Nadie, ni siquiera los analistas políticos más experimentados, se atreven a pronosticar los resultados que deberían darse en las urnas el próximo domingo en Italia. Y esto no solo se debe a la prohibición de la publicación de encuestas, una semana antes de la elección, o incluso a la entrada en vigor de un nuevo sistema electoral, que se supone resolverá los problemas crónicos de gobernabilidad que aquejan a una de las tres principales potencias imperialistas de la zona euro junto a Alemania y Francia. La tasa de indecisión, y, sobre todo, de abstención, en un país donde la participación electoral supera incluso a la de Francia, es extremadamente alta y las intenciones de voto para los llamados “partidos antisistema” son muy fuertes.
Sobre la base del descredito de la centroizquierda, que en los hechos a aplicado una agenda política de derecha desde el primer gobierno de Prodi en 1996, es la extrema derecha y el neofascismo quienes tienen viento a favor, y también, el Movimiento 5 Estrellas (M5S, derecha populista), ha logrado proyectarse para alcanzar un poco menos del 30%. A la derecha, Berlusconi vuelve a la escena, con 81 años. Afirma ser el futuro “presidente” del consejo pese a haber sido condenado a la inelegibilidad hasta el 2019.
Las fuerzas completamente neofascistas lograron un gran avance en las últimas elecciones locales. Nadie, sin embargo, podría gobernar, si no es sobre la base de una amplia coalición, lo que no es menos preocupante para la patronal italiana y los socios europeos de Roma.
El Partido Democrático (centroizquierda) del ex primer ministro Paolo Gentiloni, que tendría el favor de la Confindustria (la federación de empresarios italianos) y Bruselas se ha estancado en el 22%, debilitado por Liberi e Uguali, nuevo partido autodenominado de izquierda, pero que es una colección de antiguos primeros ministros del antiguo Partido Comunista italiano como D’Alema y Besani, quienes, cuando estaban en el poder aplicaron políticas anti-obreras en el interior e intervencionistas en el exterior. Las dos formaciones comparten el apoyo de la burocracia sindical, comenzando con el de la GGIL, la principal de las tres confederaciones sindicales italianas.
Sin embargo, es esta profunda crisis política la que predominara en las próximas elecciones que preocupan a los sectores más lúcidos de la burguesía, en un país económicamente enfermo y socialmente devastado por la crisis, con un desempleo juvenil que alcanza el 33% y que tiene al menos a 10 millones de trabajadores pobres.
Es en este contexto que se destaca a los “migrantes” y “extracomunitarios”, acusados de todos los males que aquejan al país, tanto por parte de Berlusconi como de la extrema derecha, pero también por el PD y el M5S. Fue en este contexto que tuvo lugar, a principios de febrero, el tiroteo de Macerata, durante el cual un neofascista de 28 años disparo e hirió a seis jóvenes trabajadores africanos y el ataque a un militante de Potere al Popolo (izquierda radical) que fue herido con un cuchillo, en Perugia, la semana pasada.
Eso no significa que la situación este únicamente dominada por la derecha. A una semana de las elecciones, el 24 de febrero, SiCobas, uno de los sindicatos de base más activos, que está al frente de las luchas de los sectores de logística y agronegocios, reunió a cerca de 10.000 manifestantes en Roma, incluyendo una mayoría de trabajadores migrantes, exigiendo mejores condiciones de trabajo y contra la represión y las leyes xenófobas, pero sobre una base radicalmente anti-electoral y abstencionista.
A la izquierda de la izquierda, en el terreno de las urnas, aparecen dos formaciones. Por un lado, Potere Al Popolo (PAP), con un programa electoral “antiliberal radical”, que de acuerdo con las mismas personas que lo componen, como el dirigente de la organización hermana del NPA, Franco Turigliatto, una suerte de PODEMOS o France Insoumise a la italiana, pero que ni siquiera garantiza lograr pasar el umbral del 3%, a pesar de su programa voluntariamente moderado y en cierto modo, chovinista. Por otro lado, Siniestra Rivoluzionaria, con un público aún más reducido, pero que logro superar el obstáculo antidemocrático del sistema electoral italiano de recolectar 25.000 firmas. SR reúne a dos pequeños grupos reclamados trotskistas, Siniestra, Classe e Rivoluzione y el Partito Comunista dei Lavoratori, con un programa más avanzado y anticapitalista que PAP.
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Pero es la inestabilidad de la política burguesa la que continuara dominando la situación italiana en los próximos meses con sus aspectos extremadamente reaccionarios, a la vez que abre oportunidades para la unidad de los sindicatos y las fuerzas políticas sobre el terreno de la lucha de clases, tanto social como político, para la confrontación de las contrarreformas pasadas y futuras.
Traducción: Francisco Catalan |