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Red Internacional
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12 años sin huelga general ¿Dónde están CCOO y UGT?

En los últimos años hemos visto como CCOO y UGT apenas han intervenido en la realidad y se mimetizaban con el Gobierno. Al mismo tiempo el discurso de la extrema derecha calaba entre sectores de la clase trabajadora. En este artículo analizamos cuál ha sido el rol de la burocracia sindical frente a esta situación.

Viernes 2 de febrero de 2024

Hace unas semanas se celebró el Foro de Davos. Se trata de uno de los muchos espacios en donde la élite económica y política del capitalismo pretende pensar de manera estratégica los principales problemas y cómo abordarlos desde un punto de vista desvergonzadamente de clase. El estrambótico discurso de Milei es una expresión clara de cómo una parte de la burguesía piensa la manera de convencer a la inmensa mayoría de la población de que “el capitalista, el empresario exitoso, es un benefactor social que, lejos de apropiarse de la riqueza ajena, contribuye al bienestar general. En definitiva, un empresario exitoso es un héroe”.

Más allá del cinismo de estas declaraciones muestran como existe una reflexión y planificación permanente por parte de los sectores más lúcidos del capitalismo internacional que contrasta con la cada vez menguante intervención sobre la realidad de las organizaciones más importantes de la clase trabajadora. Hablamos de los grandes sindicatos y, en el Estado español, en concreto de CCOO y UGT.



Años de pasividad

No en vano estamos viviendo el periodo de mayor adaptación y pasividad por parte de las direcciones de estas dos centrales sindicales. En los últimos cinco años hemos visto en los hechos un proceso de mimetización entre el Gobierno, en especial el Ministerio de Trabajo, y las burocracias de CCOO y UGT. Así Yolanda Diaz y los sindicatos han consolidado una alianza permanente que tiene como objetivo mantener a toda costa la paz social a cambio de algunas migajas que no suponen ningún cambio cualitativo en mejorar la vida de los sectores populares.

Esta pasmosa pasividad se lleva produciendo no solo desde la llegada del Gobierno “progresista”, sino que ha ido manteniéndose a lo largo de la última década. Un ejemplo claro de esto es que nos encontramos ante el mayor periodo sin que se convoque una Huelga General. Son 12 años años sin que CCOO y UGT hagan uso del método de lucha más efectivo que tiene la clase trabajadora. Todo un indicador del papel que han jugado estas dos centrales sindicales en estos años

De esta manera la última vez que tuvo lugar una Huelga General fue en niviembre de 2012, año marcado por la espiral de ataques y recortes del Gobierno de Mariano Rajoy y el proceso de movilización en curso que se estaba desarrollando en esos momentos a raíz del 15 M.

Desde entonces CCOO y UGT no solo no han vuelto a convocar una Huelga General, sino que tampoco ninguna movilización reseñable, ni siquiera una campaña ambiciosa que presionara a las grandes patronales, aunque sea a nivel mediático.

Las burocracias de CCOO y UGT pretenden que esta situación se normalice, tratando de establecer un sentido común de que los sindicatos deben abstenerse de intervenir de cualquier asunto político. Mas allá de la ambigüedad de que se puede o no se puede considerar político, esta lógica es la que ha dejado absolutamente desarmada y ha promovido la desorganización del conjunto de la clase trabajadora.

No solo porque esta década larga ha estado marcada por la profundización y generalización de un modelo laboral precario y empobrecedor, sino también porque la burocracia sindical ha dejado pasar medidas que objetivamente atacaban los intereses de la clase trabajadora o han fortalecido a la patronal y sus agentes.

Hablamos de medidas como por ejemplo la Ley Mordaza, que limita enormemente la libertad de expresión y el derecho a la protesta. Fue una de las medidas de Rajoy que más rechazo provocó en su momento. Sin embargo, CCOO y UGT no movieron un dedo ni para impedir que se aprobara ni para tratar de que se derogara. A casi a una década de que se aprobara esta ley, esta sigue siendo una de las armas fundamentales para tratar de disciplinar a la clase trabajadora, facilitando la represión en importantes procesos de lucha como la Huelga del metal de Cádiz.

Otra de las grandes cuestiones en la que las direcciones de CCOO y UGT han mostrado su lado más reaccionario y conservador ha sido con la cuestión catalana. Tanto CCOO como UGT defendieron de manera velada la unidad de España y llegaron a avalar la represión vivida por el pueblo catalán con declaraciones como “la UGT no estará detrás de una pancarta a favor de los presos del procés”. En un ambiente en el que la clase trabajadora del Estado Español estaba asediada por el bombardeo mediático de un fuerte discurso españolista, tanto UGT como CCOO, se ubicaron en contra del derecho a decidir y por ende dejaron que corriera ese discurso que envenenó y promovió la fragmentación de las filas de la clase trabajadora.

Mas recientemente, cuando en el mes de octubre Israel inició el genocidio en curso sobre la población de Gaza, el posicionamiento de CCOO y UGT fue nuevamente el de abstenerse de intervenir en el movimiento de solidaridad con Palestina. Incluso UGT llego a reunirse con la embajadora de Israel para mostrar su “solidaridad” con el Estado sionista.

Con esto UGT y CCOO no solo se ponen del lado de un Estado que se sostiene sobre un sistema basado en la ocupación y el apartheid, sino que al igual que en el caso catalán se abstiene de combatir los discursos islamófobos y racistas que los grandes medios de comunicación tratan de diseminar entre la población trabajadora.



