un sindicato sin capacidad real de levantar y dirigir las peleas necesarias para enfrentar los ataques de la última década.
Unidad para la defensa de los intereses de la clase trabajadora
Cabe preguntarse entonces cuales serían las potencialidades que el movimiento obrero tendría bajo la unidad de acción para luchar. Una unidad que permitiría sentar las bases de la más amplia unidad de la organización sindical, comenzando con los sindicatos de izquierdas y alternativos.
Este posibilitaría constituir una verdadera alternativa sindical a las direcciones actuales de los mayoritarios; un referente que permitiría aglutinar a los más amplios sectores de trabajadores, los que ya hoy se encuentran afiliados y a los que no lo están, a los más precarios, a las mujeres, la juventud y los inmigrantes que las direcciones sindicales vendidas rechazan defender y organizar.
Una unidad obrera que pensara la necesidad de reimpulsar las asambleas en los centros de trabajo en contraposición a esos comités de empresa que hoy son solo cobijo de burócratas. Que practique la solidaridad activa y la coordinación de los conflictos para que triunfen contra todo corporativismo. Que se organicen de forma democrática y con libertad de tendencias. Donde los dirigentes no estén atornillados a sus puestos y sean revocables. Donde se respete a las mayorías pero también a las minorías. Pero sobretodo que se constituya en una gran fuerza organizada para pelear por recuperar lo perdido.
El objetivo del frente único se torna doble. Por un lado, desenmascarar a las direcciones burocráticas al servicio del capital, y por otro, convertirse en una alternativa real a las direcciones burocráticas actuales.
Solo a través de la lucha y la experiencia, y solo si en esa lucha y experiencia forjamos una alternativa viable, la clase trabajadora podrá señalar a sus actuales direcciones de CCOO y UGT como aliados de la patronal y reconocer en la unidad obrera una alternativa de organización valida y útil para la defensa de sus intereses y el avance hacía nuevas conquistas.
Por ello esto implica hacerlo también con CCOO y UGT y no por que esperemos un giro repentino en la conciencia de clase de las direcciones burócratas, sino porque es la forma de pelear junto a los miles de trabajadores honestos que están afiliados en ambos sindicatos y demostrarles que sus demandas, incluso las más básicas, no serán alcanzadas bajo el mando de sus actuales direcciones.
No pelear en esta perspectiva, condena a cada lucha al ostracismo, al aislamiento y a una más que probable derrota que sin duda impactará de forma negativa en la subjetividad de la clase trabajadora (y en sus condiciones de trabajo y de vida). Y esta es una reflexión que todos aquellos que peleamos por que la clase trabajadora recupere la centralidad en la pelea contra este Régimen podrido y el sistema social al que sirve debemos hacernos honestamente.
Sobre esta base se podrá ir recomponiendo la subjetividad de la clase trabajadora, definida ahora por el derrotismo y el “imposibilismo” debido a las numerosas derrotas, producto del criminal rol de las direcciones burocráticas y de la división sindical que merma su capacidad de acción y defensa.
Y que se reconozca a sí mismo como clase, y a su fuerza la capacidad de transformación social radical, y no solo como la clase explotada que es. |