René, el Loco de las mil y una anécdotas. El pibe que vino de Santiago del Estero y fue a parar al Bajo Belgrano, su barrio, su villa. Todo lo que supo de la vida lo aprendió y lo conoció ahí: la gambeta, el potrero, la picardía, la humildad, el compromiso y también lo políticamente incorrecto. El flaco habilidoso que conoció la gloria en el Huracán de Menotti era así, como se dice en la jerga periodística, “sin casette”. Declaraba lo que observaba y lo que sentía, sin ponerse ningún disfraz.
A casi 40 años de la obtención del primer Campeonato del Mundo por parte de la Selección Argentina, el Loco solía expresar la amargura que le producía recordar cómo Osvaldo Cacciatore, intendente de la dictadura cívico militar, arrasó con la villa, su lugar en el mundo. El plan de erradicación de los barrios de emergencia fue consecuencia del “acondicionamiento” que planearon los militares para cambiar la imagen de la ciudad de Buenos Aires, en sintonía con la celebración del mundial.
Si bien el sentimiento de odio y rencor hacia Videla rondaba en la cabeza de Houseman por haber “borrado la villa”, el ex wing derecho reconoció que en aquellos años no estaba al tanto de lo que pasaba con las desapariciones y muertes: “Si hubiera sabido lo que ocurría, renunciaba a la selección”, manifestó en una entrevista que ofreció a Pablo Alabarces, en Mayo de 2014. El hecho de haber tocado la gloria representando al fútbol argentino significó para él lo más importante desde lo deportivo, sin embargo reconoció que la situación que atravesaba el país destiñó, con el correr del tiempo, un logro que pudo haber significado el más relevante.
reconoció que en aquellos años no estaba al tanto de lo que pasaba con las desapariciones y muertes: “Si hubiera sabido lo que ocurría, renunciaba a la selección”, manifestó
Las anécdotas que rodean la vida del Loco son abundantes. La mayoría giran en torno a situaciones en consonancia con las escapadas de las concentraciones para jugar los torneos villeros y sus problemas de adicción, como si esto último enalteciera aun más su figura. Pero René no era solamente una gambeta endiablada, la picardía que adquirió en los potreros del Bajo la llevaba a cabo en la vida, como si se tratara de una solidaridad bien entendida: el Loco, recuerdan, se hacía el lesionado faltando veinte minutos para que termine el partido, así podía entrar un compañero y darle la posibilidad de que cobre por jugar, como ocurría en el fútbol de antes.
Por supuesto, la muerte de Houseman significa una pérdida irreparable para el fútbol argentino. Pero el deporte ya lo venía extrañando desde hace unas décadas, más precisamente desde que se retiró en Excursionistas, el club de sus amores y jugando un solo partido. No sabemos si el René futbolista hubiera encajado en los tiempos que corren, donde la táctica, la disciplina y el negocio prevalecen sobre la diversión. Lo que sí sabemos es que su partida deja vacante un wing derecho muy difícil de remplazar. |