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Un relato fantástico y sus consecuencias

Este inmovilismo tratan de justificarlo inflando el relato de que en “estos años se han conseguido importantes conquistas”. Se refieren sobre todo a la subida del SMI y a la reforma laboral de 2022. Lo que no dicen los lideres sindicales de UGT y CCOO es que estas subidas se han dado precisamente en unos años de inflación desbocada que han hecho perder poder adquisitivo a la clase trabajadora. Incluso un organismo nada sospechoso de tener algún tipo de sensibilidad social como es el BCE admite que en el Estado español no solo se perdió poder adquisitivo en estos años sino, que la bajada de los salarios reales en el 2022 fue la más grande de toda Europa, llegando a suponer un empobrecimiento del 5,2%.

Por otro lado, la cacareada reforma laboral de 2022 apenas ha tenido un efecto sobre la acuciante precariedad de la inmensa mayoría de trabajadoras y trabajadores. En los hechos supuso introducir un nuevo tipo de contrato, el fijo discontinuo, que simplemente cambiaba de nombre a los contratos basura de siempre.

Lo que si implicó esta reforma laboral es el blanqueamiento de las dos reformas laborales anteriores, las de Zapatero y Rajoy, que son el andamiaje sobre el que se sostiene el actual modelo laboral. Durante mucho tiempo la reivindicación de derogar estas dos reformas laborales fue un sentido común entre amplios sectores de la clase trabajadora. Por tanto, la principal consecuencia de la implementación de la reforma laboral de Yolanda Díaz ha sido el mantenimiento del mismo marco legal empobrecedor y precarizador, pero ahora con el apoyo de las dos centrales sindicales.

Todo esto ha sido el caldo de cultivo para que se fuera generando una creciente desconfianza hacia CCOO y UGT, especialmente entre la juventud trabajadora, que percibe a estas dos centrales como una burocracia ajena a su vida y que forman parte del entramado que mantiene la explotación y la precariedad en los centros de trabajo. Este rechazo se expresa en diversas ocasiones en la elección por otras organizaciones sindicales que apuestan por un sindicalismo combativo y que, al menos discursivamente, pone el acento en la lucha de clases. Pero otra parte de la clase trabajadora, la mayor parte, opta por impugnar al sindicalismo y a los sindicatos en general. Lo cual explica en gran medida la facilidad con la que la patronal ha ido arrasando con nuestros derechos durante todos estos años. Esto se expresa en que el 84% de la población trabajadora no pertenece a ningún sindicato.

La otra gran consecuencia, ligada a la anterior, es el crecimiento de la derecha y extrema derecha, llegando a tener una influencia creciente entre sectores de la clase trabajadora. Sin duda el abstencionismo de CCOO y UGT de las grandes cuestiones políticas ha hecho mella y ha generado una situación propicia para el avance de discursos anti feministas, racistas y españolistas. Esto combinado con la decepción permanente que supone el gobierno “progresista” es lo que ha fortalecido a la extrema derecha.

Por tanto, no se puede desligar el crecimiento de la extrema derecha, la fragmentación de la clase trabajadora y el debilitamiento mismo de las propias organizaciones sindicales, sin ese papel de bombero del régimen que han jugado CCOO y UGT. Esto es importante porque en esa alianza y reparto de papeles que tienen el neorreformismo y la burocracia sindical, tratan de justificar esta situación poniendo del revés las cosas, es decir diciendo que su inmovilismo y medidas, en el mejor de los casos, puramente cosméticas son consecuencia de “la correlación de fuerzas, del crecimiento de la extrema derecha, de una clase obrera desmovilizada y conservadora” y un sin fin de excusas de esta naturaleza. Pero la realidad es lo contrario, es su actuación, su alianza con la patronal y los socioliberales del PSOE y sus constantes traiciones lo que provocan la actual debilidad organizativa de la clase trabajadora y el crecimiento de los discursos reaccionarios.



La necesidad de conquistar los sindicatos para las y los trabajadores

Es precisamente por eso fundamental arrebatar el control de las principales organizaciones de clase de las manos de una casta reaccionaria y conservadora. La legítima desconfianza que existe hacia las prodridas burocracias de CCOO y UGT, no nos puede llevar ni al rechazo de los sindicatos en general ni a las lógicas autoproclamatorias y alternativistas de una parte del sindicalismo combativo que también se abstienen de tener política hacia la base de CCOO y UGT y simplemente se limitan hacia la denuncia en general del rol de estos sindicatos. Esto es especialmente relevante cuando se abren situaciones de lucha clases, en la que el planteamiento del frente único obrero es fundamental tanto para desenmascarar a la burocracia de los grandes sindicatos frente a sus bases como para la acumulación de la fuerza necesaria que permita la derrota de la patronal y el gobierno y genere mejores condiciones para la reorganización de la clase trabajadora.

La importancia de esta cuestión la podemos ver también en Argentina, en donde no solo está el bando de Milei y sus políticas ultra liberales y autoritarias de guerra social, sino también se empieza a articular una respuesta por abajo y cuya máxima expresión ha sido hasta ahora la Huelga General de este 24 de enero y las jornadas de protesta del 31 de enero y 1 de febrero frente al Congreso mientras se sesionaba para discutir la Ley Ómnibus. Pero esta huelga y movilizaciones, así como las próximas acciones y movilizaciones que vendrán han sido posible en gran medida también por el rol que ha jugado una izquierda combativa que ha seguido poniendo el acento en la lucha de clases. Hablamos de la izquierda que agrupa el FITU y especialmente del PTS, que durante todos estos años no ha renunciado a intervenir en los grandes sindicatos. Esto les a permitido mayor margen de maniobra para presionar y tratar de imponer por abajo el Frente Único a la burocracia sindical argentina. Sin duda esto abre un escenario en donde las principales batallas están aún por dar, y en donde Milei tendrá que romper la resistencia de una clase trabajadora enormemente combativa y que apenas ha dicho su primera palabra en este conflicto